MÁS ALLÁ DE LA FERIA DE LAS VANIDADES

4 enero, 2023

Un nuevo año nos da un nuevo camino por el cual peregrinar

Cristiano se da cuenta de que habita en una ciudad que va camino a la destrucción. Sabe que tiene que huir de ese lugar. Intenta convencer a amigos y familiares, pero es en vano. Huye solo y desesperado. Conoce las buenas nuevas por medio de Evangelista, quien le indica el camino de la salvación hacia Ciudad Celestial. El peregrinaje de Cristiano desde la Tierra de Destrucción hasta la Ciudad Celestial es hábilmente narrado por John Bunyan en El progreso del peregrino. Esta obra clásica de lo que podríamos llamar “ficción teológica” ha motivado a miles de cristianos. Incluso Elena de White lo menciona en El conflicto de los siglos:

“En una asquerosa mazmorra atestada de reos y libertinos, Juan Bunyan respiró la atmósfera misma del Cielo y escribió su maravillosa alegoría del viaje del peregrino de la Tierra de Destrucción a la Ciudad Celestial. Por más de doscientos años, desde la cárcel de Bedford, esa voz habló con poder penetrante a los corazones de los hombres. Las obras El peregrino y Gracia abundante para el mayor de los pecadores han guiado a muchos pies por el sendero de la vida” (pp. 294, 295).

Claro, como podríamos esperar, el peregrinaje hasta la Ciudad Celestial no es un camino lleno de rosas, allanado y sin obstáculos. Entre los numerosos lugares dedisuasión y distracción, Cristiano atraviesa el Castillo de la Duda, por ejemplo. Pero, es en el pueblo Vanidad donde quisiera enfocarme: un lugar donde todo el año funciona la “feria de las vanidades”, donde se vende toda clase de placeres que atan a los peregrinos a este mundo, impidiéndoles avanzar hacia Ciudad Celestial (como los destellos de una copa de oro, obtenida gracias a patear una pelota, ante la cual parece rendirse el mundo entero).1

Dado que Cristiano y Fiel (uno de sus compañeros de peregrinación) se niegan a comprar cosa alguna en esta feria, son encarcelados. Finalmente, Fiel es martirizado en Ciudad Vanidad, pero Cristiano logra continuar su viaje.

El comienzo de un año tiene varias metáforas: la idea de que contamos con una hoja en blanco, o de que tenemos 525.600 minutos para gastar. Entre todas, prefiero la de un camino abierto que tenemos por delante. En nuestro caso, un camino a la Ciudad Celestial, a la manera del peregrino. Con certeza, muchos de nosotros pasaremos por el valle de sombra y de muerte. Algunos otros atravesarán el Castillo de la Duda. Otros tendrán que enfrentar a siniestros personajes como Simple, Pereza y Presunción.

Pero, sin duda, todos deberemos pasar en algún momento por la Feria de las Vanidades: esa feria donde el vendedor es el enemigo del pueblo de Dios, quien busca tentar a los que peregrinan hacia la Ciudad Celestial. Busca hacer que nos demoremos eternamente en la feria, atraídos por las vanidades de esta vida, corriendo detrás del viento, tratando de atrapar el humo, encandilados por los destellos de brillantes chucherías que nos hacen dedicar la vida a aquello que no edifica el carácter ni tampoco podremos llevar a la Ciudad Celestial.

Cada señal en el camino que Jesús nos ha marcado (en su sermón profético de Mateo 24) se está cumpliendo. El verdadero Rey viene, y quiere llevarnos a la Ciudad Celestial. Pero, si en la Feria de las Vanidades compramos lámparas sin aceite, quedaremos fuera de la fiesta de bodas (Mat. 25:1-13). Más bien, pasemos de largo por la feria y dediquémonos a cultivar una vida en el Espíritu, que llenará nuestras lámparas para poder avanzar hacia la Ciudad Celestial.

Un detalle más. Cristiano llega a la Ciudad Celestial gracias a la compañía de su amigo Esperanza. Nosotros también tenemos “la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

Que en este año que comienza, en este camino que tenemos por delante, podamos avanzar con esperanza hacia la Ciudad Celestial. RA

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Referencias
1 El autor inglés William Makepeace Thackeray toma esta alegoría y la convierte en una novela: La feria de las vanidades: una novela sin héroe.

  • Marcos Blanco

    Pastor y doctor en Teología. Desempeña su ministerio en la ACES desde 2001. Autor de "Versiones de la Biblia", es Jefe de Redacción y director de la Revista Adventista desde 2010. Está casado con Claudia y tiene dos hijos: Gabriel y Julieta.

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