SOLO TENGO TUS MANOS

19/09/2025

Día 2 | Semana de oración «Rumbo a las estrellas»

Cuando vándalos rompieron las manos de una estatua de Jesús afuera de una iglesia en San Diego (California, EE. UU.), un obrero de la iglesia colocó un letrero donde pudiera ser visto por los automovilistas que pasaban. Más que un mensaje de condena para los responsables de los daños, fue un mensaje que atrajo al mundo. El letrero decía: «Solo tengo tus manos».

Justo antes de que Jesús dejara nuestro planeta y ascendiera al cielo, les dijo a sus amigos más cercanos: «Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra» (Hech. 1:8). Esas palabras repetían lo que les había dicho en Mateo 28:19 y 20: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado».

La gran comisión comunica una importante verdad. Jesús no tiene más manos que las de sus seguidores. Al despedirse de sus discípulos, les encomendó la obra de alcanzar un mundo perdido con el mensaje de salvación del evangelio.

En el presente, se estima que, de los más de ocho mil millones de habitantes del mundo, menos de dos mil quinientos millones son cristianos.1 Muchos de los aproximadamente cinco mil quinientos millones que no son cristianos ni siquiera han oído hablar de Jesús o de la cruz. ¿Cómo, entonces, puede impactar la iglesia, o el miembro de iglesia, a una población tan vasta?

LOS PERDIDOS

En Lucas 15, Jesús enseñó tres parábolas separadas para que su pueblo se aferrase al privilegio de compartir a Cristo con los demás. Aunque de naturaleza similar, las parábolas enfatizan diferentes verdades.

El hijo pródigo se curó de su egocentrismo después de perder todo lo que pensó que le traería felicidad. Recordando el amor que había experimentado, regresó a casa sin dinero ni orgullo; dispuesto a aceptar la función de siervo, si eso significaba estar cerca de su padre. La parábola del hijo perdido enseña algo importante sobre el corazón de Dios. Aunque una persona elija abandonarlo, él no abandona a los perdidos. Mientras estaba en una pocilga y el hambre le carcomía el estómago, el joven «volvió en sí» (vea Luc. 15:17) porque escuchó que el Espíritu de Dios le hablaba al corazón. El Espíritu Santo todavía persigue al pecador errante, llamándolo a regresar a la seguridad del corazón solícito de Dios. Él no deja que los perdidos encuentren por sí solos el camino de regreso al hogar.

A diferencia del hijo pródigo, la moneda perdida en una casa no sabía que se había perdido. Su dueña recorrió la casa buscándola hasta que encontró esa valiosa posesión. La mujer que perdió la moneda perdió algo de valor y el padre perdió a uno de sus hijos. La otra parábola, sin embargo, cuenta la historia de un hombre que perdió el uno por ciento de su rebaño. Aunque los caballos, toros y vacas pueden venderse a alto precio, una oveja no es demasiado valiosa. Sin embargo, en la parábola de la oveja perdida, un pastor deja noventa y nueve ovejas para aventurarse en un lugar peligroso con el fin de traer de vuelta a la oveja que le falta.

Es un milagro que el pastor supiera que una de sus ovejas había desaparecido. Es imposible, con solo mirar, distinguir que en lugar de cien, hay noventa y nueve ovejas. Está claro que el pastor vigilaba con esmero a su rebaño, lo que representa el inmenso amor que Dios tiene por sus hijos. Dios se da cuenta cuando uno se aleja, y se preocupa por ese descarriado lo suficiente como para emprender la misión de rescate más costosa en la historia del universo. En El Deseado de todas las gentes, Elena White escribe: «Un alma es de tanto valor que, en comparación con ella, los mundos se reducen a la insignificancia».

La pregunta de Jesús a los fariseos está dirigida también hoy a su iglesia: «¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?» (Luc. 15:4). Era una pregunta retórica. ¡Por supuesto que buscarían la oveja perdida! Como lo expresó Jesús en otra ocasión: «Pero, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja?» (Mat. 12:12).

LO QUE DIOS VE

Un día caminaba cerca de mi casa, cuando escuché un golpe suave y apagado a mi lado. Al investigar, vi a una criatura pequeña y de aspecto extraño con marcas que se parecían a ojos y dos antenas que se movían de un lado a otro. Fotografié y filmé a la criatura parecida a una oruga y me fui a casa a mostrársela a mi esposa.

Su respuesta fue directa. «¿Dónde está? ¡Tenemos que salvarla! ¡Muéstrame dónde está de inmediato!». Tomó un recipiente, salió a la calle, la recogió y la llevó a casa. Después de una rápida búsqueda en línea, descubrió que era la larva de una mariposa “cola de golondrina”.

Después de prepararle un hogar, colocó a la larva en su nuevo hábitat. Esperamos y observamos, pero en los días que siguieron, pareció no hacer nada nuevo. Un par de semanas después, recibí un emocionado mensaje de texto de mi esposa. «¡Mira esto!», escribió. Mientras nadie miraba, había emergido una hermosa mariposa amarilla y negra. Extendió sus alas a la cálida luz del sol, antes de elevarse en el aire y volar a lugares desconocidos.

Aunque yo había visto algo extraño, mi esposa vio más que eso: lo que podía ser; y se compadeció de una criatura indefensa.
Donde usted ve a un perdido, Dios ve lo que podría ser un testimonio valiente de la verdad. Donde usted ve a alguien que no tiene respeto por la Biblia, Dios ve a un potencial maestro, pastor o misionero. Donde usted ve un alma descuidada, Dios ve a alguien pasible de ser transformado y usado para compartir la luz del evangelio con los demás.

Dado que hay miles de millones de personas que no conocen la salvación de Jesús, y se dirigen a la tumba sin saber de él, la compasión exige que lleguemos hasta esa gente con las buenas nuevas de la salvación por medio de Cristo. Aunque algunos vieron a un endemoniado, Jesús vio a un misionero, que poco después, «…se fue y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él» (Mar. 5:20). Después de encontrarse con Jesús, la mujer junto al pozo regresó a su casa como obrera del evangelio. «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? […]. Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: “Me dijo todo lo que he hecho”» (Juan 4:29, 39).

«Y será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin» (Mat. 24:14). Jesús le habla a su iglesia hoy, diciéndole: «Solo tengo tus manos»

John Bradshaw, pastor y presidente de It Is Written (Escrito está), un ministerio de medios de evangelización con sede en Collegedale (Tennessee, EE. UU.).

Día 1: https://revistaadventista.editorialaces.com/la-esperanza-de-los-siglos/

Día 3:https://revistaadventista.editorialaces.com/la-mision/

Día 4: https://revistaadventista.editorialaces.com/la-larga-espera/

Día 5:Próximamente

Día 6:Próximamente

Día 7:Próximamente

Día 8Próximamente

Artículos relacionados

LA LARGA ESPERA

LA LARGA ESPERA

Día 4 | Semana de oración "Rumbo a las estrellas" Esperar puede ser difícil. Tras el colapso de una sección de un túnel en construcción al norte del Himalaya, en noviembre de 2023, cuarenta y un obreros quedaron atrapados detrás de una enorme pila de escombros. Se...

LA MISIÓN

LA MISIÓN

Día 3 | Semana de oración "Rumbo a las estrellas" Aquellos que después del chasco, siguieron adelante con fe, recibieron un mandato divino de llevar el evangelio al mundo. Puede ser fácil de olvidar. Olvidarse de un compromiso o de dónde dejamos las llaves no es algo...

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *