¿Tuvo ventajas para triunfar ante las tentaciones?
Algunos afirman que si Jesús no hubiera venido con la misma naturaleza pecaminosa que nosotros él no podría entendernos cuando somos tentados. Entonces sus tentaciones serían casi una farsa, pues él tendría ventajas sobre nosotros y no podría ser nuestro Ejemplo. Sin embargo, esto es errado. La Biblia no enseña que para que una tentación sea real hay que poseer una naturaleza pecaminosa. Adán fue creado sin pecado y experimentó la tentación (Gén. 3).
En realidad, para que una tentación sea verdadera se requieren dos requisitos: ser humano y tener la posiblidad de caer. Cristo ¿cumplió estos requisitos? Veamos.
Fue verdaderamente humano
En los inicios del cristianismo, los gnósticos docetistas (del griego dokeo, “parecer”) negaban la encarnación real de Cristo. Afirmaban que cuando Cristo vino a esta Tierra él solo “aparentaba” ser humano, pero no lo era realmente.
A esta clase de herejía se opuso Juan cuando dijo que si alguien niega la verdadera encarnación de Cristo es un falso profeta (1 Juan 4:2, 3). Jesús se hizo “carne” y “carne y sangre”, lo que significa que asumió nuestra misma naturaleza humana (Juan 1:14; Heb. 2:14). Algunos han pensado que, si se hizo “carne”, también debió adquirir nuestra naturaleza pecaminosa.
No obstante, aquí hay dos cosas para tomar en cuenta:
1-Él no nació como producto de las relaciones entre humanos, sino que —siendo Dios— fue trasladado al vientre de María por el Espíritu Santo (Juan 1:1, 14; Fil. 2:5-8; Mat. 1:18). Esa es una abismal diferencia entre su nacimiento y el nuestro.
2-En Juan 1:14 y en Hebreos 2:14, el sentido de las palabras “carne”, “carne y sangre” no significa “naturaleza pecaminosa”, sino que se hizo verdaderamente humano. Es decir, con nuestras mismas sensaciones y emociones como dolor, cansancio, llanto, frustración, etc, (Mat. 4:2; 8:24; Juan 4:26; Heb. 5:7), excepto las tendencias pecaminosas. Elena de White explica que Cristo asumió la humanidad debilitada, “pero no la pecaminosidad del hombre”.1 Y, en otra parte dice que “él no había asumido ni siquiera la naturaleza de los ángeles, sino la humanidad, perfectamente idéntica a nuestra propia naturaleza, con excepción de la mancha del pecado”.2 Una vez más, se debe recordar que no se necesita tener una naturaleza pecaminosa para ser humano. Adán era totalmente humano, aunque sin pecado. Por lo tanto, no hay duda de que cuando Cristo nació fue completamente humano.
Tuvo la posibilidad de caer
Con respecto a las tentaciones, Jesús fue tentado como nosotros lo somos, y ese es un requisito que lo vuelve idóneo para ser nuestro Sumo Sacerdote (Heb. 2:17, 18; 4:15; 5:7-9). ¿Podía Cristo pecar como resultado de esas tentaciones? Los calvinistas dirán que no. En tal caso, sí nos preguntaríamos sobre la realidad de sus tentaciones. Pero, a la luz de la Biblia, es evidente que Jesús sí tenía la posibilidad de caer. Elena de White está de acuerdo con esto, pues dice que él “tomó sobre sí la naturaleza humana y fue tentado en todo como lo es la naturaleza humana. Podría haber pecado; podría haber caído, pero jamás hubo en él inclinación alguna al mal”.3 Él experimentó tentaciones verdaderas y reales, aunque no tenía una naturaleza pecaminosa.
Ahora bien, eso ¿no le otorgaba alguna ventaja frente a nuestras tentaciones? ¡Por supuesto que no! Porque él fue tentado en un grado de intensidad que nosotros no tenemos ni idea. Al respecto, Elena de White comenta: “Las seducciones que Cristo resistió son las mismas que nosotros encontramos tan difíciles de resistir. Le fueron infligidas en un grado tanto mayor cuanto más elevado es su carácter que el nuestro”.4 Si a mí me dijeran: “Bájate de la cruz”, no sería una tentación para mí porque no puedo hacerlo, pero para Jesús sí lo era porque él sí podía. Elena de White destaca que “Cristo fue tentado por Satanás de una manera cien veces más severa que Adán, y en circunstancias en todo sentido más difíciles”.5 Por eso, es completamente falso decir que él no nos puede entender.
Conclusión
No es un requisito tener una naturaleza moral pecaminosa para experimentar verdaderas tentaciones. Cristo no tuvo tendencias pecaminosas, pero fue completamente humano. Por eso, conoce nuestras luchas. Y, aunque es nuestro Ejemplo, sobre todo es nuestro Vencedor y Salvador. Eso significa que nuestra salvación solo descansa en sus méritos y no en los nuestros.
Elena de White afirma: “Cristo es nuestro Modelo, el Ejemplo perfecto y santo que se nos ha dado para imitarlo. Nunca podremos igualar al Modelo, pero podemos imitarlo y asemejarnos a él conforme sea nuestra habilidad. Cuando caemos, desvalidos, sufriendo como resultado de nuestra comprensión de la pecaminosidad del pecado […]; cuando ofrecemos nuestras fervientes oraciones a Dios en el nombre de Cristo, con toda seguridad seremos recibidos por el Padre […] Deberíamos comprender en lo más íntimo de nuestra alma que nuestros esfuerzos son enteramente indignos, porque únicamente en el nombre y el poder del Vencedor podemos ser vencedores”.6
Referencias
1 Elena de White, Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 445.
2 Elena de White, Manuscript Releases, t. 16, p. 182.
3 Elena de White, Carta 8, 1895.
4 Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 91.
5 Elena de White, My Life Today, p. 471.
6 Elena de White, A fin de conocerle, 16 de septiembre.
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