Cada ser humano posee una influencia que acerca a las personas a Cristo o las aleja de él. Cada acción y cada palabra de nuestra parte ejercen una influencia ya sea para bien o para mal. Esta influencia afecta el destino eterno de quienes se asocian con nosotros. El ejemplo y la influencia, vistas a
la luz de la Cruz y en su verdadera relación con la Eternidad, adoptan una importancia infinita. Una palabra de ánimo dicha apropiadamente, una buena acción realizada en el momento justo, puede salvar a un alma de la muerte. Todos los días el ejemplo que establecemos y la influencia que ejercemos
son anotados en los registros que se abrirán durante el Juicio.
Los hijos de Dios nunca deben olvidar que son parte de un todo. Son solo un hilo en la red de la humanidad. Todo lo que hacen influye sobre otros. Las palabras que expresamos siembran semillas de trigo o de cizaña. Nuestros pensamientos, nuestras palabras, el espíritu con el que realizamos nuestras tareas diarias, todo desempeña una parte en la formación del carácter.
La influencia diaria de pureza y devoción, la observancia de las cortesías de la vida y la integridad inflexible serán para todos los que están a nuestro alrededor una recomendación constante de nuestra fe. Es el deber de todo cristiano mostrarse como un verdadero seguidor de Jesús, voluntariamente
negando su yo por causa de Cristo. El hombre más pobre en este mundo es rico en tanto preserve la integridad de su carácter.
Solo quien se entrega con sinceridad y sin reservas a Dios será victorioso en la batalla de la vida. La vida de una persona así es una confesión constante de Cristo. Quien se niega a vivir para la autocomplacencia, que no cede en sus esfuerzos por vivir la verdad, sin importar las dificultades que
pueda encontrar, caminará por la Tierra como una persona noble a la vista del Maestro. Sus palabras y sus acciones lo preparan a sí mismo y a otros para la vida futura. Tiene la mente de Cristo, y su luz brilla en la vida pública y privada con rayos claros y resplandecientes.
Una conversación juiciosa ejerce una poderosa influencia para el bien. Pero a menudo aquellos que hablan mucho dedican poco a pensar de manera profunda y dedicada, y hacen poco trabajo real para el Maestro. A menudo descuidan a los necesitados y desafortunados, pero sí hablan mucho de
lo que se debe hacer por ellos. Hablan, pero no demuestran con sus acciones que están dirigidos por el Espíritu de Dios.
A los tales, los ángeles de Dios dirían: “No palabras, sino hechos”. La vida diaria dice mucho más que cualquier cantidad de palabras. La alegría constante, la bondad tierna, la benevolencia cristiana, la paciencia y el amor derretirán los prejuicios y abrirán el corazón a la recepción de la verdad. Son
los hacedores de la Palabra los que son justificados ante Dios.
Dios requiere que nos pongamos en sus manos sin reservas, que obedezcamos sus indicaciones. Cuando tomamos al Señor como nuestro Consejero, cuando lo seguimos, poniendo el cuerpo, el alma y el espíritu bajo su control, podemos trabajar como lo hizo Cristo. Aquellos que aceptan a Cristo como su Salvador personal y lo buscan fervientemente en oración recibirán su gracia, que les permitirá vivir una vida verdadera y noble. Trabajarán de una manera que el Cielo aprueba. Mediante acciones altruistas revelarán el carácter de Cristo. Se dan cuenta de que no pueden permitirse el lujo de perder de vista a Cristo; porque al hacerlo dan a quienes no son creyentes la oportunidad de negar la verdad.
Debemos ser corteses, tiernos y comprensivos con todas las personas; porque este fue el carácter manifestado por Cristo cuando estuvo en esta Tierra. Cuanto más estrechamente unidos estemos a Cristo, más corteses y afectuosos seremos en el trato hacia los demás.
La redención de la raza caída fue planeada para que el ser humano pueda participar de la naturaleza divina. Cuando por la gracia de Cristo lleguemos a ser partícipes de esta naturaleza, nuestra influencia sobre quienes nos rodean será un sabor de vida para vida. Con los ojos fijos en Jesús, el Autor y
Consumador de nuestra fe, seremos una bendición para todos con quienes entremos en contacto.
Texto traducido y adaptado de “Our Influence”, en The Youth’s Instructor, 2 de agosto de 1900, p. 2.
Me gusta mucho el artículo de hoy, ya que por ejemplo de nosotros las personas van a conocer a Jesús. Dios nos llama a tener una influencia positiva.