El desafío y el privilegio de esparcir la luz de Cristo.
Aquí y allá. Cerca y lejos. En todos los lugares hay personas que viven en la oscuridad de la desesperanza. Necesitan la luz del evangelio. Romanos 10:13 al 15 afirma: “Porque ‘todo el que invoque el nombre del Señor será salvo’. Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Pues está escrito: ‘¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian las buenas noticias!’ ”
Este es un tiempo para dejar de centrarnos en nosotros mismos, cruzar la calle y predicar nuestro mensaje adventista. Nuestro mensaje es mundial y debemos esparcirlo por todo el planeta. Así lo expresa Elena de White: “Se me ha mostrado que Dios realizaría una gran obra mediante la verdad, si hombres devotos y abnegados se entregaran sin reservas a la tarea de presentarla a los que están en tinieblas […]. Los ángeles de Dios se mueven en los corazones y las conciencias de la gente de otras nacionalidades, y almas honestas están afligidas al ser testigos de las señales de los tiempos en el inestable estado de las naciones” (Promesas para los últimos días, p. 72).
En el reciente Concilio Anual de la División Sudamericana (DSA), vivimos un momento de gran significado, cuando 27 familias fueron dedicadas para ser enviadas —bajo el plan “Misión Refocus”, al campo misionero mundial. Sumadas a las que ya están trabajando en estas regiones, serán 50 las familias sudamericanas (apoyadas financieramente por la DSA) que en los próximos cinco años llevarán la luz de Cristo y de su Palabra. Algunos de los misioneros que han sido enviados lo expresan de esta manera:
“Aceptamos ser enviados a lugares donde nadie ha oído hablar del Señor y ayudar a acelerar su venida” (Familia Prada).
“Nos sentimos privilegiados, honrados y llenos de gratitud. Es una oportunidad única y sagrada. Amamos profundamente la misión y estamos seguros de que Dios nos guiará para cumplir su propósito” (Familia Yorguin Martínez).
“Participar en este momento histórico es un sueño de 17 años de oración. Sentimos que estamos en el centro de la voluntad de Dios, y ser enviados por la iglesia aumenta nuestro celo y amor por la causa de Dios. ‘Yo y mi casa serviremos al Señor’ en la misión, porque nuestro campo es el mundo” (Familia Conceição).
“Nuestro sueño es ver a Jesús volver. Desde que era pequeño, veía a los misioneros ser enviados y me comprometí a que, si Dios me daba la oportunidad, yo también serviría con alegría. De eso se trata: de servir a Dios y soñar con su regreso” (Familia Nascimento).
¡Dios ama la luz! Cuando todo estaba oscuro y vacío, Dios creó la luz diciendo: “Haya la luz” (Gén. 1:3), marcando el comienzo de la vida y el orden en el mundo. Para hacer frente a la oscuridad y guiarnos hacia la luz, Dios nos ofreció su Palabra: “Lámpara es para mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105).
Cuando las densas tinieblas espirituales llenaron la Tierra, Jesús fue enviado como la Luz del mundo (Juan 8:12), trayendo así la esperanza de la salvación. Jesús es la Luz que disipa las tinieblas del pecado y muestra el camino hacia la vida eterna.
La luz simboliza la perfección, la comunión y la vida eterna con Dios. En la Nueva Jerusalén no habrá necesidad de Sol ni de lámparas, porque “la ciudad no necesita sol ni luna para alumbrarla, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apoc. 21:23).
Hoy, Dios nos exhorta a ser la luz del mundo (Mat. 5:14-16) como reflejo de su luz. Somos luz, rescatando a la gente de las tinieblas del pecado. “Es necesario que haya representantes de la verdad presente en todas las ciudades y hasta en los lugares más remotos del mundo. La gloria de la verdad de Dios debe resplandecer en toda la Tierra. La luz debe iluminar a todo lugar y a toda persona. Quienes recibieron la luz deben hacerla brillar constantemente. Puesto que el Sol ha salido en nuestra vida, debemos reflejar su luz sobre el sendero de los que están en oscuridad” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 32).
Hemos sido llamado por Dios y por la iglesia a cumplir una misión en lugares intensamente oscuros o incipientemente iluminados. Aférrate a la luz de Cristo y de su Palabra. Sé la luz en tu casa. Lleva la luz al otro lado de tu calle y al otro lado del mundo.
0 comentarios