Ante la polarización, no es el momento de callar las verdades de la Biblia.
Un artículo de la periodista Bridget Bowman (publicado el 26 de abril de 2023 en el sitio nbcnews.com) destaca la profunda grieta ideológica que divide a uno de los países más desarrollados del mundo. Su título es “Un país en llamas: Una nueva encuesta revela que Estados Unidos está polarizado en torno a la cultura, la raza y la ideología woke“. Pero, lo cierto es que hoy esa profunda polarización ha alcanzado al mundo entero, dada la globalización fruto de los medios de comunicación y las redes sociales. Hoy, todas las redes sociales funcionan sobre la base de algoritmos que refuerzan nuestra visión del mundo (y nuestra autoidentificación en cuanto a en qué lado de la grieta nos situamos).
Así, lo primero que los algoritmos nos muestran en las redes sociales son textos, videos y audios que refuerzan nuestras percepciones y posiciones, ahondando y ensanchando cada vez más ese abismo que separa a los bandos polarizados. Hoy, la grieta ideológica también mancha la teología y la religión, puesto que la cultura y la sociedad modernas afectan nuestra interpretación de la Biblia, y no todos hacen el esfuerzo de hacer a un lado esos prejuicios para dejar que la Palabra de Dios moldee nuestro pensamiento, en lugar de que nuestros pensamientos moldeen nuestra interpretación de la Biblia.
La polarización nunca ha sido buena. Históricamente, ha aparecido antes de grandes guerras o profundos disturbios sociales. Además, no nos deja pensar con claridad e impide que tomemos decisiones equilibradas y centradas. Como cristianos adventistas, ¿cómo deberíamos actuar en medio de este contexto de polarización agresiva?
En primer lugar, deberíamos decir que este no es momento para callar nuestra verdad (en realidad, la que consideramos que es la verdad bíblica). El caos y la beligerancia de la polarización no deberían hacer que nos retiremos de la arena pública y dejar “que se maten entre ellos”. No. Solo que debemos tener muy en claro que no podemos utilizar los métodos del mal para presentar nuestra posición. La agresión, las chicanas, la descalificación y todo otro método beligerante no fueron aprobados por Jesús (ver el Sermón del Monte en Mateo 5 al 7). Nuestra función es presentar la verdad buscando atraer, y no agredir.
En este sentido, es iluminar la manera en que Dios reaccionó ante la primera polarización del universo. Antes de la caída de Lucifer (gran Misterio de la Iniquidad), solo existía armonía en todo lo creado. La primera reacción de Dios fue buscar el acercamiento, dialogar, mostrar, dar tiempo. Cuando la grieta fue irreversible, si bien puso límites, Dios buscó el camino del amor. Solo el amor puede salvar la grieta. Solo el amor puede hacer que alguien salte a través del abismo de la división. Los argumentos son necesarios, pero el argumento frío, que solo busca ganar una discusión, jamás hará que alguien cambie su postura.
En segundo lugar, hoy más que nunca, debemos saber qué batallas pelear. Existen injusticias e incoherencias por doquier, pero debemos filtrar nuestros esfuerzos según las prioridades del evangelio, ya que solo el evangelio ataca de raíz el problema humano. Esto no significa que debamos alienarnos de todo lo que no sea “espiritual” o “religioso”, pero debemos tener en mente que la salvación final no radica en cambiar el sistema político, por ejemplo (aunque no debemos evadir nuestra responsabilidad cívica), sino en la transformación del corazón, en el ámbito individual, y en la Segunda Venida, en el plano universal.
No todos estamos llamados a hacer grandes reformas en la sociedad o a querer cambiar el mundo discutiendo en cuanta red social aparezca, pero sí todos somos llamados a amar a nuestro prójimo, a aliviar el sufrimiento, a cambiar al mundo de una vida a la vez.
Eso hizo Jesús. Él tenía muy en claro que su misión no era acabar con el injusto y cruel Imperio Romano u otros regímenes de terror de su época. Pero, mientras caminaba hacia la Cruz, donde realmente resolvería el problema de la humanidad, se dedicó a enseñar, a predicar y a sanar; es decir, a aliviar el sufrimiento aquí y allá donde pasaba, para mostrar el verdadero carácter de su Padre.
Ve tú y haz lo mismo.
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