UNA SEMILLA DE ESPERANZA

Una semilla de esperanza

1 febrero, 2016

A CIEN AÑOS DE LA ORGANIZACIÓN DE LA DIVISIÓN SUDAMERICANA.

Aunque el mensaje adventista entró en Sudamérica de manera providencial, se considera que el día 18 de agosto de 1894 fue el puntapié inicial de la estructura organizacional de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el sur del continente, cuando llegó el primer pastor ordenado y se organizaron las dos primeras misiones, aun cuando ya el 3 de enero de 1890 la Junta de Misiones Extranjeras había decidido evangelizar Sudamérica, y dado los primeros pasos en ese sentido.

Una estructura, a semejanza de lo que sucede con un niño, nace, crece y se desarrolla en etapas. Eso es lo que ocurrió casi enseguida, en 1895, cuando la Misión de la Costa Oriental de Sudamérica se dividió, para crear la Misión Brasileña. Luego, en 1901, se organizó la Unión-Misión Sudamericana. Después de otras etapas en las cuales las organizaciones se dividieron y subdividieron, ocurrió el mayor acontecimiento: la organización, en 1916, de la División Sudamericana, con 4.903 miembros. Los pioneros que trajeron el mensaje adventista a este territorio sabían lo que querían, tenían un claro concepto de misión y sentido de urgencia. A pesar de las circunstancias desfavorables a la predicación del evangelio y de muchas dificultades, avanzaron con fe y valor inquebrantables.

Los comienzos

El año 1901 es memorable para los adventistas por dos razones:

Porque marcó el comienzo de la actividad misionera de alcance mundial de la iglesia,

Porque, en ese año, se hicieron cambios vitales en la estructura de la organización.

Cuando la Junta de Misiones Extranjeras se enteró, por correspondencia de parte de Jorge Riffel y otros, que había grupos de observadores del sábado en las repúblicas de Argentina, Brasil y Chile, creó de inmediato una estructura misionera ideal, a la que se denominó Misión Sudamericana, y la adoptó como su campo misionero. Dicha Misión incluía todo el territorio del continente al sur de la línea ecuatorial; aunque todavía no había en ella ninguna organización eclesiástica ni contaba con una estructura formal, ni habían destinado recursos a la evangelización de su territorio. Era considerada hasta entonces un campo misionero no alcanzado.

Finalmente, la Junta de Misiones Extranjeras dio existencia real y verdadera a la Misión Sudamericana enviando, en agosto de 1894, al pastor Francisco H. Westphal a la República Argentina y, poco más tarde, en 1895, a Granville H. Baber a la República de Chile. Como la Junta entendía que el territorio por evangelizar era demasiado extenso, lo dividió en dos Misiones: Una, llamada Misión de la Costa Oriental de Sudamérica, a cargo de Francisco Westphal; y la otra, llamada Misión Chilena, conocida a partir del 11 de mayo de 1902 como Misión de la Costa Occidental de Sudamérica, a cargo de Granville H. Baber.

Esta estructura original de la iglesia en Sudamérica no fue estática, porque la orden fue “Id y predicad” (Mat. 28:19). Fue multiplicándose, al organizarse nuevas iglesias locales y nuevos campos locales, y como resultado nuevas misiones. Más tarde, cuando la iglesia mundial creó las uniones, en Sudamérica organizaron también las uniones necesarias para su desarrollo.

Ese proceso continúa hasta el presente, porque la estructura organizacional y el crecimiento siempre son paralelos y continuos.

[divider]COMIENZOS EN LA ARGENTINA[/divider]

Campaña de evangelización realizada por el Pr. F. Westphal (a la derecha, con un portafolios) en una carpa en la provincia de Entre Ríos.El mensaje adventista llegó a la Argentina de tres maneras diferentes, independientes unas de las otras, pero casi simultáneas. La primera ocurrió en 1885, cuando Julio Dupertuis y su esposa, Ida Arn, bautistas, colonos suizo-franceses de Felicia, provincia de Santa Fe, leyeron una revista en francés llamada Les Signes des Temps [Las Señales de los Tiempos], publicada en Suiza, y se convencieron de la verdad. Enseguida formaron un núcleo de observadores del sábado, sin que ningún misionero adventista los hubiese visitado antes.

