PERSPECTIVAS DE GENIALIDAD

Nuevo año, nuevas miradas.

¿Te preguntaste alguna vez por qué hay tantas promesas en la Biblia? Los volúmenes que se han compilado suelen ser extensos; y los libros, gordos y pesados.

Esto dice mucho sobre nuestro Dios. Evidentemente, él sabía que las íbamos a necesitar, y dejó todo preparado y escrito para que en ningún momento nos faltara una palabra de aliento. Una palabra que nos permitiría mirar más allá de nuestras circunstancias y elevaría nuestros pensamientos hacia una realidad más feliz. La realidad que podemos vivir diariamente junto a él y la esperanza que nos permite soñar con un mundo mejor.

Pero, hay más.

La segunda carta del apóstol Pedro nos da otra razón por la cual hay tantas promesas en la Biblia: para que seamos más y más parecidos a Jesús, en nuestra actitud, nuestra manera de tratar a los demás, nuestra manera de relacionarnos con nuestro Padre celestial, nuestra vida de servicio,  nuestras alegría y optimismo, nuestra capacidad de soportar con entereza agravios e injusticias…

La lista es larga. Y muy interesante. ¿A quién no le interesa tener un carácter equilibrado y atractivo; un carácter que te permite sentirte bien contigo mismo y con los demás; una comprensión sana e inteligente del rol que tenemos que jugar en las circunstancias que nos tocan vivir?

Veamos lo que nos dice Pedro: “Todo lo que pertenece a la vida y a la piedad nos fue dado por su divino poder por el conocimiento del que nos llamó por su gloria y virtud. Por ese medio nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguemos a participar de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por causa de los malos deseos” (2 Ped. 1:3, 4).

Cuando Dios creó a Adán y a Eva en el Jardín del Edén, los creó a su propia imagen (Gén. 1:26). En muchos aspectos, ellos reflejaban su carácter y su amor, su manera de relacionarse y sus nobles aspiraciones. Pero, cuando se engañaron a sí mismos y desobedecieron, el pecado entró en nuestro mundo, y la imagen de Dios se perdió en nosotros. Se perdió.

Sin embargo, por la gracia y el infinito amor de nuestro Padre, el plan para nuestro rescate se puso en marcha. No solo para liberarnos de las garras del enemigo y darnos esperanza de vida eterna, sino también para recuperar, poco a poco, aquí y ahora, la imagen de Dios en aquellos que aceptaríamos el regalo del rescate.

Esto es lo que tienen en mente los pastores cuando nos hablan de santificación. Y es lo que nos dice Pedro también. En un momento de nuestra vida no deseamos más los caminos corruptos, que tan fácilmente pueden tentarnos porque siguen la línea de nuestras inclinaciones naturales. Nos hemos hastiado de lo que no funciona y deseamos algo diferente, aunque no sepamos qué.

Esa influencia del Espíritu Santo en nuestra mente es poderosa. Y nos empuja a buscar esa experiencia diferente hasta que nos encontremos con Jesús, aunque lo hayamos conocido toda la vida. Pero este momento de encuentro es un momento de transformación. Y esa transformación va a continuar creciendo cada vez más de la mano de las preciosas promesas que nos dejó nuestro Dios en su Palabra.

Te invito este año a mirar las promesas bíblicas desde esta perspectiva: cómo nos ayudan a recuperar la imagen de Dios, que, allá lejos y hace tiempo, se perdió en nosotros.

Porque estoy convencida de que esta es una fuente insuperable de ánimo y fortaleza en estos tiempos tan desgarradores que nos toca vivir. Necesitamos esa fortaleza. Necesitamos esa entereza de carácter para hacer frente a desafíos a los que no estamos acostumbrados. Necesitamos dejarnos moldear por el Señor para que él recree su imagen en nosotros.

Sus promesas nos ayudarán.

  • Lorena Finis de Mayer

    Lorena Finis de Mayer es argentina y escribe desde Berna, Suiza. Desde hace varios años es columnista en la Revista Adventista y sus artículos son muy valorados por la exacta combinación de sencillez y profundidad.

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