Lo que escribió Elena de White acerca de mudarse al campo, de permanecer en las ciudades y del compromiso de evangelizar a todos.
Por Helio Carnassale
En tiempos de crisis y tensión resurge en medio de los adventistas el interés sobre los eventos finales, tema que debería ser objeto de continua y cuidadosa reflexión, pues Elena de White, mensajera del Señor y cofundadora de la Iglesia Adventista, recomendó: “Debieran hacerse muchos esfuerzos para mantener este tema en la conciencia de la gente”.[1] Sin embargo, ante situaciones amenazantes, surgen alusiones escatológicas de todo tipo, y entre ellas, las que exhortan al abandono inmediato de las grandes ciudades. El objetivo de este artículo es considerar qué ha sido revelado acerca de este tema en los escritos inspirados.
Es gratificante constatar cómo cuida Dios de sus hijos y cómo las orientaciones divinas son bendiciones para cada situación de la vida. En 2 Crónicas 36:15 leemos que el Señor envió mensajeros “porque él tenía misericordia de su pueblo”. La iniciativa de comunicarse por medio de profetas (Núm. 12:6; Heb. 1:1) es un gesto de su misericordiosa compasión. Creer en el testimonio de estos portavoces y aceptar la manifestación moderna del don profético es una marca identificatoria del remanente (Apoc. 12:17; 19:10).
El teólogo Denis Fortin, uno de los editores de la Enciclopedia de Elena de White, que será publicada por ACES este año, destaca en torno de qué argumentos principales giran los llamados que Elena de White hace a las familias adventistas para mudarse a áreas rurales, con base en citas del libro De la ciudad al campo, publicado en inglés en 1946. Fortin explica que la mayoría de esos consejos fueron escritos entre 1890 y 1910, y tuvieron como propósito incentivar un estilo de vida más simple, el desarrollo del carácter y la obtención de una mejor salud física, mental y espiritual.[2]
Un abordaje consciente y equilibrado de este tema debe tener en cuenta al menos cuatro aspectos: (1) La recomendación de la vida en el campo, con sus ventajas y desafíos; (2) la fuga de las grandes ciudades en el contexto del decreto dominical; (3) el momento de vender las propiedades; y (4) el compromiso evangelizador de la Iglesia Adventista.
1. La recomendación de la vida en el campo, con sus ventajas y desafíos
Es innegable el conjunto de recomendaciones que dejó Elena de White —con sus correspondientes razones— para que los adventistas del séptimo día puedan optar por vivir en contacto con la naturaleza. Ella escribió sobro esto en varias ocasiones. Estos consejos están registrados en muchos de sus libros, y guardan estrecha relación con la propuesta de practicar un estilo de vida saludable, junto con otras condiciones que contribuyen al desarrollo del carácter.
Aparte de los peligros y riesgos de vivir en las grandes ciudades, se destacan muchas ventajas para vivir en el campo. Algunas de ellas son: (1) Proporciona un mejor ambiente para la familia y la educación de los hijos; (2) genera oportunidades para una mejor vida espiritual y misionera; (3) permite alejarse de los elementos nocivos y tentadores de las ciudades; (4) facilita la edificación del carácter; (5) ofrece beneficios físicos, mentales y espirituales para todos los miembros de la familia; (6) propicia el cultivo de la tierra y la producción de alimentos propios; (7) posibilita estar en contacto directo con las obras de Dios en la naturaleza.
Ella escribió en 1903: “Salgan de las ciudades tan pronto como sea posible y adquieran una porción de tierra donde puedan tener un huerto, donde sus hijos puedan ver crecer las flores y aprender de ellas lecciones de sencillez y pureza”.[3] Este párrafo responde a la cuestión planteada en este primer punto, al sugerir que el momento de dejar las grandes ciudades debe ser lo antes posible. Esto puede comprenderse claramente al leer el libro De la ciudad al campo (ACES, 1977) o el capítulo “La vida en el campo” de Eventos de los últimos días (ACES, 2011), ambos compilaciones de escritos de Elena de White.
