A 150 años del envío del primer misionero adventista al extranjero.
Por Eric E. Richter
Una de las imágenes más comunes para referirse a Dios en la Biblia es la figura del “Padre”. Probablemente quienes son padres y madres podrán entenderla mejor. A quienes lo aceptaron y creen en su nombre (Juan 1:12), Dios los ve como sus hijos, a los que ama profundamente, pero a los que tiene que educar y enseñar. Como Padre, Dios nos ayuda a quitarnos malos hábitos e ideas, y a comportarnos correctamente y aprender lo que es bueno. ¿Por qué en un artículo sobre la misión estoy mencionando todo esto? Porque, ciertamente, tuvo que trabajar mucho con nosotros (el pueblo adventista) a fin de educarnos, enseñarnos y guiarnos. Comencemos con esta la historia desde el principio.
El desarrollo del mensaje adventista
Luego del Gran Chasco, en 1844, la mayoría de los seguidores de William Miller se desanimaron y abandonaron su fe en el pronto regreso de Jesús. Sin embargo, un pequeño grupo de personas confiaba aún en Dios y se propuso estudiar con devoción las Escrituras para entender por qué Jesús aún no había regresado. Aquí es donde Dios comenzó su trabajo paternal y educativo con sus hijos. Con cariño les mostró la verdad del Santuario celestial y que la profecía de Daniel 8:14, que William Miller y sus seguidores habían interpretado como una referencia de la Segunda Venida, en realidad describía el juicio previo a la venida de Cristo. Así, los adventistas entendieron la doctrina del Santuario, la idea de que Dios tiene un gran plan de salvación desde la fundación del mundo que lleva a cabo de manera organizada y sistemática para redimir a su pueblo y vindicarlo ante las acusaciones de Satanás.
Pero, Dios no se detuvo allí: nuestro Padre continuó enseñándonos a recuperar verdades extraídas de su Palabra. Para 1847, todos los adventistas habían aceptado y comprendido la doctrina del Santuario;1 ahora era necesario continuar profundizando en otras verdades bíblicas. A lo largo de 1848, Joseph Bates, James White y su esposa, Elena, llevaron a cabo siete congresos en el noreste de los Estados Unidos para estudiar y predicar sobre el tema del sábado. Para el año siguiente, los adventistas habían aceptado plenamente el sábado como el día de reposo dedicado a Dios, tal como enseñan los Diez Mandamientos (Éxo. 20:8-11).2 Además, para 1850 los adventistas se convencieron, luego de estudiar profundamente el tema en las Escrituras, de que el alma no es inmortal y que el infierno tampoco es eterno.3 En otras palabras, el ser humano deja de existir al morir (Ecl. 9:5) y solo vuelve a la vida mediante la resurrección; y Dios no castigará por toda la eternidad a quienes pecaron, sino que serán aniquilados en el fuego final (Sal. 37:20, 35, 36).
Durante la década de 1850, los adventistas del séptimo día comprendieron que estas cuatro grandes verdades (la segunda venida de Cristo, el Santuario, el sábado y la inmortalidad condicional del alma) no debían considerarse de manera aislada, sino que eran parte de un mensaje unificado que debía proclamarse y predicarse: eran “la verdad presente”. Asimismo, ellos entendieron que su papel en este mundo era muy especial. La Biblia muestra que existe un conflicto de dimensiones cósmicas entre el bien y el mal, entre Dios y el Diablo. Dios desea salvar a la humanidad caída, y todas sus acciones están dirigidas hacia este objetivo. Mientras tanto, el Diablo —el originador y propagador del pecado al rebelarse contra Dios en el Cielo— busca dañar y destruir a la humanidad. Dentro de este gran conflicto, el pueblo de Dios es el remanente que preserva el mensaje divino de la salvación y lo proclama al mundo. El pueblo adventista había encontrado en Apocalipsis 14:6 al 13 —donde se describe el mensaje final de los tres ángeles para la humanidad— un resumen de su misión, su mensaje y su razón de ser.
