LA IMPORTANCIA DE CONOCER A DIOS

Lo que realmente marca la diferencia.

El libro de Oseas es conocido por la historia personal entre el profeta y su esposa. La relación entre Oseas y Gomer funciona como una metáfora que el Señor utiliza para que el pueblo entienda qué es lo más importante en la relación entre Dios y el ser humano. El elemento clave en la relación entre Dios y su pueblo es descrito a lo largo de todo el libro, pero se expresa de manera explícita en Oseas 4:6 (RVR 1960): “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”.

A continuación, exploraremos lo que esto significa y sus implicaciones.

La palabra “conocimiento” es la traducción del sustantivo hebreo da’at, que a su vez proviene del verbo yada’, que significa “conocer”. Estas dos palabras se usan en diferentes ocasiones a lo largo del libro y entender su uso nos lleva a comprender lo que realmente significa la falta de conocimiento.

En primer lugar, el texto mismo habla de algo que nos da luz sobre qué es lo que no conocía el pueblo y que lo llevó a la destrucción. El texto dice que olvidaron la Ley de Dios. Entonces, lo primero que se puede decir es que el no conocer la Ley de Dios es lo que provocó su destrucción. Sin embargo, es evidente que el pueblo de Israel tenía conocimiento de las leyes divinas. De hecho, sus ritos y sus costumbres giraban en torno a las leyes dadas por Moisés. Había un pleno conocimiento de las leyes de Dios. Esto significa que el problema real no era que olvidaron la Ley divina, sino que no la tomaron en cuenta. En esto radica la falta de conocimiento.

En otra parte del libro, el profeta registra el sentir de Dios al decir que “establecieron reyes, pero no elegidos por mí; constituyeron príncipes, sin mi aprobación” (Ose. 8:4). Aquí aparece la idea de que Dios no sabía lo que hacía el pueblo, lo que es contrario a lo que la Escritura enseña acerca de la omnisciencia divina. Él conoce todo y no hay nada oculto para él. Por lo tanto, aquí el problema es que el pueblo no consultó a Dios, ni siguió su consejo. Así, dado que el pueblo no acepta las decisiones de Dios, él tampoco reconoce las decisiones del pueblo. En Oseas 2:8, se dice de Israel que “no reconoció [heb. yada’] que yo era quien le daba el trigo, el vino y el aceite”.

A esto se suman otras declaraciones del profeta, tales como la de Oseas 4:1, que dice que “no hay fidelidad, ni amor, ni conocimiento de Dios en el país”. Aquí notamos que el asunto es que no hay conocimiento de Dios y se conecta con la infidelidad de parte del pueblo para con Dios. En ese sentido, el texto declara también que “no piensan convertirse a su Dios, porque espíritu de fornicación está en ellos y no conocen [yada’] al Señor” (Ose. 5:4). Así, no conocer a Dios se conecta con la fidelidad en cuanto a sus obras. Por lo tanto, conocer a Dios o no es un asunto de obediencia a los preceptos divinos.

Además, al hablar de la fidelidad –el tema de la relación entre Dios y su pueblo–, se dice que el pueblo se ha prostituido al seguir a falsos dioses (Ose. 5:4), pues usan sus riquezas para los falsos dioses (Ose. 2:8). Por otra parte, Dios le propone al pueblo entrar en una relación personal e íntima al decirle “te desposaré conmigo en fidelidad y conocerás al Señor” (Ose. 2:2). Con esto vemos que la clave para conocer a Dios no se reduce a lo cognitivo, sino que se extiende hasta lo relacional. Así, no basta con tener conocimiento de una verdad en un nivel teórico, sino que se debe considerar que conocer a Dios consiste en reconocer quién es él y debe ser demostrado con nuestras obras. Para lograrlo, es importante entrar en una relación íntima con Dios.

Por otro lado, Dios también declara: “Misericordia quiero y no sacrificio, conocimiento de Dios más que holocaustos” (Ose. 6:6). Este pasaje muestra que conocer a Dios va más allá de un asunto externo de obediencia. Apunta a una obediencia en consonancia con la misericordia que viene de Dios. Así, la relación que Dios propone a su pueblo es integral y no parcial. No se trata de obedecer por obedecer, sino de hacerlo en respuesta a la misericordia de Dios, que se manifiesta en su deseo de relacionarse con su pueblo. Finalmente, la invitación del texto es: “Conozcamos al Señor, insistamos en conocerlo” (Ose. 6:3), y debemos hacerlo en los términos de Dios, y así él nos sanará y viviremos delante de él (Ose. 6:1, 2).

¡Maranatha!

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