El ministerio de Cristo en el tiempo del fin.
Tal como estaba predicho en las Escrituras, Cristo entró en el tiempo señalado al Lugar Santísimo del templo de Dios en el Cielo. El profeta Daniel lo describió acercándose al Anciano de días: “Seguí mirando en la visión nocturna, y vi que en las nubes del cielo venía como un Hijo de Hombre; llegó hasta el Anciano de días y fue llevado ante él” (Dan. 7:13). El profeta Malaquías también predijo este evento: “Vendrá a su templo el Señor, a quien ustedes buscan; el ángel del pacto, a quien desean. Ya viene, dice el Señor Todopoderoso” (Mal. 3:1). El pueblo de Dios no esperaba que el Señor entrara al Lugar Santísimo. Ellos esperaban que viniera a la Tierra.
Poco después del cumplimiento de algunas de las señales que el Salvador predijo que se verían antes de su segunda venida, se produjo en todo el mundo cristiano un gran despertar religioso. Los estudiosos de las profecías llegaron a la conclusión de que se acercaba el tiempo del fin. En el libro de Daniel, leyeron: “Hasta dos mil trescientos días de tardes y mañanas. Entonces el santuario será purificado” (Dan. 8:14). Pensando que la Tierra era el santuario, entendieron que Daniel 8:14 predecía la purificación de la Tierra por el fuego en la segunda venida de Cristo. Al escudriñar las Escrituras en busca de más luz y comparar este período profético con los registros de los historiadores, descubrieron que los 2.300 días se extendían hasta el año 1844.
Este fue el fundamento del gran movimiento adventista de 1844. La caída de las estrellas en 1833 dio mayor fuerza a la proclamación del mensaje de la pronta venida del Salvador. Debido al trabajo de William Miller y muchos otros, el mensaje adventista fue llevado a una gran parte del planeta.
Pero el pueblo aún no estaba preparado para encontrarse con su Señor. Todavía había que llevar a cabo para ellos una obra de preparación. Sus mentes debían dirigirse hacia el Templo de Dios en el Cielo. A medida que siguieran por la fe a su Sumo Sacerdote en su ministerio allí, se les revelaría otro mensaje de advertencia e instrucción.
Además de la entrada del Señor a su Templo, Malaquías también predice su segunda venida para ejecutar el juicio con estas palabras: “ ‘Vendré a ustedes a juicio, y seré presto para testificar contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran mentira y los que defraudan el salario del jornalero, de la viuda y del huérfano, y contra los que cometen injusticia al extranjero, mostrando así que no me respetan’, dice el Señor Todopoderoso” (Mal. 3:5). En la carta de Judas se describe la misma escena: “El Señor viene con sus santos miles de millares a juzgar a todos, y a convencer a todos los impíos de todas las malas obras que cometieron” (Jud. 1:14, 15). La entrada del Señor a su Templo y su segunda venida son acontecimientos distintos y separados.
El paso del tiempo en 1844 fue seguido por un período de gran prueba para los que todavía sostenían la fe adventista. Algunos renunciaron a su fe en su anterior cálculo de los períodos proféticos y atribuyeron a agencias humanas o satánicas la poderosa influencia del Espíritu Santo que había acompañado al movimiento adventista. Pero otro grupo sostuvo firmemente que el Señor los había guiado en su experiencia pasada; y mientras esperaban, velaban y oraban para conocer la voluntad de Dios, vieron que su gran Sumo Sacerdote había entrado en otra fase de su ministerio y, siguiéndolo por la fe, fueron llevados a entender también cuál es la obra final de la iglesia. Tuvieron una comprensión más clara de los mensajes del primer ángel y el segundo ángel, y estuvieron preparados para recibir y dar al mundo la solemne advertencia del tercer ángel de Apocalipsis 14.
Extraído y adaptado de “Christ’s Closing Ministry in the Heavenly Sanctuary”, The Southern Watchman, 24 de enero de 1905.
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