“He aquí la sabiduría: El que tiene entendimiento, entienda (qué representa) el número de la bestia […] seiscientos sesenta seis” (Apoc. 13:18, traducción del autor).
El Apocalipsis siempre ha sido un terreno fértil para la imaginación de los intérpretes, del que se han nutrido toda clase de especulaciones. Y si esto es cierto acerca del libro en general, lo es aún más respecto del célebre número 666, en el que se ha visto una velada designación de toda clase de personajes y cosas, desde emperadores romanos, figuras políticas y líderes religiosos, hasta supercomputadoras atiborradas de información personal de ciudadanos comunes y corrientes.
Como es lógico, el contenido de una carta circular como el Apocalipsis (Apoc. 1:4, 11; 22:16) debió tener algún grado de sentido y relevancia para su público original, amén de su significado pleno o consumativo para el futuro de la iglesia cristiana hasta el fin de la historia, sobre todo respecto de algunos momentos específicos previstos en ella (1:19). La manera misma en que Juan se expresa en el Apocalipsis da cuenta de que se estaba dirigiendo a sus contemporáneos, aunque no única o exclusivamente; su insistencia en la inminencia del fin da cuenta, además, de ello. En tal sentido, Juan dijo a su público original que la interpretación correcta del número 666 ya era posible en alguna medida, en sus días, para quienes tuvieran discernimiento espiritual concedido por Dios. De allí que use verbos conjugados en tiempo presente (Apoc. 13:18; 17:9; 2 Tes. 2:6, 7). “El que tiene oídos, oiga” (Apoc. 13:9) es el correlato más natural e inmediato de “El que tiene entendimiento, entienda” (Apoc. 13:18). A diferencia de lo que se dijo a Daniel cuando quiso comprender lo relativo al tiempo del fin (Dan. 12:9), Juan recibió la orden divina de no sellar lo que le fue revelado (Apoc. 22:10), pues ya era relevante en un sentido para sus días. Los escritores del Nuevo Testamento estaban convencidos de que vivían en las primicias inaugurales del fin.
En otro orden de cosas, parece innegable cierta relación entre la entidad espiritual corporativa representada como el cuerno pequeño de la cuarta bestia de Daniel 7, la fiera surgida del mar en Apocalipsis 13 y el “hombre de pecado”, “inicuo”, “hijo de perdición” o “misterio de iniquidad” del que habla el “pequeño Apocalipsis de Pablo”, como se conoce al capítulo 2 de 2 Tesalonicenses. Acerca de la relevancia inicial o inaugural de los dos últimos textos para el siglo primero, Pablo dijo a los cristianos de su época acerca de ese poder consumativamente futuro: “Ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tes. 2:7; 1 Juan 2:18-28).
Puesto que el cuerno pequeño de la cuarta bestia, representativa del Imperio Romano en Daniel 7, habría de aparecer plenamente en escena en el siglo VI, tras el surgimiento de los diez reinos bárbaros simbolizados por los cuernos de esa bestia, eso descarta de por sí el nombre de Nerón o de cualquier otro emperador detrás del 666 y del monstruo surgido del mar en Apocalipsis 13.
Además, si tanto el cuerno pequeño de Daniel como la bestia de Apocalipsis representan lo mismo que “el hombre de pecado” de 2 Tesalonicenses 2, el hecho de que esta figura simbólica político-religiosa habría de ser plenamente desenmascarada y destruida por Cristo recién en ocasión de su retorno a la Tierra, echa por tierra cualquier asociación con cualquier persona o institución que haya existido y desaparecido ya; lo cual implica, de paso, que el “hombre” de pecado de 2 Tesalonicenses 2 y el número de “hombre” en Apocalipsis 13 no se refieren literalmente a un ser humano de género masculino, sino a una entidad humana, a una realidad corporativa vinculada con Roma, de carácter eminentemente espiritual y hostil a los testigos fieles de la enseñanza de Jesucristo registrada en la Biblia. De hecho, si Pablo y Juan se hubieran estado refiriendo literalmente a un ser humano de género masculino, probablemente no habrían usado el término genérico ánthropos, sino el más específico anér (varón).
En vista de esa relevancia inicial, parcial y esencialmente decodificable del 600-60-6 para los cristianos del siglo primero, ¿cómo entendieron ellos y Juan el número de la bestia?
El próximo mes seguiremos desarrollando esta temática. RA
Gracias, Señor, por el discernimiento espiritual que siempre ofreces a los destinatarios de tus mensajes a fin de que nos resulten comprensibles. Gracias, porque ello no requiere genialidad ni imaginación. Solo disposición a ser instruidos por ti mediante tu Palabra y tu Espíritu.
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