La exhortación para salir de las grandes ciudades lo antes posible, así como muchos otros consejos de Elena de White, tenían como trasfondo la convicción de la inminencia del retorno de Cristo y el sentido de urgencia por la predicación del evangelio, los cuales caracterizaron a los pioneros adventistas. Pero la recomendación de mudarse al campo se presenta reconociendo que algunos podrían tener dificultades para dejar todo inmediatamente. Sin condenarlos, ella indica cuál debería ser la conducta de estos hermanos: “Hasta que sea posible salir, durante todo el tiempo que permanezcan en ellas, deberían ocuparse activamente en el trabajo misionero, por muy limitada que sea su esfera de influencia”.[4]
Así, Elena de White llama a salir de las ciudades lo antes posible y, al mismo tiempo, admite la existencia de impedimentos circunstanciales aceptables, ante los cuales recomienda una vida misionera activa. Debemos considerar también sus orientaciones bajo una cuidadosa evaluación y planificación relacionadas con la mudanza y el carácter personal de esta decisión.
En la sección VII del libro De la ciudad al campo se encuentra una carta que ella escribió en 1892, en respuesta a la noticia recibida de que muchas familias estaban preparándose para dejar la ciudad de Battle Creek, sede del adventismo en aquel entonces. Analizaremos dos segmentos de esta carta. En primer lugar, ella recomienda una cuidadosa evaluación: “Hermano mío, su carta me dice que en Battle Creek hay muchos que están decididos a salir de ese lugar. Existe una gran necesidad de que ahora se lleve a cabo tal cosa. Los que por fin han decidido salir, que no lo hagan en forma apresurada como respuesta a un movimiento de agitación, en forma imprudente, o de un modo tal que después tengan que arrepentirse profundamente de haber salido”.[5]
En segundo lugar, ella recomienda actuar con planificación y cautela: “No se haga nada en forma desordenada para que no se produzcan grandes pérdidas ni se sacrifiquen las propiedades a causa de discursos ardientes e impulsivos que despiertan un entusiasmo que no está de acuerdo con la voluntad de Dios; para que una victoria que es esencial que se obtenga no se convierta en derrota por falta de una moderación adecuada, de proyectos adecuados, de principios sólidos y de propósitos definidos”.[6]
También fue dado un consejo precioso: “Puede haber personas que se apresuran a hacer una cosa, y que se comprometen en negocios acerca de los cuales no saben nada. Dios no requiere que se haga esto. Pensad con sinceridad y oración, y estudiad la Biblia cuidadosamente y con oración, teniendo la mente y el corazón despiertos para oír la voz de Dios”.[7]
Por lo tanto, la decisión en relación con el tiempo para salir de las grandes ciudades es una respuesta individual, resultado de la comunión con Dios, mediante evaluación y planificación conscientes, y nunca de la presión de discursos acalorados y alarmistas.
2. La fuga de las grandes ciudades en el contexto del decreto dominical
Para tener una visión más amplia de este tema, es necesario introducir la cuestión del decreto dominical como elemento adicional a la recomendación considerada en el tópico anterior (la cual se relaciona con el estilo de vida).
En dos testimonios escritos en 1885 (“La crisis venidera” y “La iglesia es la luz del mundo”, que se encuentran en el libro Testimonios para la Iglesia, t. 5), Elena de White hace fuertes llamados a los creyentes adventistas a tener un mayor compromiso con la misión. En estos dos capítulos, se menciona el decreto dominical en tres lugares:
1. “El decreto que ha de proclamarse contra el pueblo de Dios será muy similar al que promulgó Asuero contra los judíos en el tiempo de Ester. El edicto persa brotó de la malicia de Amán hacia Mardoqueo. No porque Mardoqueo le hubiese hecho daño, sino porque se negaba a mostrarle la reverencia que pertenece solamente a Dios”.[8]
2. “Como el acercamiento de los ejércitos romanos fue para los discípulos una señal de la inminente destrucción de Jerusalén, esta apostasía podrá ser para nosotros una señal de que se llegó al límite de la tolerancia de Dios, de que nuestra nación colmó la medida de su iniquidad, y de que el ángel de la misericordia está por emprender el vuelo para nunca volver”.[9]
3. “Así como el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos fue la señal para que huyesen los cristianos de Judea, así la asunción de poder por parte de nuestra nación [los Estados Unidos], con el decreto que imponga el día de descanso papal, será para nosotros una amonestación. Entonces será tiempo de abandonar las grandes ciudades, y prepararnos para abandonar las menores en busca de hogares retraídos en lugares apartados entre las montañas”.[10]
Es recomendable estudiar las diferentes citas de Elena de White acerca de este asunto reunidas en el libro Eventos de los últimos días, para un claro entendimiento de la naturaleza y características del decreto, y para evitar la confusión con otras leyes dominicales.
