Los años pasan y la vida cambia. Así, llega un momento que es muy anhelado por algunos y es crítico para otros: la edad de jubilarse.
Encontrarse con más tiempo libre para hacer nuevas actividades y no tener que ir al rutinario trabajo puede significar disfrutar más de la vida, de los hijos y de los nietos. Hay personas que al jubilarse gozan de buena salud y otros a quienes los avatares de la vida les han robado parte del bienestar. Precisamente, la edad de jubilarse puede estar acompañada de dolores propios de los años que pasaron y del intenso trabajo.
Uno de esos males es la osteoartritis. Se trata del desgaste del cartílago articular que principalmente afecta caderas, rodillas y manos. Su síntoma principal es el dolor, y al progresar disminuye la función de la articulación, que posteriormente tiende a deformarse. Esto aumenta más con la edad, y una de las causas que más afecta a la osteoartritis en las rodillas es la obesidad. En realidad, son varias las causas: la herencia, el género (afecta más a las mujeres que a los hombres), lesiones previas de los meniscos, el trabajo realizado toda la vida.
La célula principal en el cartílago es el condrocito, y en la osteoartritis se produce el desgaste del cartílago; es decir, la desaparición de un gran porcentaje de condrocitos.
Una articulación que no se moviliza pierde cartílago por falta de uso”.
Lo interesante es que nosotros podemos nutrir a los condrocitos para que no desaparezcan. La presencia de condrocitos sanos ayuda a que estos perduren por más tiempo y protege más la articulación. Hay varios estudios realizados con vitamina C, jugo de granada y otras frutas que, por su efecto antioxidante, reducen la inflamación de los condrocitos y disminuyen el desgaste articular.
Se ha observado que puede haber una relación entre la falta de magnesio y la osteoartritis. Al aumentar la ingestión de alimentos con magnesio, disminuye la proteína C reactiva (PCR), la cual es un marcador de inflamación. Aquí ocurre algo similar a lo que hacen los antioxidantes de las frutas. El magnesio colabora reduciendo la inflamación de los condrocitos, disminuyendo el dolor y mejorando la motilidad de la articulación afectada. Además, aumenta la producción de nuevos condrocitos. Este mineral se lo encuentra en los cereales y en las verduras de hoja, ya que la clorofila tiene magnesio.
Si logramos reducir la inflamación de los condrocitos con alimentos ricos en antioxidantes y magnesio, no podemos dejar de lado el apoyo sustancial del ejercicio. Una articulación que no se moviliza pierde cartílago por falta de uso. Debemos movernos, caminar en forma periódica, andar en bicicleta, hacer ejercicios en una piscina, todo lo necesario para fortalecer los músculos y estimular a los condrocitos a desarrollarse. Utiliza toda herramienta que ayude a disminuir el desgaste articular.
Dice el salmista: “Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo […]. No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo mientras yo era formado en lo secreto. […] Oh Dios, qué profundos me son tus pensamientos; ¡infinito es el conjunto de ellos!” (Sal. 139:13-17, Dios habla hoy).
Así como nuestro Padre se detuvo en cada detalle de nuestro desarrollo cuando nos formó en el vientre materno, se preocupa ahora por aquel que ya ha avanzado en su vida. Pero el fin principal de todo es la salvación, y hoy podemos ser, a cualquier edad, instrumentos de salvación para otros. Pidamos a Dios más del Espíritu Santo, que nos capacite para seguir siendo “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9). RA
0 comentarios