La comprensión de que la historia de la humanidad existe dentro de un conflicto cósmico entre Dios y el Enemigo, y que la iglesia es el remanente divino que debe predicar y proclamar el mensaje de la Biblia, fue el catalizador para el próximo gran avance: ¡Era necesario predicar el mensaje a todo el mundo! Sin embargo, había tres obstáculos que dificultarían el cumplimiento de esta misión.
El primer obstáculo se encontraba en la mente de las personas. Nuevamente, nuestro Padre debió enseñarnos lo que es correcto. La mayoría de los adventistas pensaban que el mensaje de la “verdad presente” solo debía compartirse con quienes habían sido previamente seguidores de William Miller. Necesitaban entender que había una “puerta abierta” a través de la cual cualquier persona que aceptara el mensaje bíblico de la salvación podía entrar. Mediante el estudio de la Escritura y las visiones dadas a Elena de White entre 1849 y 1852, Dios le mostró a su pueblo adventista que su misión era mundial y que debían alcanzar a todas las personas.4
En segundo lugar, los adventistas del séptimo día necesitaban estar mejor organizados. Por ese tiempo, cada congregación e iglesia actuaban de manera autónoma, sin trabajar en conjunto. Aquí nuestro Padre intervino de nuevo y nos guio al establecimiento de una organización eclesiástica capaz de llevar a cabo de una manera mucho más eficiente la misión que nos había encomendado. De 1861 a 1863, se sentó la base de la organización adventista, lo que permitió coordinar mejor las actividades misioneras de la iglesia e iniciar nuevos proyectos evangelizadores.5
El tercer obstáculo se relacionaba con la salud en el siglo XIX, que era realmente lamentable. La medicina moderna estaba “en pañales”, la gente carecía de hábitos saludables y la calidad de vida era muy baja.6 Dios quería que su pueblo estuviera en una condición física y mental óptima, para así servir de la mejor manera, pero también que la gente mejorara su salud física y mental, para que estuviera más receptiva al mensaje de la Biblia. Por ese motivo, en 1863, Dios le dio una visión a Elena de White indicándole la importancia de practicar los principios bíblicos sobre la salud, especialmente los que se encuentran en Levítico 11, y que se desarrollaran instituciones médicas que atendieran a las personas.7 De la misma manera, Dios mostró que también era necesario establecer instituciones educativas que prepararan misioneros y educaran a los niños y los jóvenes en los principios bíblicos, incluyendo la importancia de la misión. Así, en 1872, se fundó la primera institución educativa adventista, en Battle Creek, Michigan.8
Dios había preparado a su pueblo; ahora era el momento de que sus hijos e hijas salieran al mundo a proclamar el mensaje.
El desarrollo de la misión adventista
En abril de 1874, Elena de White tuvo una visión en la que un ángel le advirtió: “Nunca pierdan de vista el hecho de que el mensaje que poseen está destinado a todo el mundo. Debe ser dado a todas las ciudades, a todos los pueblos. […] Nada es imposible con Dios”.9 Esto despejó cualquier duda que quedaba y le dio un impulso imparable al comienzo de la misión adventista en el extranjero.
El 14 de agosto de 1874, la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día votó oficialmente enviar a John Nevins Andrews, uno de los pastores y teólogos más capaces que tenía la iglesia en ese momento, para que fuera a Europa. Él fue el primer misionero adventista enviado oficialmente al extranjero.10 El 15 de septiembre, con todos los preparativos listos, John N. Andrews, sus dos hijos y Ademar Vuilleumier, un adventista suizo-francés que sería su traductor, embarcaron en el “Atlas”, el barco a vapor que lo llevaría de Estados Unidos a Europa.11
Un mes más tarde, el 16 de octubre de 1874, John N. Andrews llegó a la ciudad de Neuchâtel, Suiza, donde fijó su base de operaciones, aunque más tarde se mudó a Basilea. Allí estableció una revista misionera en francés, titulada Les Signes des Temps [Las señales de los tiempos]. También realizó campañas de evangelización, impartió estudios bíblicos, dirigió cultos y predicó el mensaje casa por casa. Su obra misionera no se limitó a Suiza, sino también la realizó en Francia, Italia, Inglaterra y Alemania.12 Su trabajo misionero sentó las bases de la Iglesia Adventista en Europa.
