NO PASA NADA

NO PASA NADA

10 junio, 2019

“Sé firme como una torre, cuya cúspide no se doblega jamás al embate de los tiempos” (Dante Alighieri).

Y en ese momento, la batalla de Gránico alcanzó su punto más crítico. Arrogante, la caballería persa se lanzó contra las tropas macedonias. Parmenión, un general experimentado, aconsejó a Alejandro Magno no precipitarse en la ofensiva contra las huestes enemigas. El reciente rey de Grecia no acató la opinión, y arremetió contra los persas con inusual arrojo.

Astutos, los enemigos distinguieron a Alejandro por las dos largas plumas blancas que adornaban su casco. Y fueron por él. Sin saber cómo, un dardo se alojó justo en una junta de la coraza del monarca. Sin solución de continuidad, dos jinetes persas se abalanzaron sobre él. Esquivó al primero. Dejó a su merced al segundo, quien con un hábil movimiento blandió su hacha sobre la cabeza de Alejandro. Es el final. “Le rompió el penacho y la pluma de ambos lados. El casco aguantó bien, pero el filo tocó sus cabellos”, describió Plutarco en su biografía sobre Alejandro Magno, reflejando así lo dramático de este episodio ocurrido en el año 334 a.C.

Aún queda un instante de vida. El jinete persa se dispone a asestar el golpe final, pero un oficial macedonio llamado Clito se le adelanta y lo traspasa con la lanza. Con este gesto, Clito no solo salva la vida del joven rey macedonio, sino también su proyecto de conquista de Asia y el surgimiento de una leyenda guerrera.

Acab, rey de Israel entre los años 874 y 853 a.C., no tuvo un Clito que lo defendiera. En aquella recia batalla contra los sirios (en la cual unió fuerzas con Josafat, rey de Judá), le ocurrió algo similar a Alejandro: “Y un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero: Da la vuelta, y sácame del campo, pues estoy herido” (1 Rey. 22:34). Sin embargo, el desenlace no fue igual. Acab se desangró en su carro y murió por la tarde.

Acab fue un descuidado para colocarse la armadura. En realidad, Acab había sido un descuidado en varios aspectos de su vida. Esto se dice de él unos capítulos antes: “Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él. Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró” (1 Rey. 17:30, 31). Terrible resumen biográfico.

Acab no comprendió que los asuntos de Dios son para tomarlos en serio, que un líder no puede hacer cualquier cosa que desee y que con el pecado no se juega.

Acab pensó que estaba protegido, pero no. Las personas como Acab nunca están protegidas. Creen que detrás de su coraza liberal, de los hábiles razonamientos de su “mente abierta” y de sus pisoteos a las leyes establecidas por Dios en pos de gustos humanos, podrán tener éxito. No obstante, al dejarle al enemigo una escasa ranura por donde entrometerse, le abren la puerta a la más estrepitosa de las derrotas. Más peligrosas que los grandes y frontales ataques, son las embestidas solapadas y sutiles.

Con la frase “Todo bien”, tratan de justificar lo injustificable. Con la frase “No pasa nada”, tratan de aliviar una consecuencia casi irreversible. Si el líder no anda firmemente en los caminos de Dios, sin apartarse a la izquierda ni a la derecha, corre el riesgo de Acab.

Un líder nunca debería rebajar las normas. Debería saber que, si lo hace, “sí pasa algo”. Siempre a la altura de las circunstancias, un líder debe levantar la bandera de las firmes resoluciones y los nobles propósitos. Con equilibrio y sentido común, es nuestro deber ser leales a las leyes dadas por Dios para nuestra felicidad, promover la obediencia a esas leyes y ejemplificar con nuestra vida el apego a ellas. RA

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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