CUÁNTA ANSIEDAD ES “DEMASIADA ANSIEDAD”

21 septiembre, 2020

Claves para equilibrar nuestro sistema nervioso. 

Una persona ansiosa publicó en Internet: “Estoy relajadísimo. Solo me preocupan dos cosas: todas las personas del mundo y todo lo que opinan sobre mí”. Más allá de que pueda parecer risueño o irónico, a un tercio de las personas les sucede esto. En el ámbito mundial, la tasa de trastornos de ansiedad es de cerca del 30 %. 

Esto no debería sorprender a los estudiantes de la Biblia. En Génesis,  Adán se esconde entre los matorrales y admite que tiene miedo (Gén. 3:10).

Y aquí estamos hoy, con el sistema nervioso alterado, preguntándonos cómo volver a un estado de equilibrio. ¿Cómo permanecer en calma en un mundo desesperado?

Casi todas las personas sienten mariposas en el estómago antes de hablar en público.La mayoría de nosotros ha sentido intenso nerviosismo previo a una conversación de riesgo, como invitar a alguien a salir o cuestionar el cobro indebido de una cuenta. Casi todo ser humano considera amenazadores a  animales como osos y leones. Y ¿a quién no le ha palpitado el corazón  cuando escucha ruidos extraños de noche? Estos son ejemplos de ansiedad normal frente a amenazas potenciales que son reales.

Cuando la ansiedad se eleva al punto de que se genera ante la posibilidad del peligro, en vez de ante un peligro probable, entonces hemos llegado a un punto en que está volviéndose difícil controlarla. En estos casos, la ansiedad perjudica nuestra productividad y funcionamiento, y se vuelve patológica. 

Y aquí llegamos a otra definición: un trastorno de ansiedad es un trastorno de salud caracterizado por sentimientos de preocupación o miedo tan fuertes que interfieren con las actividades diarias. ¿Alteran nuestras ansiedades de alguna manera nuestra capacidad de funcionar, trabajar, amar o mantenernos sanos? Si respondimos afirmativamente, podríamos estar sufriendo un trastorno de ansiedad.

Examinemos la fisiología de la ansiedad. Podríamos simplificar considerando que el sistema nervioso tiene dos grandes ramas: el sistema nervioso somático y el autónomo. El sistema nervioso somático es controlado por los pensamientos conscientes. Si levantas tu brazo en el aire a un metro de altura, eso ocurrió por la acción de tu sistema nervioso somático. Ahora, bájalo y levántalo repetidas veces, y cada vez más rápido. A causa de una actividad consciente aumentada, tu ritmo cardíaco y tu respiración se acelerarán. El sistema nervioso autónomo controla esas dos cosas, ya que son inconscientes. Podemos agradecer a Dios por el sistema nervioso autónomo.

Asimismo, este sistema tiene dos ramas: el sistema nervioso simpático y el parasimpático. El primero genera estimulación del sistema nervioso autónomo, y el segundo lo calma. La interacción de los dos sistemas nos permite responder a amenazas con mayor energía (como en la reacción de lucha o huida), para luego volver a calmarnos cuando percibimos que esas amenazas no son reales.

La ciencia conoce sobre la reacción de lucha y la de huida. Pero también se ha investigado sobre la de parálisis. Cual un ciervo inmóvil frente a las luces de un auto en la ruta, la reacción de parálisis también es una respuesta frente a las amenazas. 

En cualquiera de estos tres estados suceden varios fenómenos fisiológicos: las glándulas suprarrenales aumentan la producción de adrenalina, lo que aumenta el ritmo cardíaco y respiratorio. La adrenalina desvía la sangre de los órganos internos hacia las extremidades, nos dilata las pupilas, reduce la audición y desactiva la visión periférica. Estos cambios nos convierten momentáneamente en la Mujer Maravilla o Superman, para poder luchar o huir del enemigo.

En contraste con el estado de miedo, durante la calma la sangre vuelve a los órganos internos, los sentidos se normalizan y nuestra respiración y ritmo cardíaco se reducen. Hay nuevos descubrimientos que muestran que una de las formas de alcanzar este estado de calma es cuando tenemos conexión social. Esto valida la verdad de que hemos sido creados a la imagen de Dios, a quien le interesan los vínculos. Por eso, las personas solitarias y aisladas tienden a sufrir más ansiedad crónica que quienes se sienten conectados. RA

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