EL «PENDRIVE» DE PABLO

31 agosto, 2021

Extrayendo pensamientos de las cartas de Pablo para la comunidad eclesiástica del siglo XXI.

Por Isaías y Lautaro Silva

Uno de mis personajes favoritos de la Biblia es el apóstol Pablo. Por eso, cuando leo ciertas porciones de sus epístolas, disfruto de sus lecciones espirituales y sus detalles literarios. Hoy me gustaría compartir contigo una reflexión referida a la fraternidad, a la comunión de la iglesia y al interés en el prójimo. Leamos el siguiente pasaje, que se encuentra en 2 Corintios 11:23 al 29:

“¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos, más abundante; en azotes, sin número; en cárceles, más; en peligros de muerte, muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido náufrago en alta mar; en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez. Y además de otras cosas, lo que sobre mí se añade cada día: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar y yo no me indigno?”

Sin pretender desarrollar aquí lo que significa esto dentro del contexto de la epístola, solo mencionaré que esta apología nace del deseo de Pablo de exponer a los falsos profetas o apóstoles, por medio de un claro contraste. Expone una serie de dificultades por las cuales atravesó su apostolado, a fin de mostrar su auténtico servicio a Cristo. Este ministerio atravesó sufrimientos que ni siquiera habían experimentado sus opositores, los falsos maestros.

La lección detrás de los conceptos

En este pasaje, hay una palabra que se repite varias veces. ¿Notaste cuál es? ¡Sí! La palabra “peligros”. En el Nuevo Testamento se la usa para referirse a episodios muy graves y de riesgo de muerte (ver Luc. 8:23; Hech. 19:27, 40; 1 Cor. 15:30). ¡A Pablo realmente le pasó de todo! Cuando nos ponemos a escudriñar tranquila y detenidamente el texto, podemos llegar a imaginarnos los momentos horribles que formaron parte de su ministerio. Incluso podemos ponernos en su misma piel.

Ahora quiero que observes cómo sigue el relato. Realmente es emocionante. Después de describir todas las penurias de su periplo, Pablo inmediatamente cambia el escenario literario. Deja la narración de los peligros para presentar al lector algo más significativo para él. Escribe minimizando lo mencionado anteriormente para enfatizar algo llamativo. Presenta su preocupación por las iglesias. Pero lo hace de una forma muy particular. Analicémoslo.

Para graficar su sentimiento, su prioridad, habla de su “preocupación” por las iglesias. En lo único que ocupaba la memoria de su pendrive era las iglesias. Y es que era un gran misionero, un pastor con todas las letras.

Esta santa preocupación no solo ocupaba espacio en su mente los fines de semana, o en el cumpleaños de cierto hermano de iglesia, sino “cada día”. Siempre. ¡Qué testimonio! ¡Cuánto tenemos para aprender! En una sociedad tan individualista, estamos acostumbrados a vivir nuestros asuntos. Es real (y no se puede negar) que muchas veces no tenemos tiempo para ocuparnos de cada hermano que llega a nuestra mente (nuestro “pendrive”), ni mucho menos de visitarlos físicamente. Pero conozco una gran manera de encontrarlos, y es a través de la intercesión. Sí, la mejor cura es el corazón que se entrega sinceramente a Dios por su hermano.

El célebre teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer escribió: “Interceder por otro no significa otra cosa que presentar al hermano ante Dios; verlo bajo la cruz de Jesús como un hombre pobre y pecador que necesita de la gracia. Entonces desaparece todo cuanto me resultaba odioso en él, se me aparece en candor toda su indigencia, todo su desamparo; su miseria y su pecado me agobian, como si fueran míos; entonces no puedo hacer otra cosa que rezar: ‘Señor, actúa tú mismo, tú solo, sobre él, según tu justicia y tu bondad’. Interceder por otro significa conceder al hermano el mismo derecho que nosotros hemos recibido, a saber: estar delante de Cristo y tener parte en su misericordia”.[1]

Conclusión

Querido lector, todo lo que venimos hablando involucra sin duda acciones propias de un discipulado genuino. Fuera de esto, estaríamos viviendo un “cristianismo quimérico”, utópico. Es necesario replantearnos nuestros intereses y prioridades. Pidámosle a Dios crecer en esa santa preocupación, y que a fin de cuentas tengamos nuestro “pendrive” cargado y saturado de nuestra iglesia. Esta será la única manera de identificar quién es nuestro prójimo y enfocarnos en la misión que nos encomendó Dios: llevar las buenas nuevas de salvación y llevar el testimonio verdadero. Que Dios nos bendiga en este desafío. ¡A llenar nuestros “pendrives” con lo que realmente importa!


[1] Dietrich Bonhoeffer, Vida en comunidad (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002), p. 79.

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