UNA LUZ EN EL INFIERNO

7 diciembre, 2020

“La esperanza es como el sol: arroja todas las sombras detrás de nosotros” (Samuel Smiles). 

Carlos de Habsburgo-Lorena es un rey sin corona. Como nieto del último emperador, es pretendiente al trono del desaparecido Imperio Austrohúngaro. Así, todavía recibe la distinción de “Alteza Real” por parte de algunos monárquicos, quienes lo llaman Carlos II de Austria, Carlos IV de Bohemia, Carlos V de Hungría y Carlos V de Croacia.

Sin embargo, en el país de Mozart, ninguno de los miembros de la Casa de Habsburgo tiene títulos oficiales, ya que fueron anulados. Igualmente, Carlos lleva con orgullo unos blasones que sabe que nunca tendrá ocasión de lucir institucionalmente. Su reino ya no existe.

Joaquín de Judá fue un rey sin corona. Hijo de Joacim, a los 18 años se convirtió en el rey número 19 del Reino del Sur. Su liderazgo duró solo tres meses y diez días. El relato de 2 Reyes 24:8 al 17 nos cuenta algo que no nos sorprende: Joaquín hizo lo malo ante los ojos de Jehová, tal como su padre. La brevedad de su reinado se debe a que, justo en ese tiempo, los siervos de Nabucodonosor (rey de Babilonia) sitiaron Jerusalén y tomaron a Joaquín, a su madre, a sus principales oficiales y a sus siervos para llevarlos cautivos a Babilonia. Además, el monarca caldeo saqueó todos los tesoros y utensilios de oro del Templo de Jehová.

Estamos en el año 597 a.C. El inicio del fin de los reyes en el pueblo de Dios ha comenzado. Los profetas lo habían predicho; pero ni los anticipos ni las advertencias fueron estimados ni obedecidos por los líderes de turno. Ahora era demasiado tarde. Por eso, me gustaría reparar en dos detalles no menores en relación con esta historia.

El primero se trata de un líder casi desconocido hoy, que está al borde del anonimato para los lectores de la Biblia pero que, en esa época, era un personaje influyente. Tanto que es mencionado puntualmente en 2 Reyes 24:8. Me refiero a Elnatán, padre de Nehusta, madre de Joaquín. ¿Por qué era tan célebre? Se trataba de un príncipe de Judá que instó y rogó a Joacim (su yerno) para que no quemara el rollo de Jeremías (Jer. 36:12, 25). Pero el rey no quiso oír, y mandó al fuego las palabras inspiradas.

¡Qué distinto habría sido el liderazgo de Joaquín si hubiese tomado ejemplo y consejo de su sabio abuelo Elnatán! Como líderes, no podemos darnos el lujo de despreciar las palabras de la Biblia. Tenemos el privilegio y la responsabilidad de estudiarlas e interpretarlas correctamente y lograr también que otros hagan lo mismo.

El segundo se refiere al final de Joaquín. La historia registra, en 2 Reyes 25:27 al 30, que luego de 37 años, este monarca sin trono fue liberado de la cárcel y tratado con bondad: recibió vestiduras nuevas, fue destacado por sobre los demás reyes cautivos y comió la comida del rey. Al final, tuvo relativa comodidad y cierto honor. 

El primer libro de Reyes empieza con David anciano y avanzado en días (1 Rey. 1:1), pero termina con Joaquín vivo y manteniéndose erguido, aun en Babilonia. La simiente de David no fue aniquilada por completo. La historia de Joaquín se aferra fuertemente a una promesa de un Salvador. Es una chispa mesiánica. Es una vislumbre de esperanza de lo que vendrá. Leve, pero esperanza al fin. El autor de Reyes quiere que su libro finalice así: más allá de los errores circunstanciales de sus líderes, Dios rescatará y vindicará a su pueblo remanente. 

Por eso, es tiempo de huir de nuestras propias babilonias; de dejar de adorar las relatividades, de hacer culto a las concesiones y de negociar la pura verdad doctrinal para acomodarla a la agenda teológica de turno o a las tendencias socioculturales imperantes y populares. 

En diciembre, la mayoría de la sociedad festeja Navidad. Una celebración no bíblica, arrancada de las fauces mismas del paganismo, cargada mayormente de elementos distorsionados y ajenos a la verdad de Dios. Solo hay una excepción: el nacimiento virginal de Jesús para salvarnos. Este hecho sí estaba en el cronograma divino. 

Agradecidos y conmovidos por esto, consagremos hoy a Dios nuestra vida y nuestro liderazgo, y dediquémoslos a su misión.

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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