Han pasado ya 150 años desde que la Iglesia Adventista comenzó esta maravillosa aventura de difundir el mensaje bíblico de la salvación por todo el mundo. Desde sus humildes inicios, con el envío de John N. Andrews a Europa, miles de valientes hombres y mujeres han asumido la responsabilidad de compartir el evangelio eterno en diferentes países extranjeros. Uno de ellos fue Jorge Riffel, el primer misionero en traer el mensaje adventista a Sudamérica.
Jorge Riffel, descendiente de inmigrantes alemanes que se habían establecido en la zona del Volga, en Rusia, nació en 1850.13 En busca de un mejor futuro, viajó en 1876 a Sudamérica junto con su esposa, María Ziegler, y su hijo David. Primero se asentó en Brasil y luego en la Argentina, pero dificultades económicas los llevaron a mudarse a los Estados Unidos. Mientras vivían en Kansas, la familia conoció el mensaje; se bautizaron en 1888. Jorge sintió el ferviente deseo de compartir el mensaje adventista con los amigos que había hecho en Argentina, y escribió cartas a uno de ellos, llamado Reinhardt Hetze. Le dijo que volvería a la Argentina para compartir con él la esperanza en el próximo regreso de Jesús. Y así fue. Acompañados por otras tres familias, Jorge, María y David llegaron el 29 de mayo de 1890 a la Argentina. Días más tarde, Reinhardt Hetze los recibió en su casa, donde se realizó el primer culto adventista.
Cuatro años más tarde, más específicamente el 18 de julio de 1894, Frank H. Westphal llegó a la Argentina. Él fue el primer pastor adventista ordenado en llegar al territorio sudamericano y su trabajo evangelizador sentó las bases del progreso misionero siguiente.14
En los años sucesivos, nuevos misioneros llegaron a Sudamérica para difundir el mensaje bíblico de la salvación. Entre 1892 y 1893, August B. Stauffer y Elwin W. Snyder, ambos colportores, visitaron Uruguay para distribuir la literatura adventista y dar estudios bíblicos. Lucy Post fue la primera instructora bíblica de Uruguay. Llegó el 26 de julio de 1895 y fue responsable de muchos de los primeros conversos en el país. Frank Westphal visitó Uruguay en julio o agosto de 1895; pero Jean Vuilleumier, que llegó por primera vez el 17 de octubre de 1895, fue el primer pastor que se quedó a trabajar en el país, .
El colportor August B. Stauffer fue el primer misionero en entrar al Brasil, en mayo de 1893, mientras que el primer pastor ordenado en llegar a este país fue Huldreich Graf, quien llegó el 4 de octubre de 1895. Aunque debe mencionarse que el pastor William H. Thurston, sin ser ordenado, ya estaba trabajando en el país desde el año anterior.
Aunque el colportor Clair A. Nowlin ya había visitado Chile anteriormente, fueron Thomas G. Davis y Frederick W. Bishop los primeros colportores misioneros que se quedaron a trabajar allí. Ellos llegaron el 8 de diciembre de 1894 al puerto de Valparaíso. Por su parte, Granville H. Baber fue el primer pastor ordenado en llegar a Chile, el 12 de octubre de 1895.
El caso de Paraguay es muy especial. El primer misionero en llegar al país fue un pastor ordenado, Elwin W. Snyder, quien había comenzado su ministerio como colportor y llegó al país el 1° de agosto de 1900. Había sido ordenado apenas dos semanas antes. Tres años más tarde, el pastor John McCarthy organizó la primera iglesia en Encarnación.
