TESOROS EN VASIJAS DE BARRO

¿Has pensado alguna vez que Dios te tiene confianza?

En el cercano oriente antiguo, era usual guardar el oro y la plata en vasijas de barro. Y esta práctica le daba un sentido muy gráfico a lo que Pablo escribió una vez a los corintios: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestro corazón, para que podamos conocer la gloria de Dios que brilla en el rostro de Cristo. Sin embargo, tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros” (2 Cor. 4:6, 7).

Pablo está hablando a los corintios sobre su ministerio y los invita a mirarlo como una frágil vasija de barro que era usada hoy pero tal vez mañana se rompería. Sin embargo, lo que él estaba predicando y enseñando, y lo que tenía en su interior, era el precioso evangelio de Jesucristo, un tesoro eterno.

El Señor Jesús lo había liberado de la oscuridad y de la infatuación de la ignorancia que se creía sabia. Lo había sacado del pozo de la violencia y el dogmatismo que Pablo había considerado un lugar exaltado. Había transformado su vida completamente. Y había puesto en sus manos una misión: ser un instrumento de transformación para los demás.

Como sabemos, esa misión venía acompañada de sufrimientos y dificultades. La vida de Pablo se convirtió en una vasija de barro, frágil y vulnerable. Con todo, esta realidad le enseñó que el poder de Dios se manifiesta en la debilidad de todos los que se consagran a él. Muchos comprendemos esta realidad e incluso hasta la vivimos en nuestra propia vida. Nos damos cuenta de que Dios nos confía sus planes y nos ayuda a poner manos a la obra. El equipo de trabajo es sumamente desparejo: barro y oro trabajando juntos. Pero funciona. Aunque a veces nuestro barro sea demasiado barro.

Se cuenta la historia de un pastor, ya mayor, que después de haber servido por muchos años en África como misionero junto con su esposa, volvió a su tierra natal. Allí participó en una serie de reuniones con otros pastores. Cuando hablaba, a veces se iba por las ramas o no tenía la elocuencia que otros mostraban. De más está decir que no causó una fuerte impresión en el grupo.

Hasta que un día, uno de los pastores que habían participado en esas reuniones viajó al África. Mientras visitaba diferentes iglesias, muchas personas le preguntaban si conocía a aquel pastor. Él había ayudado a fundar esas iglesias. De camino por lugares alejados de los centros urbanos, se encontró con ancianos que le preguntaban por aquel pastor. Él les había hablado de su Maestro.

Este buen hombre no era el mejor hablando, pero sabía servir y compartir su testimonio con los que lo deseaban escuchar. Se perdía en lo que estaba diciendo, pero el mensaje de su dedicación llegaba a los corazones. No era el mejor predicador, pero era una fuente de motivación espiritual para muchos.

Cuando nos miramos a nosotros mismos o a los demás, vemos vasijas de barro. Algunos de nosotros con más barro que otros. Y después miramos lo que Dios está haciendo a través de nosotros, lo pensamos bien, y nos quedamos sorprendidos.

Sí, Jesús, nuestro Señor, nos saca de nuestras oscuridades para que seamos útiles en su obra. Y, a pesar de nuestras debilidades y deficiencias, de los problemas y las crisis que debemos enfrentar, se deleita en poner sus tesoros en nuestras vasijas. ¡Dios nos tiene confianza! Nos honra con su presencia, su luz, sus posibilidades, y nos envía a ser agentes de transformación junto a él. Los aplausos por los buenos resultados no serán para nosotros sino para él. Pero la felicidad de ser parte de su historia será siempre un tesoro que llenará nuestra vida de sentido.

  • Lorena Finis de Mayer

    Lorena Finis de Mayer es argentina y escribe desde Berna, Suiza. Desde hace varios años es columnista en la Revista Adventista y sus artículos son muy valorados por la exacta combinación de sencillez y profundidad.

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