“Bienaventurados los que lavan sus ropas” (Apoc. 22:14, RVR 1960).
La Biblia fue preservada y transmitida durante los primeros mil seiscientos años del cristianismo mediante copias manuscritas, hasta que ocurrió el gran invento de la imprenta en el siglo XVI. El factor humano (errores al copiar e intentos de mejorar el texto) se hizo inevitablemente evidente en el proceso. Eso explica que los miles de manuscritos del Nuevo Testamento que han llegado hasta nosotros difieran aquí y allá, generalmente en cuestiones que no son teológicamente significativas. Algunos investigadores han calculado que una de cada siete palabras del Nuevo Testamento aparece de manera diferente en distintos manuscritos; pero que solo una de cada mil variaciones representa una diferencia de sentido, aunque no necesariamente con implicaciones teológicas serias. De hecho, existen miles de variaciones textuales insignificantes.
Puesto que el Nuevo Testamento contiene unas doscientas mil palabras en su idioma original, si una de cada mil afecta el sentido, eso significa que existen alrededor de doscientos lugares del Nuevo Testamento donde las diferencias entre un manuscrito y otro tienen alguna relevancia teológica, aunque no del mismo peso en todos los casos. ¿Cómo saber, pues, cuál de dos formas diferentes para un mismo versículo fue la que salió originalmente de la pluma de un escritor bíblico? Aquí entra en juego una disciplina nacida, básicamente, en el siglo XIX y conocida como “Crítica” o “Análisis textual”, que se encarga de comparar todas las variantes de un mismo versículo en los miles de manuscritos del Nuevo Testamento griego, a fin de tratar de decidir cuál de ellas tiene mayores probabilidades de ser la original.
¿Qué criterios se usan para ello? Uno es la antigüedad de los manuscritos. Teóricamente, cuánto más antigua es una copia, más cerca estará del original y, por ende, menor fue la incidencia del factor humano hasta llegar a ella. Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento datan de los siglos II y III.
Otro criterio es el tipo de texto griego que contiene esa forma del versículo y la antigüedad de ese tipo de texto. Hay copias del Nuevo Testamento cuyo texto es más breve y menos refinado “editorialmente”. Esa forma de texto se habría originado en el siglo II. Se da por sentado que cuanto más breve y simple es un texto mayor es su antigüedad.
Un tercer criterio que se tiene en cuenta es el vocabulario, el estilo y el pensamiento distintivos del escritor bíblico mismo. Entre dos formas diferentes de un mismo versículo, se prefiere la más paulina, petrina o joanina, según el caso.
En Apocalipsis 22:14, se da un caso singular. La versión Reina-Valera de 1901 reza: “Bienaventurados los que guardan sus mandamientos”. Y la de 1960 dice: “Bienaventurados los que lavan sus ropas”. En el griego, las dos versiones se parecen mucho, lo que sugiere que un copista generó, involuntariamente, una de las dos formas por error. Vean la semejanza:
–HOIPLUNONTESTASSTOLASAUTON (“los que lavan sus vestiduras”)
–HOIPOIOUNTESTASENTOLASAUTOU (“los que guardan sus mandamientos”)
En favor de la opción “lavan sus vestiduras” como la preferible, y acerca de “guardan sus mandamientos” como una enmienda de algún copista posterior, cierta autoridad en el Apocalipsis expresa lo siguiente: “Las presuposiciones de los copistas habrían favorecido ‘los que guardan sus mandamientos’, en lugar de ‘los que lavan sus vestiduras’ ” (Henry B. Swete, The Apocalypse of St. John [Grand Rapids: Eerdmans, 1951], p. 307). Si esto es así, ello implica que esos copistas del siglo IV, y a lo largo de la Edad Media, creían aún en la vigencia de la Ley de Dios siglos después de Cristo y los apóstoles.
Sobre la base de todo lo dicho, ¿cómo decidir entre “guardar los Mandamientos” y “lavar las vestiduras”? La segunda opción aparece en los manuscritos griegos más antiguos disponibles, algunos de los cuales preservan además la forma de texto más breve. En cuanto al vocabulario y al estilo distintivamente joaninos, ambas opciones son posibles, ya que Juan habla en otras partes del Apocalipsis y en otros escritos suyos de la observancia de los Mandamientos como marca distintiva del pueblo de Dios, y como evidencia externa de la presencia del Espíritu en la vida del creyente que ha sido justificado por la fe. Por otra parte, Juan se refiere, en Apocalipsis 7:14, a los 144.000 como “quienes han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” ( Apoc. 1:5; 12:11; Juan 13:10; 1 Juan 1:7).
No hay manera de saber a ciencia cierta cuál de las dos versiones de este texto escribió Juan, lo cual no afecta en nada la doctrina bíblica. RA
Precioso aporte pastor. Gracias por compartirlo
Excelente, siempre me llamo la atención estas dos variantes.
Yo le preguntaba al Señor que significaba lavar las ropas. Ahora me queda claro Pastir. Dios le bendiga