“Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón” (Apoc. 13:11).
La literatura infantil tradicional y la pantalla grande han logrado que la palabra “dragón” esté, inevitablemente, asociada con la idea de un monstruo volador de aspecto temible, que lanza fuego por la boca y humo por las narices. ¿Así se expresa un dragón? Sin duda, debe ser atemorizador.
Sin embargo, la palabra griega drákon, traducida al castellano como “dragón” en Apocalipsis, significa “serpiente”. Esto resulta evidente en Apocalipsis 12:9, donde Juan dice que el dragón no es otro que la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás.
Y esto nos retrotrae al Edén, donde la estrategia que la serpiente usó con Eva no fue postrarla de terror lanzando un sonido escalofriante, sino susurrarle con su boca seductoras mentiras: “No moriréis […] seréis como Dios” (Gén. 3:4, 5).
En el reino animal, ¿qué sonido emite una serpiente cuando acecha a su presa? Ninguno. En el aspecto retórico, la metáfora se aplica. La estrategia de Satanás es casi infalible: parecer inocuo como un Cordero (Apoc. 13:11; Hech. 20:29), con la intención de que su naturaleza letal no espante a su acechada presa. En este sentido, la palabra traducida como “persiguió”, en Apocalipsis 12:13, también denota el sentido de “ir en pos o en procura de alguien como un blanco u objetivo”; ciertamente no con buenas intenciones pero tampoco de manera abiertamente hostil.
Apocalipsis 12 dice que la estrategia del dragón en contra de la mujer consistió en arrojar un río –no un mar rugiente y tempestuoso–, desde su boca, no para ahogarla, sino “para que la corriente la arrastrara” (NVI). Juan vio también que la tierra ayudó a la mujer tragando ese río (vers. 16). Cuando el pueblo de Dios, representado en la Biblia como la esposa de Cristo, fue liberado por Dios del yugo egipcio, el diablo lanzó tras ellos al ejército de faraón, que no fue tragado por la tierra sino por el Mar Rojo .
Sin embargo, el enemigo tuvo éxito en pleno desierto, cuando arrastró a una parte importante del pueblo de Dios mediante el seductor río de la idolatría liderada por la multitud mixta salida de Egipto, Aarón incluido, y por la rebelión de Coré, Datán y Abirán. Ese “río” sí fue tragado literalmente por la tierra (Núm. 16:32; 26:10; Jud. 11); episodio probablemente evocado en Apocalipsis 12:16.
Si la estrategia usada por la serpiente contra la mujer (al menos en un primer momento) es el engaño seductor, las mentiras dulces y halagüeñas, antes que la hostilidad abierta, sería de esperarse que esa fuera también la manera en que hace luego guerra contra el resto de su descendencia.
La supresión física de los fieles de Dios por medio de la violencia persecutoria siempre ha sido la fase última y desesperada del mal encarnado en hombres e instituciones, que actúan como sus agentes. No obstante, la historia bíblica y la secular muestran también que el halago y la seducción siempre han resultado, para el mal, más redituables que la violencia.
Ya en las cartas a las siete iglesias –síntesis y mapa de ruta del resto del libro–, la derrota de buena parte del pueblo de Dios es espiritual, no física, y ocurre a manos de “caballos de Troya” como Balaam (“el que derrota al pueblo”, en hebreo) y los nicolaítas (“los que derrotan al pueblo”, en griego). La victoria del jinete del caballo blanco (19:19) en la batalla del Armagedón (16:14; 20:8) no es militar, sino espiritual (2 Tes. 2:8; Efe. 6:11-17). Por su parte, Juan dice que los testigos fieles del Cordero “han vencido” (nikáo) a la serpiente no con armas literales, sino por medio de la sangre del Cordero (Apoc. 12:11); aunque a veces al precio de sus vidas (6:9-11). Juan dice que en sus bocas no fue hallada ninguna de las seductoras mentiras que brotan de la boca de la serpiente y de sus secuaces (Apoc. 14:5).
Los escritores inspirados coinciden en que justo antes del final de la historia humana el mundo será fascinado por la serpiente mediante un despliegue inusitado de señales y prodigios que cautivarán los sentidos (2 Cor. 11:14; Gál. 1:8, 9; 2 Tes. 2:8-10; Apoc. 13:13, 14). Y no por la fuerza, que es el último recurso contra los pocos que rehúsen adorar al falso Cristo (Dan. 3:14-23; 2 Tes. 2:3, 4; Mat. 24:24; Hech. 20:29). Babilonia, insaciablemente infiel, hechiza al mundo con sus encantos, con el embriagador vino de su fornicación (Apoc. 17:4; 18:23) antes de beber la sangre de los testigos fieles, de los profetas y los santos (Apoc. 17:6; 18:24). RA
La seductora serpiente antigua , utilizó esta estrategia en el cielo, luego en el Edén ,en la historia humana.