El don de profecía en la iglesia remanente.
Dios utilizó el don de profecía tan pronto como entró el pecado en el mundo; es decir, cuando se cortó la comunicación divina directa con el hombre (Heb. 1:1). A través de los siglos, Dios habló por medio de profetas, tanto hombres (2 Sam. 24:11) como mujeres (Éxo. 15:20; 2 Rey. 22:14). Algunos se preguntan si este don terminó en el siglo I o estaría presente en el tiempo del fin. Veamos qué dice al Escritura al respecto.
Vigente hasta la venida de Jesús
El apóstol Pablo escribió a la iglesia de Corinto: “De tal manera que no les falte ningún don, mientras esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor. 1:7). Nótese que, hasta “la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” en su segunda venida, la iglesia no tendría falta de “ningún don”. Esto indica que, para el apóstol, los dones espirituales no terminarían en el tiempo apostólico, sino que durarían hasta la venida de Cristo. Dado que profetizar es un don espiritual (1 Cor. 14:1), es evidente que el don de profecía estaría presente en el pueblo de Dios antes del Día Final.
Lo anterior está en armonía con Joel 2:28 y 29, que dice: “Después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne; sus hijos e hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños y sus jóvenes verán visiones; hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en esos días”. Aunque en Pentecostés hubo un asombroso derramamiento del Espíritu Santo (Hech. 2:1-4, 14-21), las señales acerca del Sol y la Luna que menciona Joel no sucedieron en esta ocasión; más bien, se corresponden con las predichas por el Nuevo Testamento anteriores a la segunda venida de Jesús (Mat. 24:29-31; Apoc. 6:14-17). En las palabras de Joel 2:31: “Antes que venga el día grande y espantoso del Señor”. Por eso, aunque en Pentecostés hubo un cumplimiento inicial de esta profecía, el cumplimiento final se dará cuando el Espíritu Santo sea derramado sobre el pueblo en los días finales (obviamente, mucho después de la era apostólica), y se manifieste el don de profecía).
Vigente en la iglesia remanente
En Apocalipsis 12:17, se lee: “Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.
Este pasaje presenta una clara evidencia de que el don profético se manifestaría en la iglesia remanente del tiempo final. El “resto”, remanente último de los “hijos” de la “mujer” (la mujer es un símbolo de la iglesia según Efe. 5:22 al 24), a quien el diablo le hace la guerra, se identifica por dos características inseparables: “Guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.
¿Qué significa “el testimonio de Jesús”? El uso que se da de esta frase en el mismo libro de Apocalipsis se refiere al mensaje que proviene de Jesús y que se entrega a la iglesia por vía de los profetas. Nota su uso en los siguientes ejemplos:
1- En Apocalipsis 1:1 y 2 se lee: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos lo que debe suceder pronto; y la declaró mediante su ángel a su siervo Juan (el profeta). Y Juan testifica de todo lo que vio, de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo”.
2-En Apocalipsis 1:9 se afirma que Juan está preso en Patmos “por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús”.
3-En Apocalipsis 22:20 se afirma que el testimonio que ha recibido Juan proviene de Jesús: “El que testifica de estas cosas dice: ‘Ciertamente, vengo en breve’ ”.
En estos pasajes, “el testimonio de Jesús” es el mensaje que proviene de Jesús para su pueblo a través de un medio profético. Esto queda corroborado por la definición de Apocalipsis 19:10, que denomina “el testimonio de Jesús” al espíritu de la profecía. En este pasaje, el ángel afirma que es consiervo de Juan y de sus hermanos “que se atienen al testimonio de Jesús”, los cuales son llamados “los profetas”, en Apocalipsis 22:9.
Por lo tanto, Apocalipsis 12:17 prueba que el pueblo remanente de Dios poseería “el testimonio de Jesús”, o “el espíritu de la profecía”; es decir, tendría la presencia del don profético en sus filas. Los adventistas del séptimo creemos que este don se ha manifestado en el ministerio de la hermana Elena de White (1827-1915).
Excelente