Claves para fortalecer la unidad y el trabajo en equipo.
Si repasamos el Nuevo Testamento, ¿encontramos allí que en la iglesia hubiese miembros o congregaciones independientes y autosuficientes? No. Todas pertenecían al sacerdocio de los creyentes, es decir, “al cuerpo de Cristo” (Efe. 4:11-13). En la Biblia encontramos evidencias y ejemplos de una estructura eclesiástica organizada. Veamos:
1-El Concilio de Jerusalén (Hech. 15:1-31): Un liderazgo representativo tomó una decisión que fue seguida por todas las demás iglesias.
2-El cuerpo de Cristo (Efe. 4:11-13): Dios dio dones a los miembros del cuerpo de Cristo para edificar y perfeccionar su iglesia.
3-Estructura dirigencial (1 Tim 3:1-13, Tito 1:5-9): Se dieron instrucciones detalladas para la selección y las funciones de los ancianos, los diáconos y los líderes de la iglesia local.
4-Autoridad (Heb. 13:17): Se exhorta y anima a los creyentes a obedecer a sus líderes y someterse a su autoridad espiritual.
5-Ofrendas (1 Cor. 16:1-4): Pablo promueve un sistema en el que las iglesias de una región envían ofrendas a las iglesias de otra región.
Estos ejemplos, entre otros, muestran un sistema organizado de administración eclesiástica. Cuando hablamos del peligro del congregacionalismo, no le estamos restando valor a la iglesia local. Somos una iglesia representativa que respeta y valora las congregaciones locales, que deben estar vivas y vinculadas a un sistema organizativo. El potencial de la congregación se multiplica con la acción conjunta, y una iglesia representativa como la Iglesia Adventista puede dirigir personal y recursos hacia las zonas más necesitadas del mundo. Solo la visión global de una iglesia representativa es capaz de “ver” y servir a estos lugares.
Por otro lado, centrarse solo en las necesidades locales hace que nos olvidemos de la misión mundial, y la independencia se convierte en un entorno favorable para que surjan divisiones y herejías.
Dios ha guiado a su iglesia en oposición al congregacionalismo. En estos días finales, la estructura organizativa de la iglesia y su ministerio están siendo desafiados por innumerables propuestas alternativas de movimientos disidentes. Pero no podemos unirnos a ellos, porque “Dios tiene una iglesia en la Tierra que es su pueblo escogido, que guarda sus mandamientos. Él está conduciendo, no ramas extraviadas, no uno aquí y otro allí, sino un pueblo (Elena de White, Consejos para iglesia, p. 432). Por eso, nunca olvidemos lo siguiente: “Aunque es cierto que el Señor guía a los individuos, también es verdad que está guiando a un pueblo; no a unos pocos individuos aislados aquí y allá, unos creyendo una cosa y los demás creyendo otra cosa” (Elena de White, Testimonios para los ministros, p. 499).
Por eso, es esencial promover la comunicación, la colaboración y la coherencia entre la enseñanza y la práctica a fin de evitar el congregacionalismo. En este sentido, algunas acciones que pueden contribuir a combatir los movimientos disidentes son:
1-Administrar la iglesia siempre en armonía con la Biblia. Desde luego, considerar también el Espíritu de Profecía, el Manual de la iglesia, los votos y los reglamentos eclesiásticos.
2-Vivir las creencias adventistas en lugar de creencias o prácticas particulares.
3-Permitir la supervisión, la evaluación y la rendición de cuentas.
4-Actuar de forma conjunta y coordinada en proyectos estratégicos.
5-Administrar los recursos pensando en el cuerpo de la iglesia. Por ejemplo, no utilizar el diezmo para proyectos locales, como la construcción de edificios u otros para los que no haya apoyo bíblico.
Elena de White ilustra este pensamiento en su libro Obreros evangélicos (p. 501). Explica que los movimientos independientes pueden ser representados por el trabajo de caballos fuertes. Cuando uno avanza, otro retrocede; o cuando uno avanza y el otro se queda quieto. No podemos tener el yugo de Cristo y tirar cada uno hacia su lado; tenemos que tirar con Cristo. Algunos tiran con toda la fuerza que Dios les ha dado, pero todavía no han aprendido que no deben tirar solos. No podemos aislarnos. Tenemos que tirar juntos en armonía.
No basta con correr con todas las fuerzas en cualquier dirección. Una iglesia está viva y sana cuando une todos sus esfuerzos en la misma dirección, recordando que si “actuaran de común acuerdo, avanzando como un solo hombre, bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de un solo objetivo, sacudirían al mundo” (Elena de White, Consejos para la iglesia, p. 124).
Este artículo es una continuación del tema presentado en la RA de septiembre. Puedes leerlo aquí:
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