En cuanto a la señal indicada para que los judíos cristianos abandonaran Jerusalén cuando fuese sitiada, a pesar de la aparente imposibilidad, se sabe que hubo un tiempo entre el primer sitio realizado por Cestio —quien regresó a Roma de forma inesperada, dando así una oportunidad de fuga, como indicó Cristo— y la llegada del general Tito, quien condujo a las tropas romanas a tomar la ciudad.[11] El primer sitio fue la señal. Del mismo modo, los adventistas deben estar atentos a las señales de la imposición de un decreto dominical, para que, al momento de imponerse, muchos ya hayan cumplido con la recomendación, y esta fuga sea para quienes por justas razones no hayan podido salir antes.
En el libro De la ciudad al campo, el párrafo arriba citado pertenece a la última sección, titulada “Huida apresurada en el conflicto final”,[12] indicando la comprensión de sus editores de que ese será el tiempo límite para dejar las grandes ciudades, cuando el fin del tiempo del fin estará muy cerca. En esta sección se encuentra la frase que sigue abajo. No hay ninguna otra cita de Elena de White que permita una interpretación diferente para la fuga de las grandes ciudades, como una salida de emergencia, aparte de esta. Sin embargo, hay una seria advertencia sobre no prestar atención a la señal: “Dentro de no mucho tiempo habrá tal contienda y confusión en las ciudades que aquellos que deseen salir de ellas no podrán hacerlo”.[13]
No se revelan detalles de cómo vivirá el pueblo de Dios entre el decreto dominical y el cierre de la puerta de la gracia. Leyendo con mucha atención la tercera cita de Elena de White arriba mencionada, puede observarse que todavía se podrá vivir por un período de tiempo en áreas rurales y ciudades pequeñas hasta la llegada del decreto de muerte. Pero ¿cómo serán esos días? ¿Cómo se mantendrán las personas? ¿Habrá ya llegado el tiempo para vender las propiedades, casas y haciendas, para emplear los recursos en la predicación del evangelio, antes de abandonar todo y huir a lugares aislados entre las montañas? Simplemente no hay revelación que responda a estas preguntas, a no ser que el Señor oriente cuándo y por cuánto deberán ser vendidas las propiedades, como se verá el en próximo punto. ¡Qué oportunidad para ejercer la fe y la confianza en aquel que no puede equivocarse y, como Padre amoroso, promete cuidar de sus hijos!
Por lo tanto, queda muy claro que salir de las grandes ciudades hace referencia a tres circunstancias distintas: (1) Búsqueda del estilo de vida recomendado, para atender la recomendación en cualquier momento y cuanto antes sea posible; (2) la orden divina para huir de los grandes centros en ocasión del decreto dominical; (3) el tiempo en que ya no será posible salir.
3. El tiempo para vender las propiedades
Otro aspecto de extrema importancia es el tiempo apropiado para la venta de las propiedades, ya sea que estén ubicadas en las ciudades o en el campo. Dios reveló detalles por medio del don profético, confirmando que “no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Como en cualquier otro tema, si alguien aparta una frase de su contexto, llega a una conclusión precipitada y equivocada. Las orientaciones son muy claras, coherentes y suficientes, pero necesitamos prestar atención al conjunto de las declaraciones.
“Dios invita a todos los que poseen tierras y casas a que las vendan e inviertan el dinero donde suplirá la gran necesidad del campo misionero. […] Hay hombres y mujeres pobres que me escriben pidiendo consejo en cuanto a si deben vender sus casas y dar el dinero a la causa. […] Quiero decir a los tales: ‘Tal vez no debáis vender vuestras casitas ahora mismo; pero id a Dios por vuestra cuenta; el Señor oirá ciertamente vuestras fervientes oraciones por sabiduría’ ”.[14] Si solo se considerara la primera frase de este párrafo, ¡cuánta inseguridad podría generar este consejo!
