El verdadero espíritu de la Navidad.
“Cuando era niña todos recibían regalos para Navidad. Pero, en mi hogar, mis padres eran muy pobres y en casa no había regalos. Quisiera que la Navidad no existiera”.
Paula.
Paula, lamento que hayas tenido una infancia con recuerdos tan amargos. Un consejo que puedo darte es que puedas ver que la Navidad (o cualquier época del año) no se trata de recibir regalos o ingerir alimentos de manera intemperante. Nada de eso. La Navidad se trata de dar. Aunque no tenemos certeza de la fecha exacta, recordamos que Dios se regaló a sí mismo a través de su Hijo al nacer en el pesebre de Belén. ¡Fue el acto más dadivoso de la historia humana! ¿Te lo puedo explicar con una historia?
Una señora estaba muy ansiosa haciendo las compras de última hora en Navidad para sus nietos. La tienda estaba repleta de personas. De repente, tuvo una experiencia conmovedora. Observó en una esquina a un niño, como de cinco años, que sostenía una bonita muñeca. La acariciaba y la sostenía muy tiernamente. La mujer se quedó mirándolo y preguntándose para quién sería esa muñeca.
En ese momento se le acercó una mujer al niño, a la que él llamó “tía”. El niño le preguntó:
—¿Estás segura de que no me alcanza la plata?
—Tú sabes que no tienes suficiente dinero para comprarla —le contestó fríamente la mujer.
Luego, ella le dijo al niño que se quedara allí mientras buscaba otras cosas. El niño continuó sosteniendo la muñeca. Después de un rato, la señora que lo observaba se le acercó y le preguntó para quién era la muñeca. El niño contestó:
—Esta muñeca es la que mi hermanita anhelaba darle a mi mamá para Navidad. Ella estaba segura de que la podría comprar.
—Seguramente la va a comprar muy pronto —le contestó la señora.
—No —contestó el niño—, porque ahora está dormida.
—¿Dónde está tu hermanita? —dijo la señora.
—Me dijeron que está durmiendo en Jesús —contestó el niño, con cara muy triste—. Y mi papá dice que mi mamá también se va a quedar dormida.
La señora se quedó en silencio, paralizada por la emoción. El niño continuó:
—Le dije a papá que le pida a mamá que no se duerma todavía. Que esperara un poco hasta que yo regresara de la tienda… Quiero mucho a mi mamá, y no quisiera que ella se vaya. Pero papá dice que ella también va a quedar dormida como mi hermanita.
Entonces el niño bajó su cabeza y se quedó muy callado. Mientras él no miraba, la señora sacó unos billetes de la cartera y los puso en el bolsillo del niño. Luego le dijo:
—A ver, contemos tu dinero… tal vez te alcance.
El niño se entusiasmó y comentó: “Yo sé que será suficiente”. Así, comenzó a contar el dinero, ¡y descubrió que ahora alcanzaba para pagar la muñeca!
El niño, con voz muy suave, declaró: “Gracias, Jesús, por darme el dinero necesario”. Y luego comentó:
—Le acababa de pedir a Jesús que me diera el dinero para comprar esta muñeca. Y él oyó mi oración. Yo también le quería pedir dinero para comprarle a mi mamá una rosa blanca, y lo hizo. ¡Jesús me acaba de dar lo suficiente para comprar la muñeca y la rosa para mi mamá! A ella le gustan mucho las rosas.
Después de unos minutos, la tía del niño regresó, y la señora que lo observaba se fue tranquila, sin apremios ni el mal humor que tenía antes, al haber descubierto el verdadero espíritu de la Navidad. ¿Cuál es? El que se registra en la Biblia: “Es más dichoso dar que recibir” (Hech. 20:35).
“Se acerca la época de las fiestas con su intercambio de regalos, y tanto los jóvenes como los adultos consideran atentamente qué pueden dar a sus amigos en señal de afectuoso recuerdo. Por insignificantes que sean los regalos, es agradable recibirlos de aquellos a quienes amamos. Constituyen una demostración de que no nos han olvidado, y parecen estrechar un poco más los lazos que nos unen con ellos. […] Está bien que nos otorguemos unos a otros pruebas de cariño y aprecio con tal que no olvidemos a Dios, nuestro mejor Amigo. Debemos hacer regalos que sean de verdadero beneficio para quienes los reciban. Yo recomendaría libros que ayuden a comprender la Palabra de Dios o que acrecienten nuestro amor por sus preceptos. Proveamos algo que leer para las largas veladas [de fin de año]” (Elena de White, El hogar cristiano, capítulo 77 [“La Navidad”]).
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