La gran declaración de amor del Salmo 18.
Para bien o para mal, los tiempos cambian. El ideario social de crecer, dejar la familia paterna, casarse, tener hijos y formar otra familia ha sido desplazado. Las estadísticas de la mayoría de los países evidencian el aumento en la cantidad de personas que eligen afrontar su vida sin pareja.
Entonces, conceptos como “El príncipe azul” o “La media naranja” están quedando obsoletos ya que las nuevas generaciones priorizan la libertad y el desarrollo individual por sobre casarse y tener hijos. Así, surge el concepto de “agamia”, una palabra derivada de dos términos griegos: “a” (sin) y “gamos” (unión íntima, o matrimonio). Estamos ante una propuesta que desafía las convenciones tradicionales y abre camino a una nueva forma de relacionarse que se caracteriza por la ausencia de compromiso. La agamia se opone al sistema monógamo heteronormativo y sostiene que la pareja es una estructura innecesaria.
David no sufría de “agamia espiritual”. Sabía claramente quién era digno de su devoción y adoración. Esto queda expuesto en una de las declaraciones más sublimes de un ser mortal y pecador hacia el Creador misericordioso: “Te amo, Señor, fortaleza mía” (Sal. 18:1). Al escribir “te amo”, David usa la palabra hebrea rajam, un término inusual para referirse al amor de un ser más débil hacia otro más poderoso. En ninguna otra parte de las Escrituras se emplea rajam en este sentido, ya que siempre es usado para describir el amor de Dios hacia el hombre. ¿Por qué David se atreve a utilizar este término?
Analicemos este precioso Salmo 18.
1-Porque siempre fue su fortaleza (vers. 1-3). En la travesía sin escalas del redil al trono, David perdió muchas cosas: su hogar, su seguridad, su familia, su cercanía con Israel, sus comodidades… A pesar de todo, se mantuvo fiel a Dios. Por eso, detalla aquí una serie de nueve títulos atribuidos a Dios, lo que demuestra que él conocía a Dios y tenía una gran relación con él. En su experiencia, Jehová había sido su Fortaleza, su Roca, su Castillo, su Libertador, su Dios, su Refugio, su Escudo, su Fuerza y su Alto refugio. ¿Quién es Dios para ti?
2-Porque lo libró de sus enemigos (vers. 4-19). Estos versículos contienen una descripción poéticamente vívida del dolor y el sufrimiento. Hay olas de muerte que lo inundan, ataduras que intentan atraparlo hacia el sepulcro y trampas imprevistas que sortear sin caer en ellas… Pero David no se enfocaba en sus tribulaciones, sino en la salida a ellas que Dios iría a darle: “En mi angustia invoqué al Señor, clamé a mi Dios. Y él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó ante él a sus oídos” (vers. 6). Asaltado, quebrantado y aborrecido, se apoyó en Dios, quien lo llevó a un lugar seguro por amor (vers. 19). Relee estos versículos. El Dios de David es también tu Dios.
3-Porque él es Justicia (vers. 20-27). De ningún modo estos textos muestran que David era perfecto y sin pecado. No lo fue en toda su vida. Sí es digno de destacar que, en este período de adversidad, su fidelidad se mantuvo inquebrantable. Adam Clarke declara que “los tiempos en los que David fue más afligido fueron los tiempos de su mayor rectitud. La adversidad siempre fue para él una época de prosperidad espiritual”. Por eso, él sabe que solo Dios es Justo y que aplicará su justicia en este mundo. ¿Te quejas ante las pruebas? Tal vez sean ellas las que ayuden a pulir tu carácter y prepararte para nuevos desafíos en este mundo y para vivir pronto en el Cielo.
4-Porque le da la victoria ante sus enemigos (vers. 28-50). Más allá del momento actual que está atravesando, David sabe cuál es su destino final. Y sabe que tiene una guía lúcida para recorrer ese camino: “Señor, tú mantienes mi lámpara encendida, tú alumbras mis tinieblas” (vers. 28). Esa luz es la luz de la Palabra de Dios (Sal. 119:105). No importa la oscuridad presente, si Dios ilumina la senda. Pero, no hace solo eso. También nos ayuda a destrabar las situaciones complicadas (vers. 29), nos adiestra para la lucha (vers. 34), nos sustenta y protege (vers. 35) y nos eleva ante nuestros adversarios (vers. 48). ¡Sin dudas es un Dios digno de respetar, obedecer y amar!
Este salmo es un resumen de la vida de David. Por eso, es el canto que él elige para despedirse antes de su muerte. Este mismo Salmo 18 está reflejado en 2 Samuel 22.
Sí, los tiempos cambian. Pero Dios y su amor hacia nosotros, no. Que en esta época tan complicada, donde los sanos y santos principios de la Palabra de Dios se camuflan y se pierden en medio de una selva de relatividades desviadas completamente del plan original del Creador para nuestra felicidad, nos libremos de la “agamia espiritual”. Que podamos tener una relación personal íntima y significativa con Dios, siendo completamente fieles a él y estando totalmente comprometidos en obediencia a lo que enseñan las Sagradas Escrituras.
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