La misericordia de Dios renueva nuestra esperanza.
En este tormentoso invierno de la vida que nos toca vivir, estamos a las puertas de un tiempo mejor y eterno. Ante nosotros hay un nuevo año, una página en blanco, una nueva oportunidad para crecer, para aprender (desaprender y reaprender). Pero, por sobre todo, para dejar atrás el pasado, acercarnos más a Dios y al Cielo. Así lo dice Isaías 43:18 y 19: “No se acuerden de las cosas pasadas, ni recuerden las cosas antiguas. Yo hago algo nuevo, pronto aparecerá. ¿No lo sabrán? Otra vez abriré camino en el desierto y ríos en la soledad”.
En la Biblia hay un profeta llamado Jeremías. Su nombre significa “Jehová es exaltado”. Como enviado de Dios, presentó un mensaje de arrepentimiento, juicio, esperanza, y la renovación de la alianza de Dios con su pueblo. Sus profecías sobre un Rey justo prefiguraban al Mesías. En uno de sus libros, leemos: “Gracias al gran amor del Señor no somos consumidos, porque su compasión nunca falta. Se renueva cada mañana, ¡grande es su fidelidad!” (Lam. 3:22, 23). Estamos ante una fuente de consuelo y de esperanza. La misericordia divina es inagotable y cada día es una oportunidad para volver a empezar.
Veamos algunos conceptos:
1-La misericordia de Dios es inagotable. A pesar de nuestras transgresiones y debilidades, Dios nos ha mostrado compasión una y otra vez. Su amor y su misericordia son inquebrantables. A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a derrotas, pero Dios siempre está dispuesto a extendernos su mano de perdón y restauración. Esto es motivo de gratitud, regocijo, entrega y compromiso renovado.
2-La misericordia de Dios se renueva cada mañana. Cada día representa una nueva oportunidad para vivir de acuerdo con los propósitos de Dios. Cada amanecer nos ofrece la opción de escribir una historia de amor, servicio y fidelidad a Dios; cada nuevo día nos invita a abrazar la esperanza y compartirla con urgencia. Elena de White afirma: “Debemos recibir la seguridad de que no necesitamos ir al Cielo para traer a Jesús junto a nosotros, ni a lo profundo para acercarlo a nuestro lado, porque está a nuestra mano derecha, y su ojo está siempre sobre nosotros. Siempre debemos tratar de comprender que el Señor está muy cerca de nosotros para ser nuestro Consejero y Guía” (Hijos e hijas de Dios, p. 29).
3-La fidelidad de Dios es grande. A lo largo de la historia bíblica (y en nuestra propia vida), podemos ser testigos de la fidelidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas y en su cuidado constante. Su fidelidad, característica fundamental de su carácter, nos aporta seguridad y confianza, porque Dios permanece inmutable y fiel.
4-Sus promesas nos alientan a seguir. La vida está llena de desafíos, pruebas y tribulaciones. Sin embargo, gracias a la misericordia y la fidelidad de Dios, encontramos la fuerza para perseverar. Solo así es como podemos afrontar el futuro con esperanza y confianza, sabiendo que Dios actúa en nuestra vida para nuestro bien y para su gloria.
Pocos días después de un congreso de la iglesia mundial, en medio de una feroz tormenta de viento y nieve, Elena de White escribió: “Cuanto más inclemente sea el tiempo, mayor es nuestra necesidad de que obtengamos el brillo del sol de la presencia de Dios. Esta vida, aun en su mejor expresión, es solamente el invierno del cristiano; y los fríos vientos del invierno –chascos, pérdidas, dolor y angustia– son nuestra suerte aquí. Pero nuestras esperanzas están puestas en el verano del cristiano, cuando cambiaremos de clima; dejaremos todas las ráfagas invernales y las fieras tormentas detrás, y seremos llevados a las mansiones que Jesús ha ido a preparar para aquellos que lo aman” (Notas biográficas de Elena G. de White, p. 264).
Más allá de las tormentas presentes o futuras, Cristo es nuestro Piloto. Viajemos guiados por él, la auténtica garantía presente y eterna. ¡Buen viaje 2024!
Hermanos que bendición es leer la palabra de Dios. La bendición viene a través de ustedes que manifiestan escrita el mensaje de Dios
Muy frata
Excelente libro más información gracias