RESCATADOS

31 enero, 2020

Siete historias. Siete rescates. Siete milagros.

Son las 3 de la mañana. Zenir se despierta, se arrodilla junto a la cama y comienza a orar, como lo viene haciendo hace varias semanas: “Padre que estás en el cielo, te ruego por Rosa. Ella está alejada de la iglesia. Toca su corazón para que vuelva al redil…”.

Zenir pertenece al equipo especial “Rescate”, del Grupo pequeño “Carmesí”. Al igual que el resto de los Grupos pequeños de la Iglesia Adventista del Km 9, en Ciudad del Este (Paraguay), Zenir y sus compañeros de oración vienen orando hace tiempo por los “soldados heridos” del Señor, como han decidido apodar a los exadventistas de la comunidad.

Así, cierto día decidió visitar a Rosa. Le confiesa que todos los días se levanta a las 3 de la mañana para orar por ella. Rosa quedó sorprendida, y comenta que últimamente se despierta, inexplicablemente, a las 3 horas, sin poder dormir, sintiendo la necesidad de orar a Dios; de hecho, no logra volver a conciliar el sueño hasta orar.

La coincidencia milagrosa convence a Rosa del poder de la oración. Sin dudas Dios la está llamando a regresar. Actualmente, está ella integrada al Grupo pequeño “Carmesí”, preparándose para el bautismo.

Cada año, el programa de la División Sudamericana “10 días de oración” ha sido una celebración espiritual en la que toda la iglesia se reúne para clamar al Señor por las bendiciones que él desea otorgar a su pueblo. Este también es el inicio de un proceso que incluye preparación, siembra, crecimiento y cosecha de nuevos discípulos para Jesús.

En 2020, la temática de los “10 días de oración” gira en torno al rescate. Vamos a interceder especialmente por aquellos que están alejados del camino del Señor y de la familia de la fe. Así como Rosa, hay muchos que ya están volviendo al redil. Compartimos a continuación algunos testimonios de “soldados heridos” que han sido rescatados y sanados por nuestro Comandante y General, Cristo Jesús, a través de instrumentos humanos como Zenir.


Rescatado de las drogas

Luis Ibarra, de Ecuador, comparte su experiencia:

“Rodeados de una vida de muchas necesidades, mi madre conoció la verdad de la Palabra de Dios. Habiendo sido una católica devota, decidió seguir el verdadero camino de obediencia a Dios, cumpliendo su Palabra, sus Mandamientos, y con una firme misión de llevar el mensaje de salvación a la mayor cantidad de personas posible.

“Cuando yo tenía once años, ingresé a estudiar en la escuela adventista de mi ciudad y luego en el Colegio Adventista de Ecuador (CADE), lo que me permitió conocer a Dios y seguir sus caminos. Mi deseo era seguir estudiando Contabilidad, pero como en el colegio adventista no había esa especialidad, seguí mis estudios en un colegio no adventista en Quito. Allí comencé a trabar amistades con vecinos y compañeros de estudio que me influenciaron negativamente. Gradualmente, me alejé de los caminos de Dios y comencé a tener una vida completamente desordenada y llena de vicios.

“Pero Dios, en su gran misericordia, siempre estuvo cuidándome, y varias veces me libró incluso de la muerte. Después de 25 años de estar sumergido en las drogas, mi deseo era salir de esos vicios, pero nunca lo pude hacer. Un jueves, iba por una calle y vi la iglesia adventista. Sentí el llamado de Dios, y decidí al siguiente sábado regresar a la iglesia. Allí me recibieron con mucho amor, y Dios me habló directamente mediante un sermón dirigido a mí, pues hablaba del hijo pródigo. Ese sábado también hubo una ceremonia bautismal y el pastor hizo un llamado. Acepté, gozoso, reencontrarme con Jesús, y comencé a asistir a la iglesia.

“Mi deseo y pedido a Dios era restablecer a mi familia. Pero cuando me acerqué mi exesposa, me dijo que ya tenía otro compromiso. Tomé la decisión de quitarme la vida, porque sentía que ya nada valía la pena. Empecé a drogarme mucho más, con el propósito de que me dé un coma por sobredosis. Comencé a sufrir taquicardias a diario y me dio un preinfarto. Pero Dios permitió que llegaran inmediatamente los paramédicos y me llevaron al hospital. El último día que estuve internado me visitó un pastor amigo, y le pedí que me rebautizara.

“De eso ya han pasado once años. Gracias a la bendición de mi amoroso Dios, busco cada día hacer su voluntad. He participado como evangelista en la Misión Caleb, y gracias al Espíritu Santo se han bautizado once personas. Compartiendo estudios bíblicos, Dios ha permitido que se bauticen varias personas más, siguiendo así el buen ejemplo de mi madre. Hoy tengo la gran bendición de poder servir a Dios a través de la radio Nuevo Tiempo. Mi mayor propósito es buscar cada día ser fiel a Dios para recibir su promesa de salvación, y llevar su evangelio a quienes Dios ponga en mi camino”.


