La frase del título es la expresión del reclamo de muchas parejas. Antes de casarse, la mayoría de los novios están tan embelesados con la novedad de la relación amorosa que no prestan demasiada atención a la familia de su cónyuge.
La realidad es que, luego de casarse, aunque las familias extendidas de cada cónyuge no estén físicamente presentes en el hogar, forman parte de los pensamientos, las creencias y los actos de cada uno. Todos aprendemos patrones de conducta positivos y negativos de nuestra familia de origen, que permanecerán con nosotros siempre, a menos que decidamos cambiarlos.
En el proceso de la formación de la individualidad de cada persona, la familia es una influencia de gran importancia. Por eso, desarrollar una sana individualidad requiere trabajo emocional, a fin de encontrarse a uno mismo y, a la vez, no perder el vínculo con la familia de origen. Para la mayoría de las personas, esto no es una tarea fácil; pero encontrar un balance entre la individualidad, la unión matrimonial y la conexión con la familia extendida es clave para establecer un matrimonio sano. Además, cuanto más hayas desarrollado un sentimiento completo de quién eres individualmente, mejor esposo o esposa serás.
Autonomía indiferente versus cercanía pegajosa
Al casarte y formar un nuevo hogar, puede resultar difícil encontrar el equilibrio entre permanecer emocionalmente cercano a tu familia de origen y, a la vez, mantener la distancia suficiente para no perder de vista quién eres. Es fácil caer en cualquiera de estos dos extremos y perjudicar así la nueva relación matrimonial.
Algunas personas confunden distancia prudente con corte emocional. No hablan mucho con sus familias; tienen poco contacto y asumen las relaciones familiares no tratándolas. Pueden parecer independientes, pero no lo son; no han aprendido la conexión familiar saludable y, como resultado, los miembros de la familia están emocional o físicamente distanciados. Normalmente, cada uno hace su vida y no recurre a los miembros de su familia para obtener apoyo. Las personas que tienden a distanciarse de este modo probablemente tengan dificultades en sus vínculos interpersonales.
En el otro extremo se hallan las familias cuyos integrantes nunca desarrollan un sentimiento de individualidad debido a que todos tienen las mismas ideas de grupo. Los miembros tienen fuertes vínculos emocionales, y hay poco espacio para el pensamiento individual. Cuando surgen los conflictos, permanecen fieles a su familia de origen a toda costa. Ya que no saben qué pensar o qué sentir, estas personas tienden a ser fácilmente influenciadas por otros. Básicamente, existe un exceso de algo bueno. Surgen así problemas para establecer límites, para tomar decisiones, para desarrollar intereses propios y estar a solas.
Reajustes necesarios
Cuando se casan dos personas con modelos familiares opuestos, suelen surgir graves conflictos. En esos casos, es esencial que se produzcan cambios y reajustes. Compartimos a continuación algunas sugerencias útiles, según el tipo de relación con la familia de origen:
Demasiada distancia: Oblígate a implicarte más con tu familia de origen, llamándolos, entablando el diálogo y manifestando interés por lo que les sucede. Por otro lado, no te distancies si las cosas se ponen tensas, y busca estrategias y alternativas para resolver conflictos. Involucra a tu cónyuge y a tu familia extendida en tu vida compartiendo actividades e intereses, y aprende a pedirles ayuda cuando la necesites.
Demasiada cercanía: Intenta encontrar tu propia voz, formando una opinión y expresándola. Busca alguna actividad de tu agrado que puedas hacer a solas, alejado de los demás, especialmente de tu familia de origen. Establece fronteras, aceptando que tu principal lealtad es hacia tu cónyuge, no hacia tu familia extendida o tus amigos. No les informes de todo lo que haces, y busca desarrollar una fuerte unidad de pareja. No busques la aprobación de los demás, especialmente de tus familiares, sino esfuérzate por agradar a Dios. Decide lo que es correcto según la voluntad de Dios, y actúa en consecuencia.
En última instancia, recuerda que “hombres y mujeres pueden alcanzar el ideal de Dios para ellos si hacen de Cristo su ayudador. Lo que la humana sabiduría no puede lograr, la gracia de Dios lo hará en quienes se entregan a él con amor y confianza. Su providencia puede unir los corazones con lazos de origen celestial” (Elena de White, Cartas a jóvenes enamorados, p. 20). RA
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