En septiembre de 1898, un grupo de siete misioneros laicos liderados por José Luis Escobar llegó a Lima. Ellos formaron el núcleo de la primera iglesia adventista de Perú. Siete años más tarde, el 16 de noviembre de 1905, Franklin L. Perry desembarcó en Lima. Aunque otros pastores habían visitado el país, él fue el primer pastor ordenado en quedarse para hacerse cargo de la obra de evangelización en el país.
En Bolivia, fue el colportor Juan Sebastián Pereira quien por primera vez difundió el mensaje adventista. Él llegó al país en 1897 y se dedicó a vender ejemplares de Patriarcas y profetas y El camino a Cristo. En mayo de 1907, llegó Eduardo W. Thomann, quien fuera el primer pastor ordenado en ingresar a Bolivia. Sin embargo, la llegada de Fernando y Ana Stahl, dos años más tarde, le dio mayor impulso a la obra.
Finalmente, Ecuador fue alcanzado por el mensaje adventista. El colportor Thomas H. Davis llegó a Ecuador el 20 de agosto de 1904. Al año siguiente, el 7 de noviembre de 1905, llegó el primer pastor ordenado: George W. Casebeer.
Gracias al esfuerzo y la abnegación de estos misioneros y pastores, y todos los hombres y las mujeres que les siguieron, la Iglesia Adventista se asentó en los países sudamericanos. Sin embargo, con el paso de los años quedó claro que Sudamérica no es solo un territorio misionero, sino también por la gracia de Dios se ha convertido en una base evangelizadora para el envío de misioneros a países que aún necesitan conocer el mensaje esperanzador de la Biblia.
Misioneros sudamericanos a todo el mundo
A lo largo de las décadas, cientos —sino miles— de misioneros han salido de los países de la División Sudamericana. Sería imposible nombrarlos a todos. Por ese motivo, mencionaremos específicamente los programas que la Iglesia Adventista cuenta en este territorio para impulsar el envío de misioneros.
Servicio Voluntario Adventista (SVA)
La oportunidad de que estudiantes universitarios puedan servir como misioneros en el extranjero por un año fue canalizada por primera vez por un programa eclesiástico en 1968. En este año se votó la creación del Cuerpo de Servicio de Voluntarios Adventistas, como un departamento dependiente del Ministerio Joven. Esto permitió que estudiantes sirvan como misioneros de sostén propio.15 El primer misionero estudiantil de la División Sudamericana fue Ronald Kuhn. Este estudiante de Teología del Instituto Adventista de Ensino (actualmente la Universidad Adventista de San Pablo) partió hacia Ruanda en marzo de 1985.16
En 1996, la Asociación General reorganizó el Servicio de Voluntariado Adventista como una entidad autónoma del Ministerio Joven y con un responsable propio. Al año siguiente, la División Sudamericana votó incorporar estos cambios en su propia estructura confesional. Para 1999, se logró enviar por primera vez, mediante este nuevo programa, a 16 voluntarios que sirvieron durante al menos un año en 13 países extranjeros.17 Para 2016, más de 650 jóvenes habían servido como misioneros voluntarios en países extranjeros.18
+ Información: https://sva.adventistas.org/es/servicio-voluntario-adventista/
Misión Caleb
Este proyecto nació de tres jóvenes brasileños que vivían en Cordeiros, Estado de Bahía. En 2005, Nora Souza, Leonardo Luís y Estatielma Caires decidieron dedicar parte de sus vacaciones escolares a realizar trabajos comunitarios y misioneros en una localidad vecina. Dos años más tarde, los líderes de la Unión del Nordeste de Brasil decidieron extender esta actividad a todo su territorio, y logró inspirar a más de quinientos jóvenes para que participaran de este programa solo el año de su lanzamiento. En 2009, este proyecto se extendió a Perú y para 2012 se estaba llevando a cabo en todo el territorio de la División Sudamericana.19
Cada año, cerca de trescientos mil jóvenes participan del proyecto Misión Caleb en el territorio de la División Sudamericana, proclamando el mensaje y mostrando el amor de Cristo en sus comunidades.
