Se acerca un nuevo fin año. Pero es probable que no esté terminando de la manera en que lo habíamos pensando cuando comenzó. De hecho, no está terminando de la manera en que lo imaginábamos hace tan solo tres o cuatro meses. Un espíritu de agitación social hace temblar el sur de nuestro continente. La inestabilidad política y económica ha sacudido el tejido social, a tal punto que hay estallidos de violencia en Ecuador, Chile y Bolivia, mientras que Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay sufren los estragos de una crisis económica. Al mismo tiempo, Perú padece una crisis institucional casi sin precedentes.
Si hace tan solo unos meses nos hubieran planteado este escenario, nos hubiéramos reído de incredulidad. La relativa tranquilidad no era más que la calma que precede a la tormenta. El descontento social fue acumulando presión de manera inadvertida, para estallar, cual volcán, de manera incontrolable. Y lejos de haberse asentado el polvo, para dar lugar a un período de estabilidad, estamos terminando el año con gran incertidumbre. Nadie sabe cómo pueden finalizar todas estas protestas sociales, teñidas de violencia y anarquía.
A continuación, dejo algunas ideas que nos ayudarán a comprender el contexto de lo que estamos viviendo, junto con algunas lecciones que podemos aprender:
1-Nuestra principal tarea no es adivinar, sino velar. En lugar de hacer pronósticos políticos y económicos, en lugar de desesperarnos por el futuro, nuestra tarea es permanecer en oración constante. “No estamos ahora en condiciones de describir con exactitud las escenas que ocurrirán en nuestro mundo en el futuro, pero sí sabemos que este es un tiempo cuando debemos velar y orar, porque el gran Día del Señor está cercano” (Elena de White, Eventos de los últimos días, p. 17). Sí, no sabemos cuál será el desenlace de los eventos que vivimos, pero tenemos una certeza: el gran día del Señor está cercano.
2-Los acontecimientos finales serán rápidos. Lo que sorprendió en estos casos fue la rapidez con que puede cambiar no solo el clima político y social, sino también con cuánta facilidad nuestra aparentes seguridad y bienestar puede convertirse rápidamente en vulnerabilidad, inestabilidad y anarquía: “El mundo se está volviendo más y más anárquico. Pronto una gran angustia sobrecogerá a las naciones, una angustia que no cesará hasta que Jesús venga” (ibíd., p. 12).
3-La violencia es una de las señales inequívocas del fin. Jesús mismo comparó la sociedad antediluviana con la sociedad de la generación que verá la Segunda Venida: “Cuando el Hijo del Hombre regrese, será como en los días de Noé” (Mat. 24:37, NTV). Y una de las características distintivas de “los días de Noé” fue la violencia: “En los días de Noé, la abrumadora mayoría se oponía a la verdad y estaba prendada de una trama de falsedades. La Tierra estaba llena de violencia. Guerra, crimen, asesinato estaban a la orden del día. Así también será antes de la segunda venida de Cristo” (ibíd., p. 23).
4-Los gremios, o confederaciones de trabajadores, cumplirán un papel importante en la desestabilización social. “Satanás trabaja laboriosamente en nuestras ciudades populosas. El resultado de su trabajo se advierte en la confusión reinante, en las luchas y las discordias entre las fuerzas trabajadoras y el capital, y en la hipocresía que ha entrado en las iglesias […] Los instrumentos satánicos desempeñan su parte en la estimulación de la concupiscencia de la carne, los deseos de los ojos, la manifestación de egoísmo, la extralimitación en el poder, la crueldad y la fuerza empleadas para unir a los hombres en confederaciones y sindicatos, disponiéndolos en atados para el terrible fuego de los últimos días” (ibíd., p. 119).
En esta, la última hora de esta Tierra, debemos saber que no hay otra salvaguarda, excepto Cristo: “Viene la tormenta, la tormenta que probará la fe de todo hombre, no importa de qué clase sea. Los creyentes deben estar ahora firmemente arraigados en Cristo; o de otra manera serán desviados por alguna fase del error” (ibíd., p. 65).
Nuestra única defensa contra el mal es Jesús: “La única defensa contra el mal consiste en que Cristo more en el corazón por la fe en su justicia” (ibíd.). Pero es Cristo y su Palabra también: “Los cristianos deben prepararse para lo que pronto ha de estallar sobre el mundo como sorpresa abrumadora, y deben hacerlo estudiando diligentemente la Palabra de Dios, y esforzándose por conformar su vida con sus preceptos” (ibíd., p. 67).
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