Rescatados por el ejemplo

Los esposos Juan Huamán y Dionisia Torres son una pareja de dirigentes misioneros de la Iglesia Monte Horeb, del distrito misionero de Mariscal Cáceres, Unión Peruana del Norte. A fines de 2018 empezaron a orar, junto a sus hijas Rebeca y Hellen, para que Dios colocara una familia en su camino con quien pudieran compartir su fe.

La respuesta de Dios no se hizo esperar. El 15 de enero de 2019, una familia de exadventistas procedente de Yurimaguas-Loreto se mudó al lado de la casa de esta familia adventista discipuladora. Se trataba de una numerosa familia compuesta por la mamá, Digna Isabel Chuquizuta Inga, junto a Mardely y su pareja, Alex, su otra hija Dámaris, con su esposo Néstor, y su pequeña hija Heyli.

Desde el comienzo, Digna había notado que sus vecinos eran distintos, pero no se atrevía a preguntarles la razón. Hasta cuando notó que cerraron su comercio el sábado. Entonces empezó a sospechar que eran adventistas. Digna y su familia, deseosos de volver a la iglesia, estuvieron atentos para ver a dónde se dirigía la familia Huamán Torres el sábado, y cuando los vieron pasar les preguntaron dónde iban tan arreglados, a lo cual ellos les explicaron que estaban yendo a la iglesia. El rostro de Digna se iluminó y sus ojos brillaron de felicidad. Con nostalgia, les contó que ella y sus hijas también habían sido adventistas, pero ya hacía un buen tiempo que habían dejado de ir; y dijeron que soñaban con volver a la iglesia.

En ese instante, Juan, Dionisia y sus hijas supieron que Dios había escuchado sus oraciones, y que esta familia había sido enviada por Dios para darles la oportunidad de compartir su fe. Inmediatamente les hicieron la invitación para que los acompañaran a la iglesia.

El siguiente viernes, esta pareja invitó al pastor de distrito, Guillermo Puertas Espinoza, para visitar esta familia y recibir el sábado. Después de hacer un estudio doctrinal sobre el sábado, el pastor les ofreció estudios bíblicos y los comprometió a asistir el sábado a la iglesia, a lo cual ellos aceptaron gustosos. Desde entonces, comenzaron a estudiar el curso “la Fe de Jesús” con toda la familia.

Luego de terminar los estudios y de que las dos parejas (Mardely-Alex y Dámaris-Néstor) unieran sus vidas en matrimonio, la familia entera fue bautizada.

Hoy sienten el gozo de tener un nuevo corazón y de volver a los brazos del Padre Celestial. Ahora participan del Grupo pequeño en su iglesia, y Néstor y Alex pertenecen al núcleo del distrito de discipulado dirigido por el pastor. Ellos quieren prepararse para discipular a otros y llevarlos a los pies de Jesús.


Rescatado durante los “10 días de oración”

“Mi nombre es Alejandro Lucero. Nací el 14 de febrero del año 1991 en Mendoza, Argentina. Cuando tenía tres años, mi mamá se separó de mi padre, violento, y logró escaparse a Santa Rosa, provincia de La Pampa, donde vivía mi abuela. Cuando yo tenía diez años, un tío de Mendoza, anciano de iglesia, fue de vacaciones a Santa Rosa. Allí me invitó a la iglesia y empecé a interesarme mucho. Después de unos meses dejé de asistir por dos sábados, y mi mamá me preguntó: «¿Por qué no vas más?», y mi repuesta fue: «Si tú no vas conmigo, no voy más». Desde ese momento, mi familia también empezó a asistir. Dios fue utilizándome en varias áreas de la iglesia.

“Pasados algunos años, mi mamá, ya con cuatro hijos, se separó de su segunda pareja y se vio obligada a alquilar una vivienda pequeña, porque no le alcanzaba el dinero. Yo ya tenía 18 años y me fui a vivir a la casa de mi abuela. En ese tiempo, comencé a distanciarme de Dios. Fui deshonesto en el trabajo y toda la ciudad se enteró. A partir de allí, tuve problemas para obtener empleo, a pesar de que hermanos de iglesia se acercaron y me ofrecieron trabajo. En diciembre de 2011 estuve todo el mes sin trabajar, y repentinamente, luego de cinco años de incomunicación, mi papá me envía un mensaje invitándome a visitarlo a Mendoza. En ese tiempo mi mamá y dos de mis tres hermanos ya se habían alejado de la iglesia.