La segunda puerta de entrada del mensaje se abrió a fines de 1885 o principios de 1886, cuando una revista valdense publicada en Torre Pellice, en los valles del Piamonte, llegó a manos de Daniel Rostán y Pedro Peverini, que vivían en la colonia Las Garzas, en el norte de la provincia de Santa Fe. Esa revista, que criticaba a los adventistas, despertó la curiosidad y el interés de ambas familias, y como resultado Pedro Peverini se suscribió a la revista adventista Les Signes des Temps, publicada en Suiza. A su debido tiempo, ambas familias abrazaron, a su manera, la fe adventista.

El otro hecho providencial tuvo lugar en 1890 en la provincia de Entre Ríos, que es donde el adventismo se difundió con mayor pujanza. Jorge Riffel y otras tres familias que habían aceptado el mensaje adventista en el Estado de Arkansas (EE.UU.), decidieron ir a la Argentina a fin de compartir su fe con sus parientes y sus amigos de la colonia alemana.

Jorge Riffel, su esposa, María, y su hijo David habían emigrado primero de Rusia al Brasil en 1876, y en 1880 de Brasil a Entre Ríos. Desanimados luego de perder varias cosechas por las invasiones de langostas, decidieron volver a emigrar, esta vez a Tampa, Estados Unidos. Allí conocieron la esperanza adventista, y se unieron a la iglesia por medio del bautismo. Tomaron entonces la decisión de ser misioneros voluntarios de sostén propio, y regresar a la Argentina para compartir la esperanza del advenimiento con los parientes y los amigos que habían dejado allí.

Llegaron al puerto de Diamante en enero de 1890, donde se encontraron providencialmente con Reinhardt Hetze, quien había conocido el mensaje en Rusia, pero no se había decidido a aceptarlo.

Ahora, mientras manejaba los caballos, con el carro cargado de huéspedes inesperados, Riffel le iba hablando de su fe recién hallada. Esa noche estudiaron juntos la Biblia, y al día siguiente Reinhardt Hetze observó su primer sábado y participó de la primera Escuela Sabática realizada en Sudamérica.

Luego, el 18 de agosto de 1894, llegó a la Argentina Francisco H. Westphal, primer pastor enviado por la Asociación General a Sudamérica.


 

Hasta el Congreso de la Asociación General de 1903, todos los campos de Sudamérica dependían directamente de la Junta de Misiones Extranjeras. A partir de entonces, la Junta Directiva de la Asociación General tomó sobre sí la responsabilidad de supervisar las operaciones misioneras de la iglesia. Por eso, para cualquier estudio sobre esos tiempos, se tiene necesariamente que recurrir a los archivos y la correspondencia de dicha Junta.

La estructura organizacional de la iglesia en Sudamérica, en la fase previa a la organización de la División en 1916, era la siguiente:
1886-1894: La Junta de Misiones Extranjeras adoptó a Sudamérica como un campo misionero no alcanzado, llamado Misión Sudamericana. Era, por tanto, una Misión ideal, en la que todavía no había obreros ni estructura eclesiástica alguna en su territorio.
1894-1895: La Junta organizó dos misiones reales, directamente dependientes de sí misma: la Misión de la Costa Oriental de Sudamérica, compuesta por las repúblicas de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, con sede en Buenos Aires, presidida por Francisco H. Westphal; y la Misión Chilena, compuesta por las repúblicas de Chile, Bolivia, Perú y Ecuador, con sede en Santiago de Chile y presidida por G. H. Baber.
1895-1901: Se dividió la Misión de la Costa Oriental, creándose la Misión Brasileña, que abarcaba toda la República del Brasil. Esta Misión surgió cuando Francisco Westphal, luego de su primer viaje al Brasil, vio que era conveniente que este país fuera una Misión aparte, y así lo recomendó a la Asociación General.

1901: En abril de 1901, el Congreso de la Asociación General, reunido en Battle Creek, creó una nueva unidad administrativa, intermedia entre los campos locales y la Asociación General, llamada “Unión”. Automáticamente, incorporó ese nuevo eslabón en la obra en Sudamérica, al organizar la Unión-Misión Sudamericana. Para dirigirla, envió a José W. Westphal, en reemplazo de su hermano Francisco, quien había retornado a los Estados Unidos por razones de salud. José llegó en septiembre de 1901 con la misión de organizar la Unión-Misión Sudamericana; también conocida coloquialmente como el ABC, porque estaba compuesta por tres misiones: la Misión Argentina, la Misión Brasileña y la Misión Chilena. El pastor José W. Westphal fue nombrado como su presidente.