+ Información: https://www.adventistas.org/es/jovenes/proyecto/mision-caleb/
Un año en Misión (OYiM)
El proyecto Un año en misión, mejor conocido por sus siglas en inglés: OYiM (One Year in Mission), surgió en 2013 con catorce jóvenes que trabajaron en la ciudad de Nueva York. El objetivo del programa era que los jóvenes pudieran servir durante un año completo como misioneros en ciudades y grandes centros urbanos con poca o ninguna presencia adventista. Allí realizarían tareas comunitarias y actividades de evangelización. La joven brasileña Liz Motta fue la primera sudamericana en participar de este programa como parte del primer grupo que sirvió en Nueva York durante 2013.20
A partir de 2014, este programa se implementó en el territorio de la División Sudamericana. Desde ese entonces, más de cinco mil seiscientos jóvenes han dedicado un año de su vida para servir como misioneros.
+ Información: https://www.adventistas.org/es/jovenes/proyecto/un-ano-en-mision/
Mission Refocus
La expresión “Ventana 10-40” hace referencia a la región del mundo comprendida entre los paralelos 10° y 40° norte del Ecuador. Incluye el norte de África, el Medio Oriente y el sudeste asiático. Más de la mitad de la población mundial vive allí y las religiones predominantes son el Islam, el Budismo y el Hinduísmo. La escasa presencia cristiana, la poca libertad religiosa y las difíciles condiciones socioeconómicas obstaculizan seriamente la predicación del evangelio en esta región.
La Iglesia Adventista en Sudamérica se ha tomado muy en serio su responsabilidad de predicar el evangelio eterno en toda la Tierra, “a toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6), y hacerlos discípulos para así bautizarlos “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Por este motivo, la División Sudamericana comenzó enviando y sosteniendo financieramente a 5 familias misioneras en la Ventana 10-40. A partir de 2015, este número ascendió a 25 familias. Por la gracia de Dios, a partir de 2025, se enviarán a 50 familias a fin de predicar el evangelio en esta desafiante región del mundo.
Conclusión
Este mes se cumplen 150 años desde que John N. Andrews tomó un barco que lo alejó de su tierra natal y lo llevó hasta un país desconocido. Desde este pionero, miles de hombres y mujeres se han puesto en las manos de nuestro Padre celestial para servirlo como misioneros en el extranjero. Pero aún queda mucho por hacer: todavía hay países, regiones, ciudades y personas que necesitan escuchar el mensaje bíblico de la salvación. ¿Escuchas la voz del Espíritu Santo que pregunta: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de nuestra parte?” (Isa. 6:8)? ¿Sientes en tu corazón el deseo de servir al Señor como misionero?
Horas antes de subir al barco que lo llevaría junto con su familia, John Andrews escribió: “Nos consagramos a la protección misericordiosa de Dios […] para que su bendición pueda descansar sobre esta obra sagrada”.21 Dios te llama hoy a ti también para que te consagres a esta obra sagrada, sea en tu barrio, en tu pueblo o ciudad, en tu propio país o en una nación extranjera. Tú también puedes servir como misionero para compartir el mensaje esperanzador de la Escritura con las personas que necesitan de Jesús.
Eric E. Richter es licenciado en Teología y editor en la Asociación Casa Editora Sudamericana.
Referencias
1 George R. Knight, Nuestra identidad: Origen y desarrollo (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2007), p. 72.
2 C. Mervyn Maxwell, “Joseph Bates y la teología sabática adventista del séptimo día”, en El sábado en las Escrituras y en la historia, ed. por Kenneth A. Strand, Clásicos del Adventismo 10 (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2014), pp. 507, 508.
