DESTINO FINAL

13/01/2025

¿Qué enseña la Biblia sobre la predestinación?

En Romanos 8:29 y 30 se dice que Dios, “a los que de antemano conoció, también los predestinó a que fuesen modelados a la imagen de su Hijo […], y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó” (RVR 1960). En Efesios 1:4, 5 y 11 leemos que Dios “nos predestinó para ser sus hijos adoptivos por Jesucristo […]. En él hemos obtenido también una herencia, habiendo sido predestinados conforme al plan del que hace todo según el propósito de su voluntad” (RVR 1960). A partir de estos pasajes bíblicos, Agustín de Hipona (354-430 d.C.) y unos mil años después Lutero y especialmente Calvino, interpretaron que Dios eligió arbitrariamente a unos para la salvación y a otros para la condenación. Todo esto, desde luego, sin tomar en cuenta las decisiones individuales que pudieran hacer estas personas.

El deseo de Dios para el hombre

Sin embargo, esta teoría de una predestinación arbitraria no es una enseñanza bíblica. En la Escritura se puede ver que Dios “desea que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4, RVR 1960), y que “no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9, RVR 1960).

Así, estos textos demuestran que Dios no ha determinado por decreto que unos se salven y otros se pierdan. En realidad, él desea que todos sean salvos. Esa es la razón por la cual, a lo largo de la Biblia, existen muchos llamados en los que Dios pide a las personas que escojan el camino a la salvación.

Por ejemplo, en Deuteronomio 30:19, Dios dice: “He puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que vivas tú y tus descendientes” (RVR 1960). Y en Ezequiel 33:11 se afirma que Dios no desea la muerte del impío, sino que se arrepienta de su mal camino y que viva. La misma idea aparece en Apocalipsis 22:17: “El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga también diga: ‘¡Ven!’ Y el que tiene sed venga, y el que quiera tome del agua de la vida gratuitamente” (RVR 1960). En contraste, no existe ningún texto biblico que diga que Dios desee la condenación de los pecadores.

La predestinación bíblica

En armonía con lo anterior, la predestinación bíblica es la provisión divina para la redención de la humanidad, predeterminada desde antes de la Creación (1 Cor. 2:7, 8; 1 Ped. 1:20), de que todos los seres humanos sean salvos a través de la fe en Cristo Jesús (Efe. 1:4, 5). Dios, que tiene un conocimiento del futuro, previó la caída de la raza humana en el pecado. Esta fue la razón por la que ideó el plan de salvación para los pecadores. Cristo vendría como nuestro Representante, para morir en nuestro lugar (Rom. 3:21-26; 5:6-11).

De este modo, los que ejercieran fe en Jesús como su Salvador recibirían la vida eterna y serían restaurados a la condición de hijos de Dios (Juan 1:12; Efe. 1:4-10; 2:8); pero los que rechazaren este plan automáticamente se perderían por su propia decisión personal.

Lo anterior está claramente explicado en Juan 3:16 al 20: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (RVR 1960). Nótese que Dios amó al “mundo”, no que “amó” a unos y “despreció” a otros. Así también, la condición para que toda persona sea salva es que “crea” en el Hijo de Dios. Según el versículo 18, “el que cree en él no es condenado. Pero el que no cree ya está condenado, porque no creyó en el nombre del único Hijo de Dios”.

La razón que Juan da para que las personas que se condenan no crean no es que Dios así lo ha determinado, sino que ellos mismos “amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra el mal aborrece la luz y no viene a la luz, para que no se descubran sus obras” (vers. 19, 20). Como ya se dijo, aunque Dios conoce el futuro, y sabe las decisiones que las personas tomarán, su conocimiento no determina ni fuerza su voluntad. Esta es la razón por la que insta a la humanidad a escoger por la vida eterna que él les ofrece (Jos. 24:15; Isa. 1:16, 20).

Entonces, ¿por qué se dice que Dios “amó” a Jacob, pero “desestimó” a Esaú, y que “endureció” el corazón del Faraón (Rom. 9:13, 17, 18)? En estos textos no se está hablando de elección para la salvación, sino de la elección que Dios hace de ciertas personas para cumplir alguna misión. En otras palabras, la salvación seguía disponible para Esaú y Jacob, pero Dios escogió a Jacob para traer de su linaje al Mesías. Y, con respecto al Faraón, los escritores bíblicos presentan a Dios como haciendo lo que en realidad él permite. Es decir, Dios no impidió que el Faraón endureciera su corazón (Éxo. 7:13, 22; 8:15, 19, 32; 9:7, 12, 35), pero no ordenó que haya sucedido así.

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