LA MARCHA DE LA VICTORIA

El Salmo 68 nos anima a seguir adelante más allá de las crisis.

La vida nos coloca de manera impensada frente a innobles circunstancias injustas que alteran nuestro caminar. Bien lo sabe Vanderlei de Lima, un exatleta brasileño especializado en carreras de larga distancia. Bicampeón de los Juegos Panamericanos, conquistó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 en la siempre complicada prueba del Maratón. Para obtener una presea, tuvo que recorrer los 42 kilómetros con 195 metros que marca el reglamento. La historia es indignante y desfavorable.

Vanderlei lideraba con éxito la competencia e iba rumbo a la medalla dorada. Sin embargo, en el kilómetro 36 fue interceptado bruscamente por un exsacerdote irlandés llamado Cornelius Horan. Ayudado por el público por este incidente, el atleta retornó a la carrera, pero ya había perdido la punta. Pese al incidente, completó en tercer lugar de la maratón, y fue ovacionado y aplaudido en el estadio Panathinaiko.

Un tiempo más tarde, Vanderlei fue premiado con la medalla Pierre de Coubertin por su valor y espíritu olímpico (máximo galardón de carácter humanitario-deportivo que otorga el Comité Olímpico Internacional) y fue el encargado de encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Por encima de las circunstancias poco alentadoras, Vanderlei tuvo sus recompensas.

La vida cristiana es una carrera llena de obstáculos, tentaciones, desánimos y altibajos. Es una odisea donde emergen imprevistos que nos distraen, y nos hacen retroceder y perder el verdadero camino. Es una carrera con un trajinar no siempre cómodo. Es un peregrinar en el desierto. Con diferentes realidades y resultados, Enoc supo esto, Noé lo supo, Abraham lo supo, Moisés lo supo… David también lo supo. Por eso, al componer el Salmo 68 celebra la forma victoriosa en la que Dios guio a Israel en su peregrinar. Con detalles de fe, describe notablemente el viaje del pueblo de Dios desde el desierto hasta la conquista de Canaán. Cuenta de la huida de los reyes enemigos y el establecimiento de Jerusalén como capital del reino. En síntesis, destaca la fidelidad de Dios para darle a Israel la victoria sobre sus enemigos.

No es posible dejar de mencionar que la composición de este capítulo lo convierte en un desafío para los comentaristas, tanto del hebreo como de la traducción. Adam Clarke escribió: “No sé cómo hacer un comentario sobre este salmo: es el más difícil de todo el Libro de los Salmos”. Más allá de esto, es posible observar un mensaje claro, distintivo y de esperanza. Ante las injusticias de la vida, este salmo nos ayuda a cantar bajo la lluvia. Veamos las razones para lograr esto.

1-Dios nos da la victoria (vers. 1-6). David despliega todo su talento poético. Esto se suma a la inspiración del Espíritu Santo y da como resultado una composición extraordinaria en este inicio. El versículo 1 es un exacto eco de Números 10:35: “Cuando el arca se movía, Moisés decía: ‘Levántate, Señor, sean disipados tus enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen’ ”.

Este pensamiento es motivador, tanto con Moisés en el Éxodo, como con David con Israel en Jerusalén. Y expresaba la confianza en Dios y la necesidad del pueblo de ser guiado por él. Es un Dios que va adelante, defiende a las viudas y los huérfanos, consuela a los solitarios, libera a los cautivos, prospera a los justos y hace que los rebeldes cosechen lo que sembraron. Necesitamos conocer más a este Dios y tener en nuestra experiencia diaria esta dependencia de él.

2-Dios pelea por nosotros (vers. 7-18). Estos versos bien podrían ser incluidos en el mensaje del evangelio; es decir, en las buenas nuevas que vino a traer Jesucristo a esta Tierra. Dios ganó una gran victoria a través de la Persona y la obra de su Hijo; por eso, su pueblo también es partícipe de este triunfo. No solo debemos aceptarlo y vivir a la altura de él. También debemos proclamarlo a otros. Así como David tenía un ejército para las batallas territoriales, hoy Dios tiene una gran tropa de soldados del mensaje del Tercer Ángel que batallan día a día en las lides de este mundo de pecado y tratar de arrebatarle al Diablo las almas que él consiguió tentar y desviar del camino de la verdad.

Jesús tiene el poder para ayudarnos a vencer. Inspirado por el mismo Espíritu Santo que David, San Pablo aplica en Efesios 4:8 lo que dice Salmo 68:18: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres” (RVR 1960). Jesús venció por nosotros, conquistó la muerte y resucitó. Ahora nos dejó la misión de esparcir su mensaje y, mediante su Espíritu, nos otorgó dones espirituales para usar en su servicio.

3-Dios es digno de ser alabado en su Santuario por todos los pueblos (vers. 19-35). Después del gran triunfo sobre sus enemigos, David consiguió traer el Arca del Pacto a Jerusalén (2 Sam. 6). Esto constituyó una fiesta espiritual marcada por la adoración plena y el gozo reverente. Los caminos de Dios conducían al Santuario, donde el pecador obtenía la expiación de sus pecados. Mas allá de esto, David también sabía que aún quedaban muchos desafíos por delante. Por eso ora a fin de que Dios derrame fuerza en la victoria del pasado, usándola como base para lo que haría en el futuro: “Tu Dios ha ordenado tu fuerza; confirma, Señor, lo que has obrado en nosotros” (vers. 28) y “el Dios de Israel da fuerza y vigor a su pueblo” (vers. 35).

En nuestro periplo hacia el Cielo, Satanás estorba nuestro camino para que desistamos. Aun en nuestros eventuales tropiezos, es clave recordar las promesas y las aseveraciones del Salmo 68. Jesús nos espera en la Eternidad con una sonrisa y una corona de oro.

Autor

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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