3 Kevin Ramiro Paredes Cerna, “Desarrollo histórico de la doctrina de la inmortalidad condicional del alma dentro del movimiento adventista, desde 1844 hasta 1863” (tesis de licenciatura, Universidad Peruana Unión, 2017), pp. 47, 48.
4 Gorden R. Doss, Introduction to Adventist Mission (Silver Spring, MD: Institute of World Mission of the General Conference of Seventh-day Adventists, 2018), pp. 143, 144.
5 George R. Knight, Nuestra iglesia: Momentos históricos decisivos (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2008), pp. 70-73.
6 Ver Rennie B. Schoepflin, “La salud y su cuidado”, en El mundo de Elena G. de White, ed. por Gary Land (Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), pp. 161-180.
7 Ricardo Velezmoro Fernández, “El mensaje del tercer ángel y la relación de la reforma pro-salud en los libros de Elena de White y la proclamación del mensaje” (tesis de licenciatura, Universidad Peruana Unión, 2016), pp. 16, 17.
8 Floyd Greenleaf, Historia de la educación adventista: Una visión global (Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010), pp. 18-21.
9 Elena de White, “A World-wide Work”, General Conference Bulletin, 1° de octubre de 1896.
10 Aunque John N. Andrews fue el primer misionero enviado oficialmente al extranjero, diez años antes Michael Belina Czechowski, un sacerdote polaco convertido al adventismo, viajó por su cuenta (y con el apoyo financiero de algunas entidades milleritas) a Europa para predicar el mensaje adventista del séptimo día. Las semillas que él plantó fueron vitales para el trabajo misionero realizado posteriormente por Andrews. Ver Rajmund Ladyslaw Dabrowski, “The Forerruner: M. B. Czechowski”, en J. N. Andrews: The Man and the Mission, ed. por Harry Leonard (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1985), pp. 190-201.
11 Jean R. Zurcher, “Missionary to Europe”, en J. N. Andrews: The Man and the Mission, ed. por Harry Leonard (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1985), p. 214.
12 Zurcher, “Missionary to Europe”, pp. 215-217.
13 Los datos biográficos han sido extraídos de Sergio Becerra, “Geörg (Jorge) Heinrich Riffel”, Misioneros Fundacionales del Adventismo Sudamericano (Libertador San Martín: Editorial UAP, 2012), pp. 17-27.
14 Eric E. Richter, “La difusión del protestantismo en Entre Ríos: El caso del adventismo del séptimo día (1890-1920) – Parte I”, Teología y cultura 25, N° 1 (2023), pp. 105, 106.
15 Marly L. Tim, “Serviço voluntário adventista: Motivando e treinando futuras gerações de missionários”, en Teología e metodologia da missão: VIII Simpósio Bíblico-Teológico Sul-Americano, ed. por Elías Brasil de Souza (Cachoeira, BA: Centro de Pesquisa em Literatura Biblica, 2011), pp. 487, 488.
16 Wilson Roberto de Borba, “Historia del Servicio Voluntario Adventista en la División Sudamericana, 1982-2016” (tesis doctoral, Universidad Peruana Unión, 2017), pp. 4, 32.
17 Caiky Xavier Almeida y Renato Ferreira, “Servicio Voluntario Adventista en la División Sudamericana”, Encyclopedia of Seventh-day Adventists, disponible en: <encyclopedia.adventist.org/article?id=5IG4>.
18 Borba, “Historia del Servicio Voluntario Adventista en la División Sudamericana, 1982-2016”, p. 232.
19 Caiky Xavier Almeida, “Proyecto Misión Caleb (División de América del Sur)”, Encyclopedia of Seventh-day Adventists, disponible en: <encyclopedia.adventist.org/article?id=9IFV>.
20 Caiky Xavier Almeida, “El Proyecto ‘Un Año en Misión’ de la División Sudamericana”, Encyclopedia of Seventh-day Adventists, disponible en: <encyclopedia.adventist.org/article?id=EIFW>.
21 John N. Andrews, “Our Embarkation”, Review and Herald, 22 de septiembre de 1874, p. 8.
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