Elena de White amplía aun más los consejos sobre este asunto: “El Señor me ha mostrado repetidas veces que es contrario a la Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras necesidades temporales en el tiempo de angustia. […] Si ponen sus propiedades sobre el altar y preguntan fervorosamente a Dios cuál es su deber, les enseñará cuándo deshacerse de esas cosas. […] También vi que Dios no requería a todo su pueblo que se deshaga de sus propiedades al mismo tiempo; pero si ellos deseaban ser enseñados, él les haría saber, en tiempos de necesidad, cuándo y cuánto vender”.[15]
¡Qué revelación preciosa! Tenemos que aprender lo que significa verdaderamente vivir por la fe. No es necesario agregar nada más. ¡Qué bendición poder ser guiados por la luz completa de la palabra profética! Dios sea alabado por este don maravilloso.
4. El compromiso evangelizador de la Iglesia Adventista
El cuarto y último punto propuesto en este artículo es el compromiso de evangelizar de los adventistas. En general, en este punto se concentra un campo de tensión, definido por George R. Knight (autor e historiador adventista) como una “situación ambivalente”.[16] Por un lado se encuentran las afirmaciones ya mencionadas sobre las ventajas de vivir en el campo, y por otro lado, la necesidad de evangelizar las ciudades, pequeñas y grandes, cuya negligencia fue corregida por Elena de White en sus testimonios, escritos especialmente entre los años 1901 y 1910. El tema en cuestión no era si los adventistas debían trabajar o no en las grandes ciudades, sino cómo hacerlo.
Evangelismo a partir de puestos de avanzada
En sus escritos de ese período, aparece algunas veces el concepto de “evangelismo de puestos de avanzada”.[17] Ella escribió en 1902: “Hay que trabajar en favor de las ciudades desde puestos de avanzada. El mensajero de Dios dijo: ‘¿No serán amonestadas las ciudades? Sí; pero no por el pueblo de Dios que viva en ellas, sino mediante sus visitas realizadas para advertirlas de lo que acontecerá sobre la tierra’ ”.[18]
En un artículo publicado por la Review and Herald el 14 de abril de 1903, ella escribió: “Es designio de Dios que nuestros hermanos se establezcan fuera de las ciudades y desde esas avanzadas amonesten a las ciudades, y se levanten en ellas monumentos conmemorativos para Dios”.[19] Estas afirmaciones parecen radicalmente inflexibles; pero, una vez más, debemos buscar el contexto para lograr un correcto entendimiento de lo que está diciendo.
George R. Knight provee una preciosa ayuda para comprender el significado de estas citas con el siguiente comentario: “Estas dos declaraciones son semejantes a muchas otras que ella escribió a lo largo del tiempo. Por lo tanto, algunos han sostenido que, según la perspectiva de Elena de White, es una equivocación establecer obreros evangélicos dentro de las ciudades. Sin embargo, esta posición considera solo una parte de su consejo. Es muy fácil no examinar todo lo que ella escribió sobre el tema o incluso dejar de leer detenidamente el contexto de sus citas”.[20]
Al buscar el significado que ella le dio al evangelismo a partir de puestos o centros de avanzada, es necesario acceder a otras citas fundamentales para el correcto entendimiento de este concepto. La primera de ellas dice:
“Dios ha advertido una vez tras otra que nuestras escuelas, casas editoras y sanatorios deben establecerse fuera de la ciudad, donde pueda enseñarse a los jóvenes con la mayor eficacia posible qué es la verdad”.[21]
“El Señor nos ha indicado repetidamente que debemos trabajar en las ciudades desde puestos de avanzada ubicados fuera de ellas. En esas ciudades debemos tener casas de culto, como monumentos de Dios, pero las instituciones destinadas a la publicación de la verdad, a la curación de los enfermos y a la preparación de los obreros deben establecerse fuera de las ciudades. Es especialmente importante que nuestra juventud sea protegida de las tentaciones de la vida en la ciudad.