A partir de ese momento, las tres misiones de Sudamérica pasaron a depender de la nueva Unión-Misión Sudamericana. Eso significa que el pastor José Westphal estuvo a cargo de todo el campo sudamericano desde su llegada en 1901 hasta 1916, primero como presidente de la Unión-Misión Sudamericana, y después como presidente de la Unión-Asociación Sudamericana. Westphal fue el principal administrador y organizador durante el período del establecimiento de la obra en Sudamérica.

La Unión-Misión Sudamericana estaba compuesta por la Misión Argentina (Argentina, Uruguay y Paraguay); la Misión Brasileña (todo el Brasil); y la Misión Chilena (Chile, Bolivia, Perú y Ecuador).

1901-1902: En octubre de 1901 fue modificado el estatus de la Misión Argentina, transformándola en Asociación, con el nombre de Asociación Río de la Plata.

1902-1906: La Misión Brasileña, que abarcaba todo el Brasil, fue transformada en Asociación. Eso se determinó en un encuentro realizado en Gaspar Alto, entre el 10 y el 20 de mayo de 1902, en el que se nombró a Huldreich F. Graf como presidente. La Misión Chilena cambió de nombre a partir de mayo de 1902, pasando a llamarse Misión de la Costa Occidental de Sudamérica.

1906-1907: En el primer congreso de la Unión-Misión Sudamericana, realizado en Paraná, Entre Ríos, República Argentina, del 15 al 24 de marzo de 1906, se cambió su status, elevándola a la categoría de Unión-Asociación. Además, se organizaron nuevos campos, con el objetivo de atender mejor el territorio. En ese congreso estaba presente el pastor W. Spicer, secretario de la Asociación General, que fue su primer oficial que visitara Sudamérica.

[divider]LOS COMIENZOS EN BRASIL[/divider]

Frank H. WestphalEn los primeros años de la década de 1880, comenzaron a llegar a la taberna de David Hort, donde funcionaba la estafeta de correos de un distrito rural cercano a Brusque, en el Estado de Santa Catarina, remesas de la revista en alemán Stimme der Wahrheit [La Voz de la Verdad], y más tarde libros. Los envíos provenían de los Estados Unidos y estaban dirigidos a Carlos Dreefke, padrastro de un tal Burchard.

Dreefke, que no había pedido las revistas ni los libros, se negó a recibirlos, pensando que luego podría llegar la factura. Pero David Hort, dueño del almacén y encargado de la estafeta, abrió el paquete, se quedó con un ejemplar de Stimme der Wahrheit, y animó a Dreefke a distribuir los otros nueve ejemplares entre los parroquianos presentes. La revista despertó el interés de sus lectores, y tras esos números llegaron otros folletos y libros.

Un ejemplar de Gedankenüber das Buch Daniel [Pensamientos sobre el libro de Daniel], de Urías Smith, fue a dar a las manos de Guillermo Belz, que vivía en Gaspar Alto. Por la influencia de la lectura de este libro, Belz comenzó en 1890 a observar el sábado, junto con su familia. Aceptaron el adventismo seguidos por otras familias del área de Brusque; entre ellas, las familias Olm y Dressel, que también habían leído las publicaciones que llegaban desde Alemania y los Estados Unidos. Esos fueron los primeros conversos a la observancia del sábado en el Brasil.

En 1895, Francisco H. Westphal, primer pastor enviado a Sudamérica, salió hacia el Brasil apenas seis meses después de su llegada a la Argentina, donde pasó cinco meses en compañía de Stauffer, Thurston y Graf, reuniéndose con los nuevos creyentes y organizando grupos de fieles. Después de un mes de arduo trabajo, bajo la bendición de Dios, fueron bautizadas más de veinte personas. La primera fue Guilherme Stein Jr., hijo de padres inmigrantes de Suiza y Alemania, que se había preparado para el adventismo después de leer Der GrosseKampf [El conflicto de los siglos, en alemán], vendido a la abuela de su esposa “por dos hombres que no tomaban café”.

Stein no solo fue la primera persona bautizada en el Brasil, sino también, posteriormente, llevó a cabo una carrera muy productiva como escritor, traductor y editor trilingüe.

En esa gira, Westphal estuvo en Gaspar Alto, donde bautizó a 23 personas; entre ellas, Guilherme Belz y su esposa, y organizó la primera iglesia adventista del séptimo día en el Brasil.


 

Los 39 delegados tomaron el siguiente voto:

“Considerando el avance de la obra del Señor en nuestro campo, y considerando que para avanzar más rápidamente nosotros mismos debemos asumir la responsabilidad, recomendamos la organización de la Unión-Asociación Sudamericana”.

