José Rojas, director de los jóvenes adventistas en Estados Unidos por muchos años, solía decir: “En cada iglesia existen tres tipos de personas: los cansados, los que cansan y los incansables”. Naturalmente, estos tipos de personas no se encuentran solo dentro de las iglesias, sino en todos lados. Lo más importante es que descubras a cuál de estos tipos te pareces más.
Esta es una evaluación importante al comenzar el año. Al mismo tiempo, una oportunidad para hacer descubrimientos que nos ayuden a corregir actitudes, establecer metas o rescatar valores que mejoren la vida en todos sus aspectos. Desde luego, siempre colocando en manos de Dios cualquier situación y confiando en que él tiene la mejor solución.
“Los cansados” son aquellos que enfrentan pruebas extremadamente duras, hasta el límite de sus fuerzas. Tal vez la pérdida de un familiar querido, una enfermedad incurable o la espera por un diagnóstico que no aparece. Quizás un corazón inocente que termina siendo explotado por aprovechadores, alguien caído que no logra levantarse a causa de las críticas despiadadas o el desafío de crisis emocionales profundas e incontrolables.
Charles Swindoll, pastor y escritor estadounidense, escribió: “Las dificultades no borran las promesas de Dios. El trato cruel no escapa a los ojos de Dios. Las pruebas no disminuyen el interés de Dios”. Así, Dios renueva las fuerzas cuando el agotamiento parece haber llegado al límite, e invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28). Él sabe cómo ser fuerte al enfrentar las crisis, pues cuando llevó sobre sí los pecados de toda la humanidad, declaró: “Consumado es”, pero no desistió diciendo: “Estoy consumido”. Elena de White, quien también vivió en la mira del enemigo y enfrentó pruebas duras, nos recomienda que “juntemos las flores y no nos preocupemos por los espinos y cardos” (Carta 27, 1886), para enfrentar cada desafío con optimismo y fe.
“Los que cansan” son aquellos que desean ser el centro de todo. Su ego es insaciable, su opinión es infalible, sus intereses son innegociables y sus vanidades ilimitadas. Competitivos al extremo, necesitan rebajar a los demás para alimentar su superioridad. Ven defectos en todo y en todos, son amargos y se convierten en el “vinagre”, y no en la “sal de la tierra”. Están siempre “henchidos de descontento. Ven fracaso donde hay triunfo, y pérdida donde hay ganancia” (Elena de White, Reflejemos a Jesús, p. 350).
Consideran que siempre son perjudicados y tratados injustamente, y buscan transferir su culpa a los demás y cobrar sus derechos. Hablan de más, exageran las cosas, y por insistir en llamar la atención sobre sí mismos, terminan siendo una carga. A fin de cuentas, como sostuvo el escritor Vergílio Ferreira, “quien busca la gloria no la merece y quien la merece no la busca”.
Las personas que son así nos recuerdan al apóstol Pedro, que muchas veces era inoportuno y cansaba a los demás, al punto de oír del propio Jesús: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (Mar. 8:33). El remedio para esta enfermedad es mirarnos en el espejo de Cristo, e identificar tantas fallas personales que no nos permitan ver el error de los demás. Solo así ocurrirá el milagro de la transformación.
“Los incansables” son aquellos que en el sufrimiento aprenden a crecer y en las caídas encuentran fuerzas para seguir adelante. Personas como Beethoven, que tomaba el violín de modo torpe y su profesor consideraba que no tenía futuro, o Albert Einstein, que no habló antes de los cuatro años de edad y no leyó antes de los siete, razones por las cuales su profesor lo describió como falto de preparación y no fue admitido en la Escuela Politécnica de Zürich. Ellos, y muchos otros, no desistieron y terminaron haciendo historia.
Este tipo de personas tiene brillo en los ojos y fuego en el corazón. Poseen relatos de superación y se vuelven admirados, respetados e inolvidables. Se levantan motivados cada mañana, para poder descansar realizados cada noche. Saben que “la recompensa dada a los que venzan estará en proporción con la energía y el fervor con que hayan luchado (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 259).
Enfrentan sus desafíos sin olvidar que “los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isa. 40:31, RVR95). Cumplen la misión confiando en que el Señor estará a su lado “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). Como Caleb, tienen “otro espíritu” (Núm. 14:24), ven más allá de las dificultades y creen que “todo el que se ofrece para el servicio del Señor, sin negarle nada, recibe poder para alcanzar resultados incalculables” (Elena de White, El ministerio de curación, p. 117).
Al comenzar este nuevo año, ¿qué tipo de persona eres?
Muy inspirador!