INMUNODEPRESIÓN

20 julio, 2016

Claves para mantener las defensas bien altas

Cuando una persona tiene frío por varios minutos u horas, puede ser que posteriormente contraiga un cuadro gripal o de resfrío, en alusión al mal momento que pasó. Esto ocurre porque el frío produce estrés en el organismo, lo que libera cortisol, hormona propia del estrés, que bloquea los mecanismos inmunológicos y provoca el descenso repentino de las defensas. Esta es la oportunidad para que los virus logren su objetivo de reproducirse en nuestro cuerpo, dando lugar a la gripe o al resfriado.

Si alguien pasa frío durante un corto período, de pocos segundos, también sufre del estrés por ese “golpe” de frío, pero el mecanismo de defensa frente al estrés, por lo repentino del proceso, es distinto, y libera adrenalina y noradrenalina, que aumentan las defensas y se reducen las posibilidades de que ingresen los agentes patógenos. He visto en campamentos a aquel que se baña en un lago helado y es el único que no se enferma de todo el grupo. Por supuesto que bañarse en un lago helado no es apto para cardíacos… o cobardes. Personalmente, nunca tuve el coraje de tirarme al lago; por lo tanto, he formado parte del grupo de los resfriados.

Hay una relación directa entre el estrés crónico y la enfermedad, debido a la producción excesiva de cortisol. Cuántas veces personas que han sufrido situaciones difíciles como una separación, la pérdida del trabajo o el fallecimiento de un familiar, a su sufrimiento se agregan nuevos problemas, como infecciones a repetición, afecciones virales como el herpes zóster y, en algunas ocasiones, hasta cáncer.

Otro elemento que influye sobre el cortisol es el descanso correcto. Se ha demostrado que dormir en una noche solo tres o cuatro horas produce un aumento de cortisol que dura hasta tres días. El ejercicio periódico reduce el cortisol; en cambio, correr un maratón, por el desgaste físico que produce, reduce las defensas.

La influencia de la hormona cortisol también se puede observar en aquellas personas que por una patología específica tienen que tomar altas dosis de corticoides, y quedan propensas a contraer enfermedades infecciosas.

El magnesio y el zinc son minerales que actúan sobre las defensas estimulando la producción de glóbulos blancos. La carencia de zinc se relaciona con la atrofia de la glándula timo, órgano linfoide que produce los linfocitos T (una forma de glóbulos blancos), y con la disminución de la cantidad total de glóbulos blancos. Las vitaminas también cumplen su rol esencial en el complejo mecanismo de las defensas, no solo estimulándolas sino también controlando el exceso de anticuerpos o elementos que pudieran llegar a producir una enfermedad autoinmune, como el lupus, o la artritis reumatoidea. La fuente ideal, y en la medida justa y necesaria, de vitaminas y minerales como el zinc y el magnesio se encuentra en frutas, verduras y semillas, que Dios ha creado.

Hay estudios que hablan del efecto que tiene una dieta rica en azúcar, harinas refinadas, alto contenido de proteínas de origen animal y grasas saturadas sobre las defensas. Esto nuevamente demuestra la importancia de evitarlas. Muchos de estos alimentos influyen indirectamente en las defensas, modificando la flora intestinal.

Permanentemente, en nuestro tubo digestivo hay una cantidad asombrosa de bacterias que forman la flora intestinal. Se calcula que la masa de todas las bacterias juntas de la flora intestinal podría llegar a pesar alrededor de un kilogramo por persona. La flora intestinal, también llamada microbiota, cumple un papel preponderante en el sistema inmunitario. Pero la microbiota puede ser formada por distintos tipos de bacterias: algunas son beneficiosas; y otras, perjudiciales. Elegir el alimento correcto será lo que determine qué tipo de bacterias colonizarán nuestro intestino.

Por eso, creo que cae de maduro decir que el alimento elegido por nuestro Creador para nosotros es el que desarrollará las bacterias positivas para nosotros; y el azúcar, las harinas refinadas y la dieta rica en proteínas de origen animal estimulan el crecimiento de las bacterias nocivas. Observa cuán importante es la microbiota en la salud: si un bebé recién nacido no desarrolla la flora intestinal correcta, se encuentra más predispuesto a padecer enfermedades infecciosas. La leche materna promueve el desarrollo de las bacterias correctas.

Si el médico indica un antibiótico por un proceso infeccioso, afecta directamente la microbiota y las defensas. Muchas veces es realmente necesaria la utilización de este tipo de medicación, pero otras veces ocurre que hay personas que se automedican con antibióticos frente al primer dolor de garganta o un poco de tos, creyendo que de esa forma se van a curar más rápido. No obstante, lo único que logran es disminuir las defensas y favorecer el ataque de nuevos gérmenes, viéndose obligados a tomar antibióticos a los pocos días, por verdaderas infecciones.

Volviendo al efecto del cortisol y las temperaturas, el baño de agua caliente crea un efecto relajante y agradable, que reduce el cortisol. Dedicar un momento a observar el verde del pasto y los árboles, compartir una charla agradable con las personas que amamos, sentir la luz del sol de invierno sobre nuestra espalda, inhalar profundamente aire puro, comer en familia, evitar los ruidos de la televisión, con sus alarmantes noticias, son todas actividades curativas que producen paz en nuestro corazón.

No solo es la dieta la responsable, sino también nuestras acciones y actitudes frente a los problemas cotidianos, y la forma de vivir y de enfrentar las situaciones. Solo hay una manera en que podemos atar todos los cabos sueltos de nuestras preocupaciones, y es acercándonos a Dios. Esto no quiere decir que a partir de ahora no tendremos más problemas, porque mientras vivamos en este mundo actual siempre tendremos que enfrentarlos, pero el Señor nos ofrece su paz, que es lo que necesitamos ahora para vivir mejor.

“No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús” (Fil. 4:6, 7, Dios habla hoy).

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