¡ATRÉVETE A SER FIEL!

27 marzo, 2023

¿Quieres ser feliz? Aprende a practicar la fidelidad.

“Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel! Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor’ ”.

Mateo 25:23.

El 15 de noviembre de 1964, poco tiempo antes de morir, Martin Buber, uno de los filósofos judíos más importantes del siglo XX, escribió una carta muy significativa y dramática a su amiga Naemah Beer-Hoffman. En ella dice: “Ha llegado la hora –lo he percibido de manera inconfundible– que ordena: ‘¡Pon tu casa en orden!’ Debo poner mi casa en orden; ese es un mandamiento que no admite dilaciones […]”. Luego de algunas reflexiones sobre la inminencia de su muerte, concluye la misiva de esta manera: “Quiero poner fin a esta carta con una bendición, y no conozco otra mejor que la de atreverse a ser fiel y poder serlo. Créeme, lo que corona la vida no es la felicidad, sino la fidelidad” (M. Friedman, Encuentro en el desfiladero [Buenos Aires: Planeta, 1993]).

¿Por qué la fidelidad es la “corona de la vida”? ¿En qué sentido es superior a la felicidad? Desde un punto de vista cristiano, lo es porque la fidelidad es una expresión de integridad y coherencia, de una identidad lograda, de alguien que no se ha corrompido y que mantiene la pureza de la sinceridad. Precisamente, la felicidad emerge de esos fundamentos de lealtad y verdad.

La consigna de Buber, “atrévete a ser fiel”, se nos impone como un imperativo ético prioritario. Se aplica a la vida matrimonial, a las relaciones familiares y a la amistad. Además, posee un valor psicológico fundador de la personalidad, e incluso presenta un sentido metafísico u ontológico esencial. Sin duda, “atrévete a ser fiel” es un mandato de urgente necesidad ante el avance de la epidemia de los adulterios y la corrupción. Implica atreverse a ser un baluarte de la verdad, un reproductor fidedigno de los hechos; atreverse a ser transparente, veraz, confiable, sincero, íntegro, responsable y leal.

El principio que subyace a esta orden se proyecta como un parámetro objetivo de los valores permanentes de la justicia, la bondad y la verdad.

Pero, para ser fiel a otros, primero hay que serlo con uno mismo. “Antes que nada, ser fiel es ser uno mismo”, manifestó Antoine de Saint-Exupéry. La fidelidad es lo que determina la coherencia, el factor articulador de la identidad propia. Por lo general, se califica al infiel como desleal o traidor; pero, ante todo, se traiciona a sí mismo porque pervierte su propia naturaleza. Es más, si no existiera la fidelidad, la realidad misma quedaría irremediablemente trastornada.

La propuesta que encuentras cada mes en esta sección consiste en cultivar una virtud. Desarrollar el carácter es la principal tarea de la vida, porque el carácter es lo único que llevaremos al Cielo. Siendo que la fidelidad es tan importante, ¿por qué no dedicar este mes a cultivar esta noble virtud?

El evangelio declara que la fidelidad será el requisito esencial que Dios aplicará al evaluar a cada persona en ocasión del Juicio Final. A todo aquel cumpla con esta condición, el Maestro dirá: “¡Bien, siervo bueno y fiel! […] Entra en el gozo de tu señor”. Lo que nos queda, entonces, es seguir la consigna de Buber: “¡Atrévete a ser fiel!”

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