EL MAESTRO DANIEL LEICHNER

25 agosto, 2020

Historia de un pionero de la educación adventista y su aporte en el nacimiento del actual Instituto Superior Adventista de Misiones (Argentina).

El departamento de Gualeguaychú se encuentra al sudeste de la provincia de Entre Ríos, en la República Argentina. Es el segundo mayor en superficie y el tercero más poblado. El departamento se divide en once distritos. Para nuestra historia, nos interesa el distrito que surgió en las márgenes de la línea del ferrocarril General Urquiza en septiembre de 1890, y que llevó el nombre de Urdinarrain, en honor al jefe de caballería del general Justo José de Urquiza, don Manuel Urdinarrain.

Tierras vírgenes, ubérrimos campos floridos, aptos para la agricultura y la ganadería, fueron la atracción y la esperanza de miles de inmigrantes europeos que eligieron la zona para echar las bases y soñar con un futuro venturoso.  A pocos kilómetros de Urdinarrain se fundaron tres aldeas: San Antonio, Santa Celia y San Juan, con el 27 de febrero de 1889 como fecha fundacional.

Llegada de la familia Leichner

Al año siguiente de la fundación, llegaron dieciséis nuevas familias, y Santiago Leichner formaba parte de este contingente de inmigrantes. Santiago, no bien instalado, llama a sus hermanos a la Argentina. En 1892, estos partieron de Sarátov, ciudad administrativa de los alemanes del Volga; llegaron al puerto de Hamburgo, Alemania, donde embarcaron en el vapor Montevideo. Después de 32 días, el contingente arribó al puerto de Buenos Aires. Fueron alojados en el Hotel de Inmigrantes, y después de tres días se embarcaron con destino a Gualeguaychú, Entre Ríos.

Ahora la familia se reencontró: Peter Leichner y María (los bisabuelos), Jorge y el resto de los hermanos. Jorge (1880-1956) tenía 18 años cuando llegó a su nuevo destino. “Al llegar (los fueron a buscar en carros), todos los pobladores salieron afuera a recibirnos. Abrazos, preguntas, respuestas. En el papel no se deja escribir la alegría que se vive en un reencuentro de estos. […] colonos que se sentían como hipnotizados con la visión de estos hermosos lugares, sus sueños se realizaron con la ayuda de Dios y levantaron sus dulces hogares”.[1]

La aldea San Antonio abrió sus brazos fraternos y dejó que cada cual escribiera su propia historia. Aquí se agruparon, siguiendo sus costumbres del pueblo de origen y su religión. Jorge Leichner se casó con Eva Ziegler (1889-1980), fiel esposa y compañera que le dio siete hijos:

  1. Jorge (1908-2001)
  2. Daniel (1910-?)
  3. Santiaguito (03/05/1912 – 08/12/1912)
  4. Santiago D. (1916-1970)
  5. Elsa (1919-2003)
  6. Paulina (1921-2013)
  7. Erna (1927; vive en Jardín América, Misiones).

Era una familia numerosa. Podemos imaginar su casa, “amplia, cómoda y limpia, circundada por un patio, un jardín y una huerta enfrente, y todo rodeado con un cerco de madera, en cuyo fondo se levantaban el habitáculo para las aves de corral y el galpón para las herramientas”.[2]

Nacimiento de Daniel Leichner

El 18 de abril de 1910, nace Daniel, hijo de Jorge y Eva. La familia fue invitada a estudiar la Biblia con Jorge Schimpf, y en un ciclo de conferencias del pastor Joseph Wesphal se bautizan, entre otros, Peter, María y Jorge. El pastor Westphal ofició el bautismo de estos nuevos hermanos. El grupo inicial de 22 miembros fue organizado como iglesia el 8 de noviembre de 1903. Su primer anciano fue John Maas.

Eugenio di Dionisio relata la patriada misionera de 1903, con Conrad Keip y Jhon Maas cuando llegan a Urdinarrain: “El viaje desde Camarero hacia Aldea San Juan tenía sus desafíos, puesto que no era sencillo hacer 250 kilómetros en un carro arrastrado por caballos. Los precarios caminos de tierra de aquel entonces eran transitables para vehículos de esa clase; sin embargo, el río Gualeguay carecía de puente, y en esa ocasión estaba sumamente crecido. Se necesitaba valor y coraje para cruzarlo. Los caballos atravesaron a nado. El cruce de la carpa y del carro con sus pasajeros era más dificultoso. Había un pequeño bote que podría servir para realizar el cruce, pero el carro, por sus dimensiones, no cabía en dicho bote, y fue necesario desarmarlo. En repetidos viajes, la embarcación hizo cruzar todo, carga y gente. Ya en la otra orilla, se colocaron las ruedas, la lanza, se cargó la carpa y todo lo demás. Se volvieron a atar los caballos, que, refrescados con el baño tomado, siguieron su trote hasta la Aldea San Juan. El viaje debe haber durado entre tres y cinco días”.[3]

La niñez de Daniel se desenvuelve en este ambiente rural. La aldea no contaba con escuela. Sin embargo, los adventistas organizaron la iglesia y crearon la escuela casi en forma simultánea. Iniciaron una escuela particular en la casa de don Pedro Leichner en agosto de 1903, bajo la dirección de Jorge Schimpf (abuelo de Rubin Schimpf), que por idoneidad lo hizo por varios años.

