EL RELATO

La trama más sublime de todo el universo.

El dicho popular “La historia la escriben los vencedores” es atribuido al filósofo alemán Walter Benjamin, al escritor británico George Orwell y al político Winston Churchill. Con el tiempo, Carla Montero (en su obra El invierno en tu rostro) completó la frase de la siguiente manera: “La historia la escriben los vencedores, pero el paso del tiempo también da voz a los vencidos”.

La idea de que lo que conocemos del pasado solo nos llega a través del filtro de aquellos que vencieron y, por lo tanto, están en condiciones de relatar su versión de los hechos se ha unido en tiempos posmodernos a la idea de que toda visión de la realidad es subjetiva.

En este sentido, afirman los posmodernos, no existe tal cosa como “la realidad”, sino sencillamente tantas percepciones subjetivas de esa realidad como personas existen. Por eso, últimamente, diversos movimientos han tratado de “reescribir la historia”, ofreciendo un nuevo “relato” de la realidad. La idea es que, si soy lo suficientemente creativo y hábil para construir un nuevo “relato”, puedo torcer hasta la realidad misma, para que concuerde con mi visión de la historia.

La Biblia, por otro lado, nos presenta que existe una sola historia: la historia de la Redención. Es el relato que está detrás de todos los relatos, y es más abarcador que cualquier visión secular de la historia, porque incluye nada menos que la Eternidad, y su límite geográfico es el universo entero. En cierta medida, ese alcance universal y eterno queda resumido en la Biblia, donde se muestra la historia que está detrás de todas las historias y el relato que está detrás de todos los relatos.

Como presentación concisa, cada generación del pueblo de Dios ha mencionado algún hito de esa gran historia de la Redención, resumiendo los aspectos más relevantes para ese tiempo. Así, por ejemplo, Dios le recordó a Israel, antes de darle los Diez Mandamientos: “Yo soy el Señor tu Dios, quien te rescató de la tierra de Egipto, donde eras esclavo” (Éxo. 20:2, NTV). O el resumen que hizo el apóstol Pablo: “Yo les transmití a ustedes lo más importante y lo que se me había transmitido a mí también. Cristo murió por nuestros pecados tal como dicen las Escrituras. Fue enterrado y al tercer día fue levantado de los muertos, tal como dicen las Escrituras” (1 Cor. 15:3, 4, NTV). O la maravillosa esperanza que tenemos, de que pronto llegará este momento glorioso: “¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más” (Apoc. 21:3, 4, NTV).

Difícilmente los historiadores seculares mencionarían estos acontecimientos como dignos de ser resaltados en sus libros de historia. Su “relato” les impide ver el Relato. Pero, para aquel que mira la historia y la realidad con percepción espiritual y sabiduría que proviene de lo Alto, puede entrever el Relato. Esa percepción, además, le permite entender las señales de los tiempos, comprender que estamos viviendo en los últimos días de esta Tierra, y que Jesús muy pronto volverá.

No andemos a ciegas. No compremos algún otro relato. Que nuestra vida no se enganche con las idas y venidas de los que no tienen  sin percepción espiritual, que hacen de los conflictos y los problemas de este mundo su único horizonte.

Hay otro relato, el Relato, y tiene un destino eterno.

Autor

  • Marcos Blanco

    Pastor y doctor en Teología. Desempeña su ministerio en la ACES desde 2001. Autor de "Versiones de la Biblia", es Jefe de Redacción y director de la Revista Adventista desde 2010. Está casado con Claudia y tiene dos hijos: Gabriel y Julieta.

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