LA ORACIÓN DE UN DIRIGENTE

6 diciembre, 2021

“Un líder es alguien que conoce el camino, recorre el camino y muestra el camino”.

John C. Maxwell

En el devenir de la historia, grandes imperios se han elevado con poderosos líderes… y también han caído de manera estrepitosa. Desde Ramsés II hasta Nabucodonosor, desde Alejandro Magno hasta Trajano, de Genghis Khan a Saladino, y de Carlomagno a Luis XIV y a la aún en funciones Isabel II; todos los reyes han tratado –de una manera o de otra, con aciertos notables y errores nefastos– de mantenerse en el poder.

Lo mismo ocurrió en el pueblo de Dios, según el relato del Antiguo Testamento. Durante los tres últimos años, hemos analizado la vida y el liderazgo de la mayoría de los reyes de Judá y de Israel. De los 42 monarcas, solo 10 fueron buenos. Ser líder del pueblo de Dios no garantiza, a priori, un liderazgo de éxito. Al contrario, puede dar luz verde a las más severas y fieras tentaciones.

Sin embargo, nadie está solo en esta tarea; Dios nos ayuda y nos dejó sus promesas. Asirse de ellas orando y estudiando la Biblia es deber de todo dirigente.

Para cerrar el año, y la sección, amerita recordar el texto “La oración de un dirigente”, del libro Para Ud. que quiere ser dirigente (p. 154), escrito por el Pr. Robert H. Pierson, presidente de la Asociación General entre 1966 y 1979.

Querido Señor:

                Ayúdame a ser lo que deseo que otros lleguen a ser: un cristiano nacido de nuevo. Toda reputación de dirigente debe estar a la altura de esta, la más elevada de todas las vocaciones.

Ayúdame a ejercer el mayor tacto, a ser tan considerado y bondadoso como era Jesús con quienes se relacionaba.

Ayúdame a ser valeroso, alegre, celoso y lleno de santo entusiasmo por mi trabajo. Proporcióname una conciencia que sienta agudamente el pecado de la inactividad. Que nunca pregunte: “¿Es seguro?”; “¿Es sagaz?”; “¿Es popular?”, sino que siempre me interrogue: “¿Es correcto?”

Ayúdame a aumentar el valor de todas las personas que me rodean.

Ayúdame a ser suficientemente grande para pasar por alto los desaires, sean estos intencionales o casuales; a perdonar y a olvidar las injurias.

Ayúdame a no indisponerme jamás con mis colaboradores.

Ayúdame a tratar a los que están “bajo mis órdenes” con tanto respeto y deferencia como trato a aquellos que son “mis superiores”.

Ayúdame a no cargar a otro con la culpa, sino a aceptar mi responsabilidad cuando las cosas salen mal.

Ayúdame a no pedir a otros que hagan lo que yo puedo hacer pero no quiero llevar a cabo.

Ayúdame a ejercer la dirección por ejemplo más que por precepto.

Concédeme paciencia bajo la prueba, y recuérdame las palabras del sabio: “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (Prov. 15:1). Ayúdame a ceder bondadosamente cuando mi hermano no vea la luz en mis planes o propuestas. Únicamente cuando los principios están en juego, ayúdame a mantenerme “de parte de la justicia, aunque se desplomen los cielos” (Elena de White, La educación, p. 54).

Ayúdame a no actuar impetuosamente o impulsado por un juicio apresurado. Quiero recordar siempre que las emergencias exigen una atención y una acción inmediatas, pero que las mejores decisiones son las que se adoptan en una atmósfera de oración y reflexión.

Cuando trate a los que yerran, ayúdame a obrar con amor, misericordia y justicia.

Ayúdame a utilizar sabiamente los fondos del Señor, porque no son míos.

No quiero comprometerme con las responsabilidades administrativas tanto que llegue a perder de vista mi más elevada vocación: la ganancia de almas. Recuérdame que estoy en esta vida solamente a fin de prepararme a mí mismo y preparar a otros para la vida futura.

Ayúdame a ser un hombre de oración y un hombre de la Palabra. Y que cuando estimule a otros a mayores realizaciones en estos dos importantísimos requisitos del éxito espiritual, que no lo haga solamente desde la teoría.

Señor, que cada uno de mis días comience y termine contigo. Y que nunca crea que, contando con tu ayuda, será imposible llevar a cabo cualquier tarea, por más difícil o dura que parezca.

Ayúdame para que haga siempre de Cristo el primero, el último y el mejor en todas las cosas. Amén.

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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