En 1908, la escuela fue trasladada a la casa de Enrique Koch, su segundo director. En 1912, y con nuevo edificio, Godofredo Block se hizo cargo de la escuela; sería su director hasta 1919. Daniel avanzó hasta cuarto grado, el nivel de enseñanza permitido. Emma Saller (madre de Rafael Lust) fue una de las maestras que vio en ese niño-adolescente condiciones y potencialidades, y lo animó repetidas veces a continuar estudiando.

Formación en el Colegio Adventista del Plata

El 18 de octubre de 1927, Daniel fue bautizado, y su objetivo de ir al Colegio Adventista del Plata (CAP) se pudo lograr. Vino al Colegio con 18 años, donde le aguardaba una etapa de mucho esfuerzo. Los dos primeros años los dedicó a finalizar la escuela primaria. Continuaron ocho años más de trabajo y estudio, que Daniel los recuerda así: “Tuve la gran felicidad de haber nacido pobre. Mis años estudiantiles se deslizaron salpicados con grandes sacrificios y problemas económicos, pues tuve que costearme todos los gastos absolutamente solo, con el esfuerzo de mi propio trabajo, y esto me ayudó a templar el espíritu y a no desanimarme ante los reveses transitorios: para cada dificultad encontraba una solución”.[4]

Daniel Leichner con un grupo de compañeros.

El 14 de noviembre de 1937, Daniel se gradúa con el título de Ministerial. Sus compañeros de graduación fueron Rafael Lust, Gastón Fayard, Roberto Otto, Benjamín Riffel, Fortunato Chaij y Reinaldo Lust. El lema que acompañó a la promoción fue “Luz, verdad y vida”. Posteriormente concluyó las asignaturas pendientes en Paraná, donde obtuvo el certificado oficial de Aptitud Pedagógica, y el 14 de noviembre de 1942 se gradúa con el título de Magisterio en el CAP.

Un día antes de su graduación, el director del CAP le entregó una invitación para venir a Misiones y atender junto con Helena Köhler —quien en breve sería su esposa— la escuela de la Picada Almafuerte. Los dos hablaban el alemán, factor importante para atender las demandas del lugar.

Casamiento con Helena Köhler

Helena Köhler nació el 29 de junio de 1912 en Tapebicuá, zona rural aledaña a Paso de los Libres, Corrientes. Era hija de Augusto Federico Köhler y Augusta Petrich. Su padre fue obrero que trabajó en la construcción del puente que une las fronteras de Argentina y Brasil, que conecta las ciudades de Paso de los Libres y Uruguayana. En esos tiempos, los visita un colportor llamado Jorge Sittner. Al conocer a Helena, les habló del excelente colegio adventista de Entre Ríos. Sittner ayudó a los padres de Helena a tomar la decisión, y ella terminó yendo a estudiar al CAP, donde cursó hasta el cuarto año del Magisterio, y donde se bautizó en noviembre de 1937. Allí conoció al joven egresando, Daniel Leichner, de quien se enamoró y con quien se casó el 17 de febrero de 1938.

Daniel Leichner y su esposa, Helena Köhler.

Daniel y Helena tuvieron dos hijos en la provincia de Misiones. En Almafuerte nació René Ariel (1942), y en la Picada Libertad de Leandro N. Alem nació Eloy Oscar (1945). René se casó con Adela Edith Sittner, y tuvieron tres hijos: Paola, Ivone y Eric.

Su hijo mayor, René, inició su servicio como odontólogo en el Sanatorio Adventista “Loma Linda”, en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco. Allí llegó a ser su director por varios años; luego fue director de las Instituciones Médicas Adventistas; pasó luego a ser el director de la Clínica Adventista Belgrano en Buenos Aires; y concluyó su carrera como director de Odontología del Sanatorio Adventista del Plata en Libertador San Martín, Entre Ríos. Fue ordenado al ministerio en la provincia del Chaco.

Su segundo hijo, Eloy, contrajo matrimonio con Norma Otilia Rhiner. Tuvieron dos hijas; Viviana y Magalí. Eloy también fue odontólogo, y ejerció su profesión en Jardín América, Misiones, y en Las Toscas, Santa Fe.

Servicio Docente

Tengo en mis manos la hoja que registra los datos personales de Daniel Leichner, y que resume su trayectoria de servicio en la ex Unión Austral. Al pie de la primera carilla se lee: “¿Qué trabajo piensa Ud. que es su vocación? La respuesta se resume en una sola palabra: MAGISTERIO. Veamos qué pasó.

La escuela adventista de la Picada Almafuerte, Misiones, fue su primer destino. La escuela había sido creada a comienzos de 1936 por Jorge Riffel. Allí se encontró con un grupo de hermanos adventistas alemanes dedicados a tareas rurales en este pintoresco lugar rodeado de serranías. El edificio del templo, durante la semana, se dividía con una cortina para transformarlo en dos aulas, donde dictaban sus clases y hacían las tareas Daniel y Helena. Como buen entrerriano, bautizó la escuela oficialmente como “General Urquiza”. Sirvieron a lo largo de 5 años (1938-1942). En 1942 nació René Ariel, su primer varón.

Luego pasaría a la Picada Rusa, otra vecina localidad del distrito de Leandro N. Alem, para dirigir la Escuela Adventista “Bernardino Rivadavia”, donde reemplazó a Jorge Riffel (su cuarto director). Fue director entre los años 1943 y 1949.

Daniel Leichner con un grupo de alumnos.

Su primer desafío fue atender el reclamo de los padres, cuyos hijos habían terminado la escuela primera, y querían continuar con el primer año del secundario.  “A esa idