Solo en el Día de los Enamorados.
Febrero es culturalmente conocido como el mes del amor, dado que el 14 se recuerda el “Día de los Enamorados”. La tecnología aumenta exponencialmente nuestra exposición al romance. Este invade nuestras redes sociales, encabeza cada playlist y llena el top de películas y series.
Sin embargo, en este artículo, no quiero dirigirme a los enamorados, sino a aquellas personas solteras o que están en un noviazgo, pero que necesitan preguntarse: ¿Amo o tengo miedo a la soledad? Muchas personas se comparan consciente o inconscientemente con otras, y al ver la aparente vida llena de los demás, sienten un vacío que temen no poder llenar, y esto las conduce a tomar malas decisiones.
¿Cómo saber si esa persona puedes ser tú? Es importante dividir a quienes se hacen esta pregunta en dos grupos:
1. Los que están solteros y el miedo a quedarse solos les hace comenzar una relación.
2. Los que están de novios y el miedo a quedarse solos les hace permanecer en una relación.
Con eso en claro, te daré algunas pistas para saber si tú estás en uno de estos grupos.
Comencemos con los solteros que sienten miedo a quedarse solos. Tal vez comienzan una relación por estas cuatro razones:
1. La presión de la sociedad, la familia o los amigos, con sus expectativas en cuanto a los tiempos y las formas para estar con alguien, por lo cual lo haces porque se supone que debes hacerlo y así conseguirás esa aprobación externa que te brinde aceptación.
2. La falta de confianza en ti mismo puede llevarte a buscar validación en una relación o conformarte porque crees que no mereces más que eso.
3. El miedo a que “se te pase el tren” (sea lo que sea que eso signifique para ti), y piensas que es mejor subirse al último vagón antes que quedarse en la estación.
4. El ser la única persona que continúa soltera y está continuamente desencajando.
Continuemos con los novios a quienes el miedo a quedarse solos los hace permanecer en una relación:
1. Llevas tiempo planteándote terminar la relación, pero el miedo te bloquea y nunca das el paso por la incertidumbre de lo que sucederá después.
2. Has tenido el pensamiento de: ¿Qué sucede si nunca vuelvo a encontrar a alguien que me quiera?
3. No tienes ganas de conocer a personas nuevas. Como sentencia el dicho: “Mejor malo conocido que bueno por conocer”.
4. Te da pereza pensar en, quizá, despedirte de antiguas amistades, explicarle a tu familia que tiene cariño hacia la otra
persona, enfrentar la desaprobación externa o reorganizar tu rutina.
5. Anteriormente, sufriste por dejar una relación y no quieres pasar por eso nuevamente.
6. Piensas que, si terminas, sentirás que fracasaste.
7. Tal vez ya no amas a la persona, pero te acostumbraste a su compañía y no quieres perderla.
8. No te das el espacio necesario para estar en soledad y vas encadenando una relación tras otra, sin una reflexión de por medio.
Entonces, ¿qué puedes hacer al respecto? Veamos:
1. Ábrele tu corazón a Dios en oración y busca en él la sabiduría necesaria para tomar decisiones correctas (Sant. 1:5).
2. Tómate un momento a solas de reflexión para evaluar tu situación, y no termines tomando decisiones para tapar otros miedos más profundos. Analiza que lo que estés buscando sea de acuerdo a los principios que Dios te da en su Palabra (Sal. 119:105).
3. Pide consejo a personas de confianza y líderes de la iglesia con los que puedas abrirte. En la multitud de consejos está la sabiduría (Prov. 11:14).
La tecnología aumenta exponencialmente nuestra exposición al romance, y mucho más en este mes. Por lo que el objetivo de este artículo es que no pienses impulsivamente ante todos los estímulos que te rodearán, sino que puedas parar, y pensar por qué haces lo que haces, independientemente
de en qué grupo estés, a fin de que no sea el miedo a la soledad lo que te lleve a tomar malas decisiones.
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