PAZ EN LA TORMENTA

24/08/2020

Palabras inspiradas para afrontar las dificultades.

El salmista dice: “Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad” (Sal. 37:3). “Confía en Jehová”. Cada día tiene sus aflicciones, cuidados y perplejidades; y cuando nos encontramos con ellos, ¡cuán prestos estamos para hablar de nuestras dificultades y pruebas! Nos dejamos invadir por muchas preocupaciones prestadas, abrigamos muchos temores y expresamos tal peso de ansiedad que cualquiera podría suponer que no tenemos un Salvador compasivo y misericordioso dispuesto a oír todas nuestras peticiones y a ser nuestro auxilio presente, constante, en todo tiempo de necesidad.

Algunos temen siempre y toman preocupaciones prestadas. Todos los días disfrutan de las pruebas del amor de Dios, todos los días gozan de las bondades de su Providencia, pero pasan por alto estas bendiciones presentes. Su mente siempre está espaciándose en algo desagradable que temen que pueda venir; o puede ser que realmente exista alguna dificultad que, aunque pequeña, ciega sus ojos a las muchas bendiciones que demandan gratitud. Las dificultades con que tropiezan, en vez de guiarlos a Dios, única fuente de ayuda, los alejan de él, porque les despiertan desasosiego y pesar.

¿Por qué ser ingratos y desconfiados? Jesús es nuestro amigo; todo el Cielo está interesado en nuestro bienestar. No debemos permitir que las perplejidades y los cuidados cotidianos desgasten la mente y nublen nuestra frente. Si lo hacemos, siempre habrá algo que nos moleste y fatigue. No debemos dejarnos dominar por los cuidados que no solo nos desgastan y destruyen, sino tampoco nos ayudan a soportar las pruebas.

Puedes estar perplejo en los negocios; tu perspectiva puede ser cada día más sombría y puedes estar amenazado por pérdidas. Pero no te descorazones; confía tus cargas a Dios, y permanece sereno y tranquilo. Ora por sabiduría para manejar tus negocios con discreción, y así evitarás pérdidas y desastres. Haz todo lo que esté de tu parte para obtener resultados favorables. Jesús nos ha prometido su ayuda, pero no sin que hagamos nuestro esfuerzo. Cuando, confiando en tu Ayudador, hayas hecho todo lo que puedes, acepta con gozo los resultados.

No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el peso de las preocupaciones. Pero nuestro Señor no nos engaña. Él no nos dice: “No temas; no hay peligros en tu sendero”. Él sabe que hay pruebas y peligros, y nos lo ha manifestado abiertamente. Él no tiene la intención de quitar a su pueblo de en medio de un mundo de pecado y maldad, pero le indica un refugio que nunca falla. Su oración por sus discípulos fue: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”. Y dice: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 17:15; 16:33). […]

Pero aun aquí los cristianos pueden tener el gozo de la comunión con Cristo; pueden tener la luz de su amor, el perpetuo consuelo de su presencia. Cada paso de la vida puede acercarnos más a Jesús, puede darnos una experiencia más profunda de su amor y llevarnos un paso más cerca del bendito hogar de paz. No pierdas, pues, tu confianza, sino ten firme seguridad, más firme que nunca. “¡Hasta aquí nos ha ayudado Jehová!” (1 Sam. 7:12, VM), y nos ayudará hasta el fin. Miremos los monumentos conmemorativos, recordemos lo que Dios ha hecho para confortarnos y salvarnos de la mano del destructor. Tengamos siempre frescas en nuestra memoria todas las tiernas misericordias que Dios nos ha mostrado –las lágrimas que ha enjugado, los dolores que ha aliviado, las ansiedades removidas, los temores disipados, las necesidades suplidas, las bendiciones derramadas–, fortaleciéndonos así para todo lo que está delante de nosotros por el resto de nuestra peregrinación.

No podemos menos que esperar nuevas perplejidades en el conflicto venidero, pero podemos mirar lo pasado, tanto como lo futuro, y decir: “¡Hasta aquí nos ha ayudado Jehová!” “Según tus días serán tus fuerzas” (Deut. 33:25, VM). La prueba no excederá a la fortaleza que se nos dé para soportarla. De modo que sigamos con nuestro trabajo dondequiera que lo hallemos creyendo que, para cualquier cosa que venga, él nos dará fuerza proporcional a la prueba.

Pronto las puertas del cielo se abrirán para admitir a los hijos de Dios, y de los labios del Rey de gloria resonará en sus oídos, como la música más rica, la bendición: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mat. 25:34, NVI). RA


Texto extraído de El camino a Cristo, pp. 104-105, 107.

  • Mensajera del Señor, escritora y predicadora, Elena de White (1827-1915) fue una de las organizadoras de la Iglesia Adventista. Entre sus muchos escritos se encuentran cientos de valiosas cartas.

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