El papado está posicionándose como autoridad moral mundial.
En Borgo Egnazia (Apulia, Italia) se celebró –entre el 13 y el 15 de junio de 2024–una nueva reunión del llamado G7 (Grupo de los Siete). De acuerdo con la página web de este evento (g7italy.it) “el Grupo de los Siete (G7) es un foro informal que reúne a Italia, Canadá, Francia, Alemania, Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos de América. La Unión Europea también participa en el Grupo y está representada en las cumbres por el Presidente del Consejo Europeo y el Presidente de la Comisión Europea”.
Si bien el G7 fue creado como una plataforma de cooperación económica y financiera en respuesta la crisis energética de 1973, a lo largo de los años, “ha ido ampliando progresivamente sus objetivos. De ser una reunión ad hoc para debatir los desafíos financieros, se ha convertido en un lugar más formal y destacado para abordar los principales problemas mundiales”.
En este contexto, el G7 se ha convertido en un foro que aborda cuestiones que afectan al globo entero, y por eso todos los medios centran su atención en estas reuniones. Esta edición de la reunión del G7 tuvo un componente adicional. Por primera vez –en lo que los medios (como el sitio web Zenith News) calificaron como “un acontecimiento histórico”– el papa Francisco participó en una cumbre del G7.
Ya su presencia es de por sí algo remarcable, pero lo es aún más el lugar que buscó ocupar y la temática que consideró necesario abordar. La agencia de noticias Euronews dejó bien en claro el papel que quiso desempeñar en esta reunión: “El Pontífice aportó su autoridad moral al Grupo de los Siete, invitado por Italia, país anfitrión, para intervenir en una sesión especial sobre los peligros y las promesas de la Inteligencia Artificial (IA)”.
Que la Iglesia Católica ha buscado instalar al Papa (líder máximo de la Iglesia Católica Apostólica Romana) como “autoridad moral” a nivel mundial no es nada nuevo. Así lo reconoce el sitio de noticias católico francés La Croix International: “De hecho, los católicos hemos abrazado esta idea [de la autoridad moral mundial del papado] desde al menos 1870, con el colapso de los Estados Pontificios. Una vez que el papado romano perdió casi todo su poder temporal, la Santa Sede abrazó de manera estratégica su nuevo papel de líder moral y consiguió así conservar una característica primordial de su pasado imperialista: el reconocimiento legal como cuasi-Estado”.
Además de seguir buscando posicionar al papado como referente (algo que, como veremos, lo sitúa con la oportunidad de volver a retomar el liderazgo mundial que ocupaba durante el período de la primera bestia, la que sube del mar, de Apocalipsis 13), Francisco buscó también abordar una temática estratégica: el papel de la inteligencia artificial. El arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, declaró a CNN sobre las intenciones de abordar la IA: “Únicamente una regulación a nivel internacional puede producir resultados válidos y apreciables para detener el abuso, la manipulación y la instrumentalización” de estas nuevas tecnologías. Solo de esta manera, se encontrará el “camino de desarrollo sostenible para toda la humanidad”.
Allí están claramente delineadas las intenciones: como “autoridad moral mundial”, el papado busca una “regulación a nivel internacional” no solo en el área de la IA, sino en todo lo referente a las nuevas tecnologías que puedan afectar a la humanidad.
De acuerdo con las Escrituras, el papado desempeñó un papel importantísimo en el desarrollo profético. Daniel 7 y 8 presentan un poder político-religioso que se opuso a Cristo (anticristo), intentando ocupar su lugar como único intercesor entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5). Este “hombre de pecado” (2 Tes. 2:1-12), de acuerdo con las profecías, “hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo”.
Así, este período de persecución papal, conocido como la Inquisición de la edad media (“tiempo, y tiempos, y medio tiempo”, o “42 meses” o “1.260 días” o años proféticos; Dan. 7:25; 12:7; Apoc. 11:2, 3; 12:6, 14; 13:5), tuvo lugar del 538 a 1798, cuando el Papa fue llevado preso por el general Berthier, bajo órdenes de Napoleón.
La profecía nos dice que esa “herida como de muerte” (Apoc. 13:3) será sanada, y el papado volverá a ocupar un lugar central, no solo en la profecía, sino también en la escena mundial.
¿Podemos decir que esta visita histórica es el cumplimiento de esta profecía final? De manera definitiva, quizá no. Lo que sí podemos decir es que las piezas del rompecabezas profético del tiempo del fin están cada vez más en su lugar. El escenario se está armando.
Es momento de velar y orar, consagrarnos y predicar. El tiempo es corto.
¡Maranata!
Muy buen punto: quiere lograr el aval de regla moral internacional sobre la I.A. De esa manera puede filtrar todo lo que esta genere o divulge como contenido i respuestas.