El best seller de todos los tiempos no pasa de moda.
La Palabra de Dios está vigente. Han pasado los siglos y las épocas, pero el mensaje de la Biblia se mantiene relevante y cada vez alcanza a más lectores. Un ejemplo de esto son los resultados que arrojó una encuesta titulada “Retratos de la lectura en Brasil”, organizada por el Instituto Prolivro. El estudio demostró que la Biblia es el libro más leído en los últimos años (2007-2019) y el más importante en la vida de los lectores de ese país. En esta misma línea, el periódico digital Infobae recientemente presentó los resultados de una investigación que concluye que la IA (Inteligencia Artificial) ha seleccionado la Biblia como el libro más influyente de todos los tiempos.
¿Cómo se explican estas conclusiones? Es que se trata de uno de los libros más antiguos de la historia. Es, ampliamente, el más difundido (más de 5.000 millones de ejemplares en todo el mundo). Se ha traducido, total o parcialmente, a más de 3.400 idiomas. Ha penetrado en la era digital, en la que las aplicaciones móviles han llegado a millones de instalaciones. Su influencia se ha dejado sentir en la cultura, el arte, la moral, la religión y la educación a través de las generaciones.
Estoy convencido de que necesitamos poner la Palabra en el centro de nuestra vida y la de nuestras familias, y en la base de todas nuestras decisiones y acciones en la iglesia y en la comunidad. Ese es el compromiso que asumimos los administradores de la División Sudamericana en la Junta Plenaria que tuvimos en mayo, y queremos que otros puedan comprometerse de la misma manera. Las palabras y las experiencias humanas se desvanecen, pero la Palabra viva del Señor permanece para siempre. En 2 Pedro 1:19 al 21, se nos dice que la Biblia es:
Palabra autorizada: Escrita por el hombre, pero de origen divino. El mismo que inspiró las Escrituras nos ilumina y nos guía hacia la verdad completa; nos permite vivirla y transmitirla. No hay lugar para la interpretación individual. La advertencia divina es muy clara: cuidado con modificar el mensaje; no podemos quitarle ni añadirle nada (Apoc. 22:18, 19).
Palabra segura: Pedro había tenido una experiencia real e inigualable en el Monte de la Transfiguración, que confirmó las profecías. Pero él, lejos de basar su espiritualidad únicamente en la experiencia, invitó a sus lectores a confiar en la “palabra profética aún más segura” (2 Ped. 1:19). Al igual que Jesús, resaltó la importancia del “Escrito está”, porque “el testimonio del Señor es fiel” (Sal. 19:7).
Palabra que ilumina: El Hijo de Dios brilla a través de la Palabra de Dios. Así como la Palabra es una luz en el camino (Sal. 119:105), Cristo es la Luz del mundo (Juan 8:12). Esta es una responsabilidad que el Salvador comparte con nosotros, ya que también somos llamados a ser la luz del mundo (Mat. 5:14). Somos iluminados por la Palabra para iluminar a otros. Para los infieles, la noche será cada vez más oscura; pero, para los fieles, la luz será cada vez más brillante, hasta la aurora del día final (Prov. 4:18).
Hoy, aunque muchas publicaciones informan, hay muchas otras que deforman. En cambio, la Palabra viva transforma a las criaturas de Dios en sus hijos. William Gurnall, un predicador inglés del siglo XVII, dijo: “Si quieres que tu esperanza de salvación crezca en fuerza y solidez, estudia diligentemente la Palabra de Dios. El cristiano es concebido por la Palabra y debe ser alimentado por ella”.
Tenemos un llamado divino al cual debemos responder: “El estudio de la Biblia requiere nuestro más diligente esfuerzo y nuestra más perseverante meditación. Con el mismo afán y la misma persistencia con que el minero excava la tierra en busca del tesoro, deberíamos buscar nosotros el tesoro de la Palabra de Dios” (Elena de White, La educación, p. 189).
La Palabra es viva porque su autor vive. Su poder, su amor, sus promesas y su Reino son reales. La Palabra de Dios es más que un simple sonido; es algo vivo, una unidad de poder. “Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca. […] Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Sal. 33:6, 9). Esta Palabra viva que origina la vida también la mantiene y la restaura.
Te propongo que te aferres a la Palabra y que la mantengas siempre en alto, en todo momento y lugar, dando testimonio del carácter restaurador de la Palabra viva. ¿Aceptas el desafío?
Gracias por compartir este mensaje. Sin duda la Biblia es la Palabra autorizada, segura y que ilumina porque es de Dios. Teniendo en cuenta esto pregunto ¿Que argumentos tenemos como Adventistas para defender la «sola scriptura»?