La altura y la profundidad del amor y el perdón de Dios.
Uno de los pasajes más conocidos del libro de Isaías es el que aparece en Isaías 1:18: “Vengan, entonces, y razonemos –dice el Señor–. Aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Este pasaje es una invitación muy clara que revela la bondad y la misericordia de Dios en favor de aquel que se arrepiente. Los versículos previos a Isaías 1:18 nos revelan la lamentable, triste e incómoda situación del pueblo en aquellos días.
Más aún, Isaías 1:1 nos declara quién es el destinatario del mensaje del profeta al decir “acerca de Judá y Jerusalén”; es decir, es un mensaje para el pueblo de Dios. Así, el perdón que se ofrece es para el pueblo de Dios, que supuestamente conoce y sigue a Dios. Pero, a la luz de Isaías, el pueblo escogido de Dios debe ser consciente de su realidad y aceptar la invitación que Dios le hace en el versículo 18.
Al leer Isaías 1:2 al 4 veamos el desgarrador testimonio sobre la realidad de Israel: “Ellos se rebelaron [heb. pesha’] contra mí”. En este caso, el que habla no es el profeta sino Dios mismo. La rebelión es el gran problema de la humanidad y del Gran Conflicto cósmico.
Este conflicto gira en torno a una rebelión a gran escala; y ahora el pueblo de Dios, siendo creación divina, está en rebelión. Esta rebelión se describe en el libro de Isaías con otros términos hebreos que describen su naturaleza.
El versículo 4 hace uso de cuatro verbos en participio que funcionan como adjetivos, es decir, califican al sujeto indicando sus acciones cotidianas. El texto llama al pueblo de Israel “¡Gente pecadora [heb. hata’]”; “Pueblo cargado de maldad [heb. ‘avon]”; “Raza de malignos [heb. ra’a’]”; e “hijos depravados [heb. shahat]”.
El profeta Isaías no solo realiza una descripción haciendo uso de palabras específicas que indican las diferentes connotaciones de lo que implica rebelión contra Dios. Isaías hace una descripción muy gráfica y elocuente en el versículo 3: “El buey conoce [heb. yada’]a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; pero Israel no conoce [heb. yada’], mi pueblo no tiene discernimiento”. Esta descripción no requiere mucha explicación, pues haciendo uso de algunos elementos propios de la vida doméstica pone a Israel en una condición muy incómoda, pero revelando la verdadera situación del pueblo. En el versículo 2, Dios es descrito como el Hacedor de Israel; de hecho, él es el Creador del universo y de la raza humana.
Ahora, la revelación bíblica compara a Israel con un buey y con un asno, pero la descripción es por contraste: mientas que los animales reconocen a su dueño, tristemente el pueblo de Israel no conoce a Dios. Pero este conocimiento no es un acto intelectual del saber sino una vivencia experiencial con el Creador del universo. Este conocer es una relación íntima, cercana y personal con Dios.
Como producto de esta condición de rebelión contra Dios, por la cual no hay un conocimiento experiencial de Dios por parte del ser humano, este termina tomando una actitud lamentable. El texto dice que Israel ha abandonado a Dios, ha despreciado al Santo de Israel y “le dieron la espalda” (Isa. 1:4). ¿Cuándo le damos la espalda a alguien? Cuando no queremos saber nada de esa persona, cuando simplemente no estamos dispuestos a escuchar o saber acerca de esa persona.
Israel le ha dado la espalda a Dios, ya no quiere saber nada de su Creador. Esta lamentable actitud es la que describe de manera gráfica lo que significa la rebelión de Israel contra Dios.
Ahora, volvamos a Isaías 1:18. El texto dice “venid”, haciendo uso del verbo hebreo halaj, que significa “caminar”. Nadie camina de espaldas. Así, la invitación divina implica no darle más la espalda y mirar hacia el Salvador del universo. Más aún, es por medio del Mesías y su obra que se pone fin a la transgresión (heb. pesha’), el pecado (heb. hata’) y la iniquidad (heb. ‘avon), tal como Daniel 9:24 declara.
Por lo tanto, la invitación de Dios y su perdón no conoce límites. No hay pecado que no pueda ser perdonado por el Señor si dejamos de darle la espalda y vamos hacia Cristo; entonces, la rebelión llegará a su fin.
¡Maranata!
0 comentarios