“Una vez en Mendoza, me puse de novio con una chica pentecostal y comencé a acompañarla a su iglesia, a pesar de que sabía que la Iglesia Adventista era la verdadera. Dios fue llamándome de a poco, y hace dos años me propuse conducir a mi novia y a su familia al adventismo. Ellos sabían que yo no consumía ciertas comidas, pero lamentablemente yo no guardaba el sábado, y mi vida era desordenada en otros aspectos.

“Finalmente, en febrero de 2019 mi novia decidió terminar la relación, y al enfrentar esa situación dolorosa decidí ir a la casa de un tío en General Alvear, Mendoza, para despejar mi mente. Justo estaba comenzando el programa de los “10 días de oración” en la iglesia local, y decidí asistir a las reuniones. El último sábado oré mucho por mis seres queridos, y sentí el deseo de escribir unos mensajes al grupo de WhatsApp de la familia. Cuando terminó el sermón, recibí un mensaje en el que me decían que, gracias a mi oración, mi mamá había asistido a la iglesia después de diez años de alejamiento. Y a partir de ahí mi vida de oración se convirtió en lo primordial, orando a las tres de la mañana todos los días.

“Gracias a Dios regresé con muchas fuerzas a la iglesia. Hoy, participo activamente en el ministerio de la música, y soy consejero en el Club de Aventureros. Recientemente sentí el llamado de Dios, y deseo prepararme para el ministerio pastoral”.


Rescatado por el amor de un padre

A Leonel Fernando Apaza Choque le gustaba leer la Biblia desde niño, en especial el libro de Apocalipsis, con su hermano. Hasta que, a los diez años, perdió a su mamá en un accidente fatal. Desde entonces, su hermano dejó de creer en Dios y Leonel comenzó a rebelarse contra todo. Su adolescencia estuvo marcada por la rebeldía, y a los 19 años cayó en el vicio del alcoholismo.

Mientras tanto, el padre de Leonel, Franklin, que pertenecía a la Iglesia Adventista, empezó a orar mucho. Cuando su hijo se perdía por días y días a causa de las bebidas alcohólicas, lloraba sin consuelo y se pasaba la noche entera angustiado. Como papá, no había otro remedio que insistirle hablando, pero Leonel no daba señales de entregarse a Jesús. Aun así, las oraciones de su padre se volvieron cada vez más intensas. En su amor, no lo echó de su casa por su rebeldía, sino que le mostró misericordia y fue un ejemplo del amor de Dios para con sus hijos perdidos.

El viernes 24 de mayo de 2019, Leonel fue atropellado por un vehículo, y su pie izquierdo quedó muy afectado. Convaleciente, él recapacitó y entendió que Dios lo estaba llamando. Además, las lágrimas de un padre que oraba de forma incesante quebraron el corazón de Leonel. El pastor del distrito lo visitó, y le dijo que era momento de volver a Jesús; que su padre estaba sufriendo mucho por causa de él, y que sus oraciones no debían ser en vano.

Finalmente, el sábado 1º de junio de 2019, Leonel se bautizó. Invitó a varios familiares que aún no están en la iglesia y él mismo les hizo el llamado a entregarse a Jesús. Como resultado, su prima también aceptó rendirse a los pies de Cristo. También la hermana mayor decidió prepararse para esta decisión.


Rescatado por una iglesia preparada

Edgar Abarzúa se apartó en su juventud de los principios que en su niñez su familia le inculcó, dejándose llevar por las atracciones que este mundo ofrece a los jóvenes. Sin embargo, su familia, especialmente su madre, nunca dejó de orar por él, a fin de que Dios tocara su corazón y lo trajera de retorno al redil.

Después de muchas invitaciones y oraciones de parte de la familia, y sin haber dejado nunca de recordarle las promesas de Dios y sus caminos, finalmente se dio la oportunidad ideal para que pudiese concurrir a la iglesia y reencontrarse no solo con sus hermanos y amigos, sino también con Dios. La iglesia se preparó. Invitaron a Edgar y a otros hermanos que se encontraban en situación similar. El pastor los visitó, y luego de algunos encuentros, Edgar tomó la decisión de volver a la Iglesia y rebautizarse. Pero no solo él tomó esa decisión; su esposa, que no era adventista, también decidió bautizarse.

Hoy asisten a la iglesia Bosque de Arauco, ubicada en el distrito Arboleda de la Asociación Metropolitana de Chile.


Rescatado por una madre intercesora

La madre de José Luis siempre hizo lo posible para llevarlo los sábados al templo, a las distintas reuniones y a las actividades de la iglesia. De esa manera, él encontró la familia espiritual que necesitaba. Así, a los 18 años decidió entregar su vida a Dios a través del bautismo.

