¿SOLO UN JUEGO?

El cristiano y las apuestas online.

En los últimos años, la accesibilidad de Internet ha hecho crecer exponencialmente el mundo de las apuestas online. Y el problema es que muchos dentro de nuestras iglesias no lo ven como algo grave. Si lo naturalizamos, es muy complicado. Ese es el principal asunto. Y esa es la intención de Satanás.

Anuncios en programas de televisión, sponsors de equipos o eventos deportivos, personalidades influyentes en redes sociales, la proliferación de supuestos “expertos” y la promoción en plataformas de streaming, entre otras cosas, prometen ganancias fáciles o un inocente entretenimiento, pero lo único que están haciendo es destruir vidas.

Lo que comienza como un juego (las maquinitas de casino, las apuestas deportivas y la lotería: algunos de los más consumidos) termina en algo tan severo como la ludopatía (adicción patológica a los juegos de azar practicados físicamente o por medios electrónicos). Esto se asemeja a otras formas de adicción, tales como la dependencia del alcohol y de las drogas, en lo que se refiere a los síntomas y a la variación en la química del cerebro. Esto es un vicio, una enfermedad que hace destrozos en la persona y su familia, hasta el punto de que muchos terminan quitándose la vida por las deudas y los problemas de salud mental como ansiedad y depresión que provoca.

Según el informe “Global Online Gambling Markets-Previsiones de 2022 a 2027”, el mercado mundial de juegos de azar en línea superó los 65.300 millones de dólares en 2020 y se prevé que escalaría a casi 130 mil millones de dólares para 2027.

Para los especialistas, la ludopatía tarda en desarrollarse entre cinco y ocho años en el caso de los juegos con modalidad presencial. Pero, en la modalidad online, los jugadores pueden engancharse compulsivamente en menos de dos años (en algunos casos, incluso en meses). Los jóvenes y los adolescentes son las principales víctimas.

¿Dice algo la Biblia al respecto?

Los juegos de azar violan el sentido cristiano de responsabilidad hacia la familia, los conciudadanos, los necesitados y la iglesia (1 Tes. 4:11; Gén. 3:19; Mat. 19:21; Hech.  9:36; 2 Cor. 9:8, 9). La Escritura también nos anima a mantenernos alejados de intentar “enriquecernos rápido” (Prov. 13:11; 23:4, 5; Ecl. 5:10). La característica adictiva del juego es –a todas luces– totalmente incompatible con un estilo de vida cristiano, ya que somos responsables ante Dios (1 Cor. 6: 19, 20). Estamos en presencia de algo muy algo serio con lo que no podemos jugar. No es algo natural, es un problema y es un pecado, ya que distorsiona nuestra relación con Dios y con el prójimo.

El objetivo de este artículo no es condenarte por tu pecado o tu adicción, ya que quien escribe es otro pecador como tú (pero con nombre y apellido diferentes). El objetivo es invitarte a ir al único que puede darnos la verdadera libertad de nuestro pecado: Jesús. Y él hoy te dice en Efesios 4:22 y 23 y 1 Corintios 10:12: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. […] Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga”.

Deja de engañarte pensando que “un poco no le hace daño a nadie”, que “lo tengo bajo control”, que “conmigo no sucederá”, o que es solo “para entretenerme”. En su mayor o menor medida, sigue siendo pecado. Si tú estás participando de él, ve hoy a Dios con arrepentimiento y confesión. Su gracia quiere darte la verdadera libertad.

Háblalo con el pastor de tu iglesia local o con uno de los líderes. No lo calles. Y, si hoy no consigues dejar ese vicio, necesitas buscar ayuda psicológica para acompañarte en este proceso. No te olvides de que, en lo oculto, el pecado no hace más que crecer.

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