UN SOLO CUERPO

02/07/2025

Fortaleciendo la vida eclesiástica para evitar los riesgos del congregacionalismo.

En muchas ocasiones, el deseo saludable de una mayor participación congregacional es malinterpretado, y eso da lugar a un intento de administración eclesiástica que sustituye el liderazgo espiritual por el control popular.

El congregacionalismo, aunque promueve la participación de los miembros, también conlleva algunos riesgos si no se equilibra con los principios bíblicos. De este modo, es posible colocar la palabra humana del “así digo yo” por encima de la palabra divina del “así dice el Señor”.

Además, el congregacionalismo puede contribuir al surgimiento de énfasis individualistas, debilitar el liderazgo general, contribuir al secularismo, menguar la unidad, producir divisiones, generar politización y paralizar la misión.

Al escribir a los Efesios, Pablo afirma: “Un solo cuerpo y un solo Espíritu, tal como ustedes fueron llamados a una misma esperanza gloriosa para el futuro. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, en todos y vive por medio de todos” (Efe. 4:4-6, NTV). Al incorporar este parámetro, necesitamos fortalecer la vida participativa de la iglesia a fin de honrar el designio de Dios y evitar los peligros del congregacionalismo.

¿Cómo podemos hacerlo? Veamos:

Fortaleciendo el liderazgo según el modelo de Jesús. Este liderazgo no se implementaba para dominar, sino para guiar y cuidar del rebaño. No hemos sido llamados para adquirir un poder terrenal, sino para el servicio y la dirección espiritual (1 Ped. 5:1-4).

Buscando la dirección del Espíritu Santo.  Orando, estudiando la Biblia y ayunando, lograremos conocer mejor la voluntad de Dios. Esto es más importante que buscar el aplauso de la mayoría (Hech. 13:2, 3).

Formando discípulos fieles y fructíferos. El propósito es edificar a los santos hasta la madurez. Una iglesia madura no decide por emociones, sino por convicciones bíblicas (Efe. 4:11-13).

Edificando la Iglesia. Esto se logra respetando la distribución divina de los dones espirituales, integrando y movilizando a todos los miembros en la misión (1 Cor. 12:1-11).

Centrando la iglesia en la misión, no en la división. Porque cuando se pierde el enfoque misionero, la iglesia se vuelve crítica y se divide. Una iglesia centrada en la evangelización, el servicio y el discipulado no tiene tiempo para disputas de poder (Mat. 28:19, 20).

Cultivando la unidad y el apoyo mutuo. Esto sucede al comprender que somos una familia espiritual donde reinan el amor, el respeto y la humildad. La sumisión mutua significa que todos cedemos por el bien del cuerpo. Además, promueve una cultura de humildad y cooperación donde no hay lugar para el orgullo o la competencia (Fil. 2:3, 4).

La unidad debe estar centrada en Cristo y en su Palabra. En el texto ya mencionado de Efesios 4, Pablo presenta las siete realidades espirituales básicas de la unidad por las que Cristo oró.

Un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo, del cual cada creyente es parte del todo.

Un solo Espíritu: el Espíritu Santo que mora en cada creyente.

Una sola esperanza: el regreso del Señor para llevar al cielo a su iglesia, comprada con el elevado precio de su propia sangre.

Un solo Señor: Dios encarnado, crucificado, resucitado, que hoy intercede por nosotros y pronto vendrá.

Una sola fe: Somos columna y baluarte de la verdad, creyendo, viviendo y compartiendo la fe.

Un solo bautismo: El pecador necesita nacer de nuevo, por medio del agua y del Espíritu. El bautismo es la puerta de entrada al cuerpo de Cristo, que es la iglesia.

Un solo Dios y un solo Padre: Esto nos proporciona una familia. Es un padre, no muchos padres. Padre nuestro, no padre mío.

Elena de White escribió: “Algunos han promovido la idea de que, a medida que nos acerquemos al fin del tiempo, cada hijo de Dios actuará independientemente de toda organización religiosa. Pero he sido instruida por el Señor en el sentido de que en esta obra no existe tal cosa como que cada hombre puede ser independiente. Todas las estrellas del cielo están sujetas a la ley, y cada una influye sobre las demás para hacer la voluntad de Dios, sometiendo su obediencia común a la ley que controla sus funcionamientos. Y con el fin de que la obra de Dios pueda avanzar de manera saludable y sólida, su pueblo debe desplazarse unido” (Testimonios para los ministros, pp. 500, 501). Que Dios nos ayude a cumplir sus propósitos.

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