La obra misionera de la Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA).
La situación era cada vez más difícil y la calidad de vida era muy precaria. Luiza y su familia abandonaron Venezuela para tener una nueva vida en Brasil. Mientras buscaba trabajo, se postuló para un puesto de voluntaria en ADRA Amazonas. Durante cinco meses sirvió a la gente, y allí encontró no solo ayuda material, sino también algo más valioso: la fe. A través de los cultos matutinos, tuvo la oportunidad de conocer a Jesús.
Asociarse con la iglesia le permitió profundizar su fe. Descubrió fuerza y esperanza. Encontró una comunidad acogedora y apoyo emocional. El viaje no fue fácil, pero el coraje de buscar una vida mejor valió la pena. Hoy es empleada de ADRA, y en mayo de este año ella, su esposo y su hijo se bautizaron.
Historias de vidas ayudadas y restauradas se repiten miles de veces. En la División Sudamericana (DSA), solo en 2022, se llegó a 1.112.542 personas a través de 290 proyectos de desarrollo o de respuesta humanitaria. Se movilizaron más de 72.000.000 de dólares provenientes de socios y donantes. Son 4.063 empleados y miles de voluntarios dedicados a acciones sociales que atienden necesidades locales, respondiendo a emergencias, reuniendo grupos para misiones cortas en comunidades distantes, o en conjunto con el sistema del Servicio Voluntario Adventista, trabajando durante seis meses o más en los proyectos de ADRA en la región o el mundo para continuar cumpliendo nuestra misión de servir a la humanidad para que todos puedan vivir como lo desea Dios.
La historia de ADRA comenzó cuando nos movilizamos para recolectar y distribuir ropa, alimentos y medicinas para personas necesitadas. La agencia se organizó en noviembre de 1956 como Seventh-day Adventist Welfare Service (SAWS). En 1965, llegó a Sudamérica con el nombre de OFASA (Obra Filantrópica de Asistencia Social Adventista) en los países hispanos, y ASA (Asistencia Social Adventista) en Brasil. A mediados de los años ‘70 comenzó a ampliar sus acciones con programas orientados al desarrollo de largo plazo. Como consecuencia, en 1973 tuvo su nuevo nombre, Seventh-day Adventist World Service (Servicio Mundial Adventista). En 1983, pasó a ser la Adventist Development and Relief Agency (Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales), más conocida como ADRA.
Hoy está presente en más de 130 países, beneficiando cada año a alrededor de 20 millones de personas en todo el mundo. En 1997, ADRA recibió el Estatus Consultivo General de las Naciones Unidas. Damos gracias a Dios por estos cuarenta años de ADRA en la DSA, porque en todas partes donde ADRA está presente y activa la comunidad es asistida, la gente se siente aliviada, y las iglesias se fortalecen en el servicio y en el amor a Dios y al prójimo. Nuestro profundo sentimiento de gratitud a los líderes, a los trabajadores y los voluntarios, a los socios y donantes, y a la iglesia por su apoyo y participación para ayudar y aliviar el dolor de quienes sufren.
En Mateo 24:3, los discípulos preguntan “¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del mundo?” El Señor ofrece una respuesta, pero el énfasis no está en cuándo, sino en quién. La pregunta es: ¿Quién es el siervo fiel y sabio que cuando venga será encontrado dando de comer a su tiempo? (Mat. 24:45, 46). En el capítulo 25, Jesús ofrece la respuesta. El siervo fiel y prudente que estará preparado para su venida es aquel que, como las vírgenes prudentes, se apropia diariamente del aceite de la Palabra; el que, por muchos talentos que tenga, los usa al servicio de aquel que los dio, y es quien puede ministrar en favor de los pequeños del Señor como el mismo Jesús. Estos son los que escucharán: “¡Bien, siervo bueno y fiel! Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:21).
Ante tanto dolor y sufrimiento, ¿dónde están las manos del Señor para luchar por quienes sufren y llevar alivio, apoyo, consuelo, amor, fe y esperanza? Respondiendo a esta pregunta, me viene a la mente una carta que recibí de Ana Carla, donde decía: “Estaba en absoluta oscuridad, el Señor me trajo luz y me sentí abrazada por él a través de ADRA”.
Nacida en el corazón de Dios, solo en el Cielo conoceremos el alcance de ADRA en la vida de tantas personas. Somos las manos de Dios, que el mundo necesita; por eso, abrimos nuestro corazón y renovamos nuestro compromiso con los que más sufren y con el regreso de Jesús.
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