“En armonía con estas instrucciones se han comprado y se han vuelto a dedicar salones de reuniones en Washington y en Nashville, mientras las casas editoras y los sanatorios se han establecido fuera de los centros congestionados de las ciudades, como puestos de avanzada”.[22]
No quedan dudas de que Elena de White se refiere a los puestos o centros de avanzada en conexión exclusiva con algunas instituciones adventistas: casas publicadoras, colegios y sanatorios. Estas deberían estar ubicadas en áreas alejadas del centro de las ciudades y, a partir de allí, como puestos o centros avanzados, además de cumplir con sus actividades internas, sus obreros deberían salir para evangelizar las ciudades cercanas. Las expresiones puestos o centros de avanzada, que aparecen en 22 ocasiones en varios de sus libros,[23] refieren invariable y específicamente a estas instituciones.
Actividades que pueden ejercerse en las ciudades
También es verdad que ella reconocía la necesidad de abrir iglesias (a las cuales llama “monumentos de Dios” y “casas de culto”, como puede verse en las citas anteriores), “restaurantes”[24] y “salas de tratamiento”[25] dentro de las ciudades. Las escuelas ampliaron esa lista en 1903: “Se puede hacer mucho más para salvar y educar a los hijos de los que actualmente no pueden salir de las ciudades. Esta es una cuestión digna de nuestros mejores esfuerzos. Deben establecerse escuelas de iglesia para los niños que están en las ciudades, y en conexión con estas escuelas se debe hacer provisión para la enseñanza de estudios superiores donde fueran necesarios”.[26]
La preocupación de Elena de White con la obra que realizar en las grandes ciudades era grande. Un texto que representa muy bien sus insistentes recomendaciones fue escrito en 1910: “Aunque hemos entrado en unos pocos lugares, deberían establecerse muchos centros donde se emplearan cientos de obreros. En cada ciudad debería haber una misión urbana que sea una escuela de formación para obreros. Muchos de nuestros hermanos deben estar condenados a la vista de Dios porque no han hecho el trabajo que Dios hubiera querido que hicieran”.[27] Actualmente, la Iglesia Adventista está retomando el concepto de “centros de influencia” como estrategia de misión urbana alrededor del mundo.[28]
En el tomo 9 de la serie Testimonios para la Iglesia, que reúne consejos escritos por Elena de White entre 1904 y 1909, se encuentra una cita relacionada con la necesidad de atender a las familias negras que vivían en el sur de los Estados Unidos. Ella afirmó: “Hasta donde sea posible, estas escuelas debieran establecerse fuera de las ciudades. Pero en las ciudades hay numerosos niños que no podrían asistir a instituciones educacionales que no funcionan dentro de sus límites; para beneficio de ellos, hay que establecer escuelas en las ciudades tanto como en el campo”.[29]
Sabiduría, equilibrio y sentido común
Este no es un caso aislado en el que ella presenta una alternativa a una posición que antes parecía única, radical e inflexible. Lo mismo sucedió con la posición correcta para orar,[30] el lugar de la reforma pro salud en nuestro mensaje[31] y la edad adecuada para que los niños asistan a la escuela,[32] entre tantos otros temas. Es por ello que se necesita sabiduría y equilibrio para buscar las diferentes declaraciones sobre un tema, así como el contexto en el que fueron pronunciadas, a fin de no hacer un mal uso y distorsionar el propósito de sus consejos y recomendaciones.
Hablando de la reforma pro salud, ella dejó un consejo que puede aplicarse al uso general de sus escritos: “Vemos a personas que seleccionan de los testimonios las declaraciones más fuertes, sin explicar o prestar atención a las circunstancias en las cuales las palabras de alerta y amonestación fueron dadas, y las aplican en todos los casos. Así producen impresiones desfavorables en la mente de la gente”.[33]
Ella también afirmó: “Dios quiere que tengamos sentido común, y que razonemos con sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. Las circunstancias cambian la relación de las cosas”.[34] Es realmente impresionante cómo ella misma reconoció que las circunstancias pueden ocasionar cambios.