[divider]COMIENZOS EN LA REPÚBLICA DE CHILE[/divider]
Primera congregación de IquiqueLeopoldo Zambra Ríos dice que “con la llegada de Claudio Dessignet y su familia se empieza a escribir la historia de la Iglesia Adventista en la República de Chile, y también en Sudamérica”. Lo cual es cierto porque, hasta donde se sabe, los Dessignet fueron los primeros adventistas ya bautizados que llegaron a Sudamérica. Provenían de su Francia natal, donde habían abrazado la fe adventista. Formaban parte de la corriente de inmigrantes que llegaban a las costas de Sudamérica. Se establecieron en la provincia de Cautín; por su testimonio, otros colonos franceses aceptaron la fe adventista; entre ellos, Pedro Maitre y su esposa.
Años después de llegar los Dessignet, desembarcaron en la República de Chile los primeros colportores enviados por la Asociación General, que dieron el impulso necesario y ganaron a los primeros conversos en el país. El primero fue Clair A. Nowlen, que entró en este país por Punta Arenas en 1893, y colportó hasta llegar a Valparaíso. Sin embargo, el mensaje adventista no tuvo mayor influencia en esta república, hasta que en diciembre de 1894 llegaron otros dos jóvenes colportores, Fredrick W. Bishop y Thomas H. Davis, invitados a colportar por la Junta de Misiones Extranjeras.
Desembarcaron en Valparaíso el 8 de diciembre de 1894, luego de un viaje de 54 días. Solo tenían 2 dólares y medio, y algunos cajones llenos de publicaciones. Habían aprendido a depender de Dios y confiaban en que él proveería los medios para su subsistencia. Les resultó muy grato encontrar, al desembarcar, que los estaba esperando Nowlen. Estos dos jóvenes, misioneros de sostén propio, fueron los elegidos por Dios para establecer el mensaje adventista en la República de Chile.
En 1895 llegó Granville H. Baber, primer pastor ordenado enviado por la Asociación General para establecer la obra en la Misión de la Costa Occidental de Sudamérica (Chile, Bolivia, Perú y Ecuador). Se radicó en Valparaíso, donde estuvo la sede de la obra hasta 1902. Baber comenzó haciendo una extensa gira por el norte del país, acompañado por Balada. Organizó la primera iglesia en Iquique, y siguió organizando congregaciones en Huara, Negreiros y Zapiga. Se destaca la organización de las iglesias de San Felipe y Santiago, en diciembre de 1896, donde bautizó a los hermanos Víctor y Eduardo Thomann.
El 4 de noviembre de 1904 llegó el pastor Francisco Westphal, para hacerse cargo de la dirección de la Misión, cosa que hizo durante 16 años. Su ministerio fue muy dinámico, e impulsó la obra educativa, las publicaciones y el evangelismo.


 

La nueva Unión, con 2.029 miembros y 49 iglesias, bajo la presidencia de José W. Westphal, compuesta por los 8 países de Sudamérica, tenía el desafío de alcanzar a una población de 38.500.000 habitantes: un adventista cada 18.974 habitantes. Se procedió enseguida a reorganizar el territorio en asociaciones y misiones. Como resultado, el campo quedó así: Unión-Asociación Sudamericana, constituida por la Asociación Brasileña, la Asociación Argentina, la Misión Chilena-Boliviana, la Misión Peruana y la Misión Ecuatoriana.

La Asociación Sur Riograndense fue organizada el 15 abril de 1906; la Asociación Santa Catarina-Paraná, el 12 de mayo de 1906; la Misión San Pablo, en 1906, en Río Claro; la Misión Norte del Brasil, en 1906, en Río de Janeiro. Se admite que la Misión Uruguaya fue organizada, por recomendación, el 21 de marzo de 1906.

La Misión Alto Paraná estaba integrada por la provincia de Misiones, en la Argentina, y todo el Paraguay. La Asociación Argentina abarcaba todo el territorio argentino menos la provincia de Misiones.

1907-1910: La Misión Chileno-Boliviana fue dividida en una Asociación y una Misión: Asociación Chilena y Misión Boliviana.

1911-1914: La Unión-Asociación Sudamericana se dividió, surgiendo la Unión-Asociación Brasileña y creándose nuevos campos.