Sin embargo, con el transcurrir del tiempo fue enfriándose y alejándose de la iglesia. Sintió que su vida espiritual estaba tan fría, que ya no valía la pena asistir a la iglesia. El tiempo pasó y, tristemente, nadie en su iglesia se interesó por él. Nadie lo visitó, y eso reafirmó su idea de que era mejor estar afuera que adentro.

Por su trabajo, José Luis encontró más grupos de amistad fuera de la iglesia que adentro. Los años pasaron, y formó su familia. Pero, en el fondo, José Luis sabía que no estaba yendo por el camino correcto.

Sin embargo, había una madre que nunca dejó de orar por él. A esto se sumó algo que casi destrozó su vida: diagnosticaron a su hija cáncer en la médula. Fue el momento cuando hizo un alto en su rumbo desordenado y, junto con su familia, tomaron la decisión de bautizarse y volver a Dios.

Este reencuentro sucedió en 2017, y a partir de ese año se puso a entera disposición de la iglesia. Hoy es anciano de iglesia en la Unión Peruana del Sur, y sabe que es mucho mejor estar dentro que fuera del redil. La salud de su hija fue mejorando, pero hace poco tuvo una recaída que preocupó a todos. Como familia, reconocen que las pruebas fortalecen su fe.

José Luis y su familia agradecen a Dios porque saben que las plegarias de su madre hicieron que él pudiera reencontrarse con Jesús y volver a la iglesia. Sostiene: “Gracias a las oraciones de mi madre decidí volver. Ojalá en nuestras iglesias haya más intercesores de oración que no cesen de orar por sus hijos, porque un día el Espíritu Santo logrará su misión de quebrantar cada corazón endurecido para que volvamos a congregarnos”.


Rescatada por un sueño y un libro

“Mi nombre es Laura Sosa, y soy oriunda de Salto, Uruguay. Fui criada desde los tres años en la Iglesia Adventista. Sin embargo, al crecer dejé de asistir y estuve veinte años alejada de Dios. Comencé a trabajar en sábado, comía carne de cerdo, bebía alcohol, iba a bailes, y muchas cosas más. No reconocía a Dios en mi vida, jamás oraba, y me fui alejando más y más.

“Finalmente, luego de sufrir varias situaciones adversas, un miércoles pensé: Tengo que leer, eso me va a entretener. Esa noche, durmiendo, soñé que tenía que leer el libro El Deseado de todas las gentes, y el jueves me desperté con el sueño fresco en mi mente. Ese libro me parecía conocido, pero no recordaba de dónde. Decidí escribir a mi hermano, Jorge, que había permanecido en la iglesia, y le pregunté si conocía ese libro. Él respondió: ‘Sí, Laura, es de Elena de White; cuando vengas te lo doy’. Esa tarde, mi hermano me envió un link por WhatsApp de un sermón. Decidí escucharlo, y a los veinte minutos, inexplicablemente, comencé a sentir una angustia increíble.

“Caí de rodillas; lloraba, lloraba y lloraba. No sé cuánto tiempo pasó, pero en ese momento entregué mi vida a Dios y le pedí que me reconstruyera completamente. Le dije: ‘No sé cómo harás, pero ahora hazte cargo de mí. Si he de volver a la iglesia, que sea para algo productivo, para trabajar, para traer personas a tus pies’. Y así fue. Volví a la iglesia, fui rebautizada, y al poco tiempo mi madre también regresó.

“Tengo una tía, que fue adventista pero que hacía treinta años estaba alejada. Un día me dice: ‘Estaba leyendo el libro de Job, ¡y no lo entiendo!’ Estaba justo por comenzar el trimestre en el que se estudió el libro de Job en la Escuela Sabática, así que, le regalé la Lección de Adultos. Luego, comencé a enviarle los videos del pastor Alejandro Bullón, y de ese modo ella fue entendiendo. Seguí regalándole las lecciones, y un sábado, a las 8:30, me llama por teléfono y me dice: ‘¿Vas hoy a la iglesia? ¿Pasas a buscar a tu madre?’; contesté: ‘¡Claro!’ Y pregunta: ‘¿Puedes pasar por mí, también?’ ¡Sentí mucha alegría! Mis oraciones fueron contestadas. Desde ese día, mi tía jamás dejó de asistir; se rebautizó y es una fiel sierva de Dios”.


Estos son tan solo algunos ejemplos de la obra del Espíritu Santo para atraer el corazón de los hijos de Dios que están alejados de la iglesia. Jesús tiene poder. Él quiere utilizarte con la intención de continuar los rescates. No dejes de orar para que el Señor mueva su brazo poderoso, a fin de redimir a sus hijos extraviados.

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