Esta es una afirmación que debemos analizar con profunda oración y reflexión. A partir de ella pueden surgir preguntas intrigantes: ¿Cómo aplicar los consejos de Elena de White en un mundo donde la mayoría de la población vive en zonas urbanas? ¿Qué decir de las personas pobres que no tienen recursos para comprar un pedazo de tierra? Aunque no sea el propósito de este artículo responder estas preguntas, estas son una invitación a estudiarlas y considerarlas.
George R. Knight confirma una posición aceptada por muchos estudiosos: existe una diferencia entre el ideal de Dios y la realidad humana. Él afirma que Elena de White era más flexible con sus propios escritos que lo que las personas logran ver. Ella entendía que muchas veces la realidad humana conducía a una aceptable modificación del ideal divino.[35] Esto armoniza con lo que presenta Herbert E. Douglass (teólogo, profesor y escritor adventista) en Mensajera del Señor al abordar los principios de interpretación de los escritos proféticos. Él reconoce la necesidad de diferenciar entre normas y principios.[36] Esta posición no conduce a la relativización de los principios, que son eternos, sino que prevé ajustes razonables para cumplir con los consejos y normas, según lo requieran las circunstancias.
Evangelismo en las ciudades
Una pregunta inquietante que hay que responder es: ¿qué dice Elena de White acerca de los obreros y otras familias que necesitan vivir en las grandes ciudades? ¿Sería considerada una rebeldía esa posibilidad, a la luz de las recomendaciones para la vida en el campo? Un buen comienzo es considerar el ejemplo de Cristo. Habiendo vivido su infancia y juventud en una “aldea de montaña”,[37] Jesús aprovechó la tranquilidad de los alrededores de Nazaret, donde buscaba los lugares retirados para la comunión con el Padre,[38] pero también eligió Capernaum para ejercer su ministerio.
Elena de White agrega: “El Salvador, durante su ministerio terrenal, aprovechó las oportunidades para trabajar en los lugares por donde transitaban los viajeros. Jesús moraba en Capernaum mientras viajaba de un lugar a otro, y esta ciudad llegó a conocerse como ‘su ciudad’. Esta ciudad estaba bien situada para ser el centro de la obra del Salvador. Por encontrarse en la ruta de Damasco a Jerusalén, y a Egipto y el mar Mediterráneo, pasaban por ella o bien descansaban allí, numerosos viajeros de diversos países. Ahí podía Jesús encontrar a gente de todas las naciones y condiciones sociales, el rico, el importante, como también el pobre y el humilde; y sus lecciones serían llevadas a otros países y a muchos hogares. Así la gente se interesaría en investigar las profecías y dirigiría su atención hacia el Salvador, y su misión se llevaría ante el mundo”.[39] Jesús estaba e iba adonde podía encontrarse con las personas para presentarles la salvación. Ese debe ser nuestro principal propósito en la vida.
Al aplicar el ejemplo de Cristo a nuestros días, Elena de White afirmó: “Los cristianos que viven en los grandes centros comerciales y turísticos tienen oportunidades especiales. Los creyentes que moran en estas ciudades pueden trabajar para Dios en el vecindario de sus hogares”.[40] En estas citas se destaca la clara admisión de Elena de White para las familias que viven en las ciudades, justificada por un propósito superior, que es el cumplimiento de la misión de evangelización, objetivo que es válido tanto para quienes permanecen en los centros urbanos como para quienes deciden establecerse en zonas rurales.
Otro ejemplo del papel de las familias y los obreros adventistas que viven y trabajan en las grandes ciudades proviene de los cristianos de la iglesia primitiva. Elena de White escribió: “El ejemplo de los seguidores de Cristo en Antioquía debería constituir una inspiración para todo creyente que vive en las grandes ciudades del mundo hoy. Aunque es plan de Dios que escogidos y consagrados obreros de talento se establezcan en los centros importantes de población para dirigir esfuerzos públicos, es también su propósito que los miembros de iglesia que viven en esas ciudades usen los talentos que Dios les ha dado trabajando por las almas. Hay en reserva ricas bendiciones para los que se entreguen plenamente al llamamiento de Dios”.[41]
Otra advertencia se encuentra en el capítulo 16 del libro Servicio cristiano, y orienta a los adventistas a no formar colonias, ni agruparse en grandes comunidades. Contra esta tendencia, ella recomendó: “Dios quiere que estén dispersados por todo el país, en pueblos, ciudades y aldeas, como luces en medio de las tinieblas del mundo”.[42] Ella animó a los miembros a mudarse a “pueblos, ciudades y aldeas” donde hubiese poca o ninguna luz. Puede verse claramente que el foco principal es el cumplimiento de la misión. Atender al “id” es más importante que el lugar donde las personas eligen vivir, ya sea en la ciudad o en el campo, nunca menospreciando los riesgos reales que existen en los tiempos actuales, comunes a todos los lugares, y en especial a las grandes ciudades.