La Unión-Asociación Brasileña fue establecida cuando en diciembre de 1910, y con la presencia de José W. Westphal y de L. R. Conradi, de la Asociación General, se decidió en Porto Alegre que el Brasil quedara administrativamente desvinculado de la Unión-Asociación Sudamericana. Eso ocurrió en enero de 1911, con el nombramiento de F. W. Spies como presidente. Como resultado de lo anterior, se organizó la Asociación de Santa Catarina, y se reorganizó la Misión Norte del Brasil en tres misiones.

Además, se amplió el territorio de la Misión del Alto Paraná, abarcando ahora toda la República del Paraguay, y las provincias argentinas de Chaco y Formosa, más la mitad de la provincia de Corrientes.

[divider]COMIENZOS EN EL PERÚ[/divider]

Congregación Lago Titicaca, Perú, 1920Las primeras personas que llevaron el mensaje al Perú fueron algunos hermanos que conocieron las doctrinas adventistas en la República de Chile, por medio de Bishop y Davis, y se trasladaron en 1898 al Perú como misioneros laicos. Eran dos grupos de misioneros chilenos de sostén propio.

Uno, liderado por José y Liborio Osorio, desembarcó en Mollendo un viernes, pero antes de que pudieran hacer algo las autoridades peruanas los arrestaron y los deportaron.

El otro grupo, que incluía a José Luis Escobar, Víctor Thomann, y Luis y Víctor Osorio, con sus esposas, se estableció en Lima. Aunque tuvieron que hacer frente a una seria y, a veces, violenta oposición, pronto algunos peruanos sencillos y valientes aceptaron la fe que predicaban. Se reunían en Lima para adorar en forma clandestina. Ganaban el sustento trabajando en sus respectivos oficios. Uno era zapatero; otro, vendedor ambulante de géneros; y probablemente algunos se sostenían con la venta de publicaciones.

El progreso de la obra adventista fue lento en el Perú, pero el adventismo estaba comenzando a echar raíces. El 13 de octubre de 1904 llegó, de visita procedente de la República de Chile, el pastor H. F. Ketring, que encontró un grupo de unos veinte creyentes; y el 12 de noviembre por la tarde, en un sitio apartado fuera de la ciudad, realizó la primera ceremonia bautismal de siete personas en el Perú. El primer bautizado fue Ramón Beltrán, que siguió siendo un pilar sólido para la naciente iglesia peruana, hasta su muerte prematura en 1912.

Julián N. Espinoza, quien fue el primer peruano en portar las credenciales de obrero adventista, informó en 1905 que había seis lugares de culto, sin incluir la región del Lago Titicaca, donde sabía que vivían creyentes. En menos de seis meses, tenía trece personas más que esperaban bautizarse aunque todavía no había una iglesia organizada.

Recién a mediados de 1907, F. L. Perry organizó la primera iglesia adventista del Perú, con 17 miembros. Misioneros notables como Fernando Stahl, Pedro e Ignacio Kalbermatter, y muchos otros, trabajaron con dedicación en el Altiplano, en la selva y en la costa, y establecieron las bases para lo que hoy es la Iglesia Adventista en el Perú. Las verdades adventistas fueron, poco a poco, superando la oposición y se extendieron, porque satisfacían las expectativas de aquellos que anhelaban conocer el evangelio.


 

La Unión-Asociación Brasileña fue organizada el 1° de enero de 1911, y estaba compuesta por: Asociación Sur Riograndense, Asociación Catarinense, Asociación Paranaense, Misión San Pablo, Misión Río-Espíritu Santo, Misión Este y Misión Norte.

La Unión-Asociación Sudamericana estaba constituida por los siguientes campos: Asociación Chilena, Misión Uruguaya, Misión Alto Paraná, Asociación Argentina, Misión Boliviana, Misión Peruana y Misión Ecuatoriana.

1914-1916: La Unión-Asociación Sudamericana se dividió, organizándose la Unión-Misión Incaica, y se crearon nuevos campos.

El Congreso de la Unión-Asociación Sudamericana realizado en Montevideo en 1914 acordó la creación de la Unión-Misión Incaica, con su sede en Lima, Rep. del Perú, integrada por las misiones Boliviana, Ecuatoriana y Peruana. E. L. Maxwell, presidente de la Misión Peruana desde 1913, fue elegido como su nuevo líder, conservando su cargo anterior. RA

Instituciones Adventistas

Texto y fotos extraídos con permiso del libro Una semilla de esperanza: Historia de la estructura denominacional, de Roberto Gullón Canedo, Casa Publicadora Brasileira, 2015.

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