HECHIZADOS

El impactante mensaje de Pablo en Gálatas 1.

Los insolentes, en términos generales, son aquellos individuos que se expresan ofensivamente contra otros. La ofensa, sin embargo, no necesariamente debe ser entendida como una grosería subida de tono, pues también esta puede ejecutarse a través de expresiones sarcásticas o alusiones metafóricas que buscan ridiculizar al oponente. Si atribuimos esta última definición a los escritos de Pablo, alguien podría argumentar, y con razón, que el apóstol era un hombre “insolente”. Las razones parecen variadas, y los ejemplos sobran.

A modo de ilustración, cuando se refiere a los falsos maestros que se habían introducido en la iglesia de Creta, Pablo —citando a un poeta cretense— afirma que los habitantes de la isla eran todos unos mentirosos, malas bestias y glotones ociosos (Tit. 1:12). Este discurso atrevido es repetido otra vez en 2 Corintios, lugar en el que Pablo acusa a los opositores del evangelio de ser apóstoles falsos, engañadores y servidores de Satanás (2 Cor. 11:13-15).

A primera vista, algunos lectores podrían interpretar que Pablo parece ser una persona insolente. Con todo, el discurso de Pablo debe ser comprendido desde una perspectiva retórica.

Ahora bien, la retórica, entendida generalmente como el arte que permite que un discurso sea convincente, también se la utilizaba en textos escritos. Estos textos, a través de estrategias literarias, buscaban persuadir a los lectores, creando puentes entre el autor y ellos. Estos puentes buscaban crear elementos lógicos en la argumentación, y desafiar a los lectores a enfrentar los problemas que se querían resolver. Esto significaba que, retóricamente, a través de conceptos irrisorios e irónicos, los escritores antiguos daban bofetadas lógicas a los oyentes o los lectores de los textos, invitándolos a tomar decisiones.

Esto último es lo que precisamente hace Pablo, quien, al impugnar la enseñanza espuria de los falsos maestros, intenta zanjar el problema empleando estrategias retóricas. Una carta que ilustra lo antes dicho es Gálatas, en donde la presencia de personas con doctrinas contrarias a la revelación divina es claramente manifiesta (Gál. 1:6-10; 6:12-16).

Estos falsos maestros enfatizaban la circuncisión como requisito para la salvación (Gál. 2:1-10). Pablo, de manera irónica, reacciona frente a este mensaje adulterado, trayendo un poco de “humor negro” en la discusión.Así, el expresa su deseo de que —durante el proceso de la extracción del prepucio— los oponentes del evangelio se equivoquen, y la navaja siga un curso mayor, mutilando el órgano viril por completo (Gál. 5:12).

Por medio de esta ilustración grotesca, Pablo tiene la intención de que los lectores de la carta reaccionen y abandonen las doctrinas erradas difundidas por líderes falsos.

Sobre la base de lo antedicho, podemos entender el trato que Pablo tiene con los gálatas. Primero, Pablo los llama anoētos, término traducido por la versión Reina-Valera como “insensatos”.

Si bien esta designación es correcta, ella carece de la fuerza que el vocablo implicaba originalmente, toda vez que este describía a personas torpes o tontas. Así, debido a que los gálatas están incapacitados mentalmente, Pablo burlonamente los acusa de haber sido fascinados para no obedecer a la verdad (Gál. 3:1).

Como en el que caso anterior, la traducción de “fascinados”, aunque correcta, impide notar el tono irónico del apóstol. El término griego para “fascinar” era usado en el corpus literario antiguo para, entre otras acepciones, relatar lo que llamamos hoy “mal de ojo” (Estrabón, Geografía, 14.2.7). Al decir esto, Pablo acusa a los falsos maestros de ser expertos en brujería, y controlados por fuerzas satánicas.

Estos hombres, dirá retóricamente Pablo, emplean hechicerías —tales como el “mal de ojo”— con el fin de embaucar a los gálatas, los que a su vez carecen de la inteligencia suficiente para percibir la naturaleza maldita del mensaje adulterado (Gál. 1:8, 9).

De esta manera, Pablo no era un atrevido, sino una suerte de “insolente retórico”, quien buscaba rescatar a las personas del error a través de un lenguaje fuerte y directo.

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