En 1908 ella reconoció que “algunos deben permanecer en las ciudades para dar la última nota de advertencia, pero será cada vez más peligroso hacer eso”.[43] Hay muchos riesgos en todas partes. Sin embargo, el peligro real es el de descuidar la comunión con Dios y la tarea de dar testimonio, ya sea que las personas vivan en el campo o en las ciudades.
Conclusión
Dios ha ideado un plan para que sus hijos puedan vivir más plenamente el estilo de vida que ha recomendado. El consejo divino es vivir en el campo, siempre y cuando no se pierda el objetivo principal de cumplir la misión. El momento recomendado para este cambio es lo antes posible, de acuerdo con la decisión consciente de cada individuo o familia, resultante de la comunión con Dios y de una cuidadosa planificación. Al mismo tiempo, el Señor reconoce que para algunos, por diversas razones, hay objetivos evangelizadores e impedimentos circunstanciales para abandonar inmediatamente los centros urbanos, y no son condenables por ello. Pero llegará el momento, cuando se promulgue el decreto dominical, en que la orden de escape de emergencia de las grandes ciudades debe ser obedecida.
Los miembros y pastores de la Iglesia necesitan despertar, ya que hay trabajo que hacer en todas partes, en las zonas más remotas, en las ciudades pequeñas y grandes. “La comisión evangélica es la magna carta misionera del reino de Cristo. Los discípulos habían de trabajar fervorosamente por las almas, dando a todos la invitación de misericordia. No debían esperar que la gente viniera a ellos; sino que debían ir ellos a la gente con su mensaje”.[44]
Dios llama a obreros asalariados y voluntarios, a familias y a jóvenes, a aceptar el desafío de ser la sal de la tierra y la luz del mundo. Que cada uno ore acerca de esto y busque, con la dirección divina, cuál es su lugar en esta gran obra. Las promesas y advertencias están a disposición de todos. ¡Gracias a Dios por la claridad de los testimonios y por darnos luz suficiente para que nadie quede en tinieblas!
“Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados”.
2 Crónicas 20:20.
Helio Carnassale es pastor y director de Libertad Religiosa y Espíritu de Profecía de la División Sudamericana.
Referencias:
[1] Elena de White, Fundamentos de la educación cristiana, p. 372 (cap. 44). Escrito originalmente el 21 de marzo de 1895, y archivado como Manuscrito 10a, 1895.
[2] Denis Fortin, “Country Living” [Vida en el campo], en Denis Fortin y Jerry Moon, eds., The Ellen G. White Encyclopedia [Enciclopedia de Elena G. de White] (Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing Association, 2013), pp. 742, 743.
[3] White, Eventos de los últimos días (ACES, 2011), p. 97 (cap. 7); Mensajes selectos, t. 2 (ACES, 2015), p. 444 (cap. 45). Forma parte de un sermón dado por ella en una reunión de la Asociación General el 28 de marzo de 1903, y archivado como Manuscrito 10, 1903.
[4] White, Eventos de los últimos días, p. 122 (cap. 8); Mensajes selectos, t. 2, pp. 449, 450 (cap. 46). Forma parte de un discurso que dio Elena de White en una reunión campestre en Oakland, California, el 25 de julio de 1906 (Review and Herald, 27 de septiembre de 1906).
[5] Elena de White, De la ciudad al campo (ACES, 1977), p. 24 (sección 7). Forma parte de una carta escrita el 22 de diciembre de 1893, dirigida a William W. Prescott y su esposa (Carta 45, 1893).
[6] Ibíd., p. 26.
[7] Ibíd., p. 25.
[8] Elena de White, Testimonios para la Iglesia, t. 5 (APIA, 1998), p. 425.
[9] Ibíd., p. 427.
[10] Ibíd., p. 439.
[11] White, El conflicto de los siglos (ACES, 2015), pp. 33, 34.
[12] White, De la ciudad al campo, p. 31 (sección 9).
[13] White, Mensajes selectos, t. 2, p. 177 (cap. 14).
[14] White, Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 685, 686.
[15] White, Primeros escritos (ACES, 2015), pp. 87, 88 (cap. 11).
[16] George R. Knight, “Cities, Living in” [Vida en las ciudades], en Fortin y Moon (eds.), The Ellen G. White Encyclopedia, p. 714.
[17] Ibíd.
[18] White, Mensajes selectos, t. 2, p. 446 (cap. 45). Escrito originalmente el 20 de septiembre de 1902, en la Carta 182, 1902.
[19] White, El evangelismo, (ACES, 2015), p. 79 (cap. 4).
[20] Knight, “Cities, Living in”, p. 715.
[21] White, Mensajes selectos, t. 2, p. 445 (cap. 45). Escrito originalmente el 29 de junio de 1905, y archivado como Manuscrito 76, 1905.
[22] Ibíd., p. 446, 447 (cap. 45). Publicado originalmente en 1907 en el panfleto Testimonies to the Church Regarding The Strengthening of Our Institutions and Training Centers [Testimonios para la iglesia acerca del fortalecimiento de nuestras instituciones y centros de capacitación].
[23] Knight, “Cities, Life in the”, p. 715.
[24] White, Mensajes selectos, t. 2, pp. 176, 177 (cap. 14). Forma parte de un discurso dado por Elena de White en una reunión de la Asociación General el 3 de abril de 1903, y archivado como Manuscrito 20, 1903.
[25] White, Testimonios para la iglesia, t. 7 (APIA, 1998), p. 61.
[26] Elena de White, Ministry to the Cities [Ministerio en las ciudades] (Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing Association, 2012), p. 115 (cap. 8). Escrito originalmente el 28 de octubre de 1903, y archivado como Manuscrito 129, 1903.
[27] White, Ministry to the Cities, p. 114. Escrito en una carta del 13 de junio de 1910 dirigida al hermano Sidney Brownsberger y su esposa (Carta 56, 1910).
[28] missiontothecities.org/life-hope-centers.
[29] White, Testimonios para la iglesia, t. 9 (APIA, 1998), p. 161.
[30] White, Mensajes selectos, t. 2, pp. 385-391 (cap. 32).
[31] White, Testimonios para la iglesia, t. 1 (APIA, 2003), pp. 427, 487.
[32] White, Mensajes selectos, t. 3 (ACES, 2015), pp. 251-265 (cap. 24).
[33] Ibíd., p. 336 (cap. 33). Escrito originalmente el 23 de marzo de 1881, y archivado como Manuscrito 5, 1881.
[34] Ibíd., p. 254 (cap. 24). Pronunciado en una reunión de la Junta de la Escuela de la Iglesia del Sanatorio de California, el 14 de enero de 1904. Archivado como Manuscrito 7, 1904.
[35] George R. Knight, Introducción a los escritos de Elena G. de White (ACES, 2014), p. 282.
[36] Herbert E. Douglass, Mensajera del Señor (ACES, 2000), pp. 401, 402.
[37] White, El Deseado de todas las gentes (ACES, 2008), p. 49 (cap. 7).
[38] Ibíd., p. 69 (cap. 9).
[39] White, Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 98.
[40] Ibíd., p. 99.
[41] White, Los hechos de los apóstoles (ACES, 2009), p. 130 (cap. 16).
[42] White, Servicio cristiano (ACES, 2008), p. 222 (cap. 16). Publicado originalmente en la Review and Herald del 15 de mayo de 1888.
[43] White, Ministry to the Cities, p. 112 (cap. 8). Escrito originalmente el 30 de junio de 1908 y archivado como Manuscrito 85, 1908.
[44] White, Los hechos de los apóstoles, p. 23 (cap. 3).
Tienen ustedes un puesto de avanzada en España?