PODER EN EL PRESENTE

Cultivar la esperanza en Jesús cada día es el motor de nuestra felicidad.

Mientras conversaban alrededor de la mesa, un grupo de amigos escuchaba fascinado las experiencias de un hombre que había vivido en un pueblo que ahora yacía en el fondo de un lago artificial.

Durante muchos meses, mientras se construía la gran pared de un futuro dique y su central hidroeléctrica, la vida en el pueblo se paralizó. Todos los trabajos de mejoras y mantenimiento se detuvieron. ¿Para qué arreglar la gotera en el techo de la casa si en pocos meses estaría cubierta de agua? ¿Para qué desmalezar los jardines? ¿Para qué cambiar los vidrios rotos de las ventanas?

Mes tras mes, el pueblo se convirtió en un lugar desagradable, deteriorado y decadente.

El hombre concluyó sus anécdotas con una nota de sabiduría: “Donde no hay fe en el futuro, no hay poder en el presente”.

La fe adventista es, por definición, una mirada esperanzadora del futuro. Esperamos el regreso de nuestro Salvador Jesús, que inaugurará una vida eterna feliz y llena de posibilidades, una vida sin dolor ni muerte. Sabemos que el Reino de Dios será el paraíso para todos los que deseen estar allí.

El profeta Isaías escribió: “Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (25:9). Y el apóstol Juan sigue pintando el cuadro del futuro: “Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido” (Apoc. 21:1).

Ahora, ¿qué impacto tiene la esperanza cristiana en nuestra vida de todos los días? Solemos hablar de ella en los funerales, cuando necesitamos consuelo y razones para darle algún sentido a la muerte. También pensamos en ella cuando estamos sumergidos en situaciones difíciles y necesitamos algo fuera de nosotros mismos para dar un rumbo positivo a nuestros pensamientos.

Pero ¿cómo vivimos la esperanza del futuro en Cristo como parte integral de nuestra vida y no solo en situaciones extremas o difíciles? ¿Cómo impacta este futuro a nuestro presente? ¿Dónde vemos el poder del presente al tener un futuro tan maravilloso por delante? Nuestra esperanza se hace visible cuando seguimos construyendo y creciendo. Jesús es el que le da sentido a las iniciativas que tomamos para no estancarnos en la vida y para que nuestra historia siga siendo interesante.

Y aquí, cada uno podría contar su experiencia sobre cómo Dios está motivándolo para ir por tal o cual camino, animándolo a acercarse a tal o cual persona para ser un instrumento de bendición, o también desafiándolo para mirar tal o cual situación desde una perspectiva diferente.

Eso se llama caminar con Dios: ser conscientes de que avanzamos por la vida en equipo con él; construyendo, creciendo y siendo bendición junto a él. Y la historia de vida del que camina con Dios está llena de poder, a cada instante. El futuro está asegurado en Jesús, y eso le da sentido y propósito a nuestro presente.

Al mismo tiempo, necesitamos ser conscientes de que, para no dejarnos llevar por la desesperanza que reina en nuestra sociedad, tenemos que ser intencionales en cultivar la esperanza en Jesús. Y eso también es una manera de vivirla en lo cotidiano.

Cuando dedicamos tiempo a conectarnos con la Palabra de Dios, cuando hacemos silencio alrededor de nosotros y hablamos con él como lo hacemos con un amigo, cuando cantamos canciones que elevan nuestra mente hacia el Cielo y cuando conversamos sobre las bendiciones que Dios está derramando en nuestro camino, estamos cultivando la esperanza en Cristo Jesús.

Y la esperanza cultivada nos empuja, cada día, a lanzarnos hacia adelante para construir y crecer, para arreglar goteras y desmalezar jardines, para cambiar vidrios rotos y compartir esperanza con aquellos que la necesitan.

Autor

  • Lorena Finis de Mayer

    Lorena Finis de Mayer es argentina y escribe desde Berna, Suiza. Desde hace varios años es columnista en la Revista Adventista y sus artículos son muy valorados por la exacta combinación de sencillez y profundidad.

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