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“Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían” (Apoc. 6:9, RV95).
La palabra griega traducida como “almas” es psyjé. En armonía con el resto de la Biblia, y a diferencia del paganismo de sus días, Juan no la usó como designación de una presunta entidad invisible, inmortal e indestructible separada del cuerpo en ocasión de la muerte, sino como sinónimo de “persona” y como equivalente de la palabra hebrea néfesh (ver Gén. 14:21). Así lo entienden incluso los eruditos católicos en varias versiones bíblicas producidas por su iglesia. En tal sentido, La Biblia del peregrino y La Biblia de nuestro pueblo vierten así el texto en cuestión: “Cuando abrió el quinto sello, vi a los que habían sido asesinados por la Palabra de Dios y por el testimonio que habían dado. Gritaban con voz potente: Señor santo y veraz, ¿cuándo juzgarás a los habitantes de la tierra y vengarás nuestra sangre? Dieron a cada uno una estola blanca y les dijeron que reposaran un poco, hasta que se completase el número de sus compañeros de servicio y de los hermanos que iban a ser asesinados como ellos” (Apoc. 6:9–11, énfasis añadido).
Prueba adicional de que el cuadro visto y oído por Juan es simbólico o figurado, no literal, es que Juan vio y oyó a estas “almas” hacer reclamos en voz alta, para lo cual hacen falta órganos y partes corporales concretos y tangibles: cerebro, cuerdas vocales, lengua, dentadura, paladar, labios, boca, cara, cuello, laringe, pulmones, etc. (ver Luc. 16:19-31). Por otra parte, no tendría sentido dar vestiduras a entes o seres incorpóreos, inmateriales.
Juan usa aquí un recurso literario consistente en hacer hablar a los que ya no pueden hacerlo, pues se les ha quitado violentamente la vida para acallar su molesto testimonio en favor de Dios y la verdad, y en contra de la impiedad. Un ejemplo semejante se encuentra en Génesis 4:10, donde Dios dice al fratricida Caín: “La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia”. A su vez, el profeta Habacuc hace hablar a los muros y las vigas de la casa de los codiciosos de ganancias injustas: “Aun las piedras de los muros y la madera de las vigas gritarán en contra tuya” (Hab. 2:11), algo semejante a lo que Jesús hace en Lucas 19:40: “Os digo que, si éstos callaran, las piedras clamarían”.
No todos los mártires cristianos fueron literalmente degollados como corderos (el significado del verbo sfazo en Apoc. 6:9). Muchos murieron quemados, devorados por las fieras, azotados, etc. (ver Heb. 11:37). En Apoc. 6:9 se los representa como habiendo muerto de esa manera ya que así era como morían los animales sacrificados junto al altar del holocausto en el Santuario terrenal. Cristo es representado en Apocalipsis como un Cordero sacrificado. Sus seguidores fieles son implícitamente retratados allí en los mismos términos (Apoc. 14:4). Cristo no murió degollado sino crucificado. Pero, así como cada corderito que representaba al futuro Mesías era sacrificado en el Templo mediante una incisión practicada en su pescuezo, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29) fue llevado “como cordero al matadero” (Isa. 53:7).
Él ya había advertido a sus fieles que tras su sacrificio lo esperaba la gloria (Fil. 2:5-7) y que la compartiría con ellos, pero que no hay corona sin cruz, ya que aceptarlo como su Señor y Dios los haría objeto de la ira de su enemigo, como ocurrió con él (2 Tim. 3:12).
El Cordero ya obtuvo la victoria, tanto para sí como para sus amigos fieles, cuando derrotó la muerte al resucitar. Por eso dijo a sus discípulos, mucho antes de que Jerusalén y Roma (tanto pagana como cristiana medieval) los persiguieran por ser fieles a su Maestro: “Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes” (Mat. 5:10-12; cf. 1 Ped. 2:11-23). “No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer” (Luc. 12:4). “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). “Yo le resucitaré en el día último” (Juan 6:40, 44, 54, DHH). RA
Una oración para hoy:
Cordero sacrificado y vencedor de la muerte, dame el valor para seguir tu ejemplo y no temer la ira del enemigo ni la oposición del mundo, por feroz que sea. Ayúdame a confiar en tu justicia y en la reivindicación final de tus testigos fieles.
SI, uno suponía que era una metáfora textos como estos que son aparentemente contradictorios a lo que enseña la Biblia sobre la muerte…hay otro caso donde Jesús tb nombra una situación con un par de muertos famosos como Abraham…