El mundo de hoy necesita hombres y mujeres como José.

La sociedad y la cultura de nuestros días parecen exaltar cada vez más la idea de vivir el momento, sin importar las consecuencias o el cargo de conciencia que eso pueda acarrear. Todo se resume en “pasarlo bien”, con el mero objetivo de disfrutar y sentir placer.

Ante esta realidad, ¿cuál debe ser la actitud de un cristiano genuino? En la Biblia encontramos el ejemplo de José. Siendo aún adolescente, sus hermanos lo vendieron como esclavo. Sin embargo, a pesar de ese mal comienzo, José se entregó por completo al Señor. Y tan evidente fue su compromiso con Dios que su amo reconoció que “el Señor estaba con él” y lo nombró administrador de su casa.

Su firme decisión de hacer la voluntad de Dios y no dar rienda suelta a su propio placer se evidencia en su respuesta al acoso de la esposa de su patrón: “¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?” (Gén. 39:9).

Elena de White afirma: “Toda alma ha de pasar por la prueba decisiva: ‘¿Obedeceré a Dios antes que a los hombres?’ La hora crítica se acerca. ¿Hemos asentado los pies en la roca de la inmutable Palabra de Dios? ¿Estamos preparados para defender firmemente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús?” (El conflicto de los siglos, pp. 651, 652).

No son nuestras opiniones ni nuestras emociones las que sostienen nuestra fe, sino la Palabra del Señor, que vive y permanece para siempre. El estudio y la práctica de las doctrinas fortalecen la fe, desarrollan el carácter, edifican la iglesia, preservan las verdades y transmiten el evangelio.

En el libro Creencias de los Adventistas del Séptimo Día (ACES, 2021), encontramos una exposición bíblica de las 6 doctrinas y 28 creencias fundamentales, para motivarnos a fortalecer nuestra vida espiritual, estudiar las Escrituras con oración, vivirlas con devoción y compartirlas con pasión.

José podría haber razonado así: “Voy a vivir el hoy, voy a disfrutar. Soy extranjero, nadie me conoce. Soy joven, con las hormonas ‘en plena ebullición’ ”. Pero no lo hizo. Él tenía bien claro lo que el apóstol Pablo escribiría varios siglos más tarde: “El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (1 Cor. 6:13).

Cuando amamos al Señor y hacemos su voluntad, nos bendice a nosotros y a los que nos rodean. En la cárcel, José fue bendecido y dio testimonio de su Dios. Y luego fue nombrado primer ministro de Egipto, donde fue de bendición para toda una nación.

A lo largo de los siglos, Dios ha tenido hijos fieles dispuestos a sostener los principios de su Reino a cualquier precio. Su ejemplo inspira “[…] aliento a quienes decidan mantenerse firmes, en la hora de prueba, en defensa de las verdades de la Palabra de Dios, y para que con su constancia y su fe inquebrantables sean testimonios vivos del poder transformador de la gracia redentora” (El conflicto de los siglos, p. 277).

Como José, somos llamados a vivir fielmente nuestra fe en todo lugar y circunstancia. Dios quiere que seamos testimonios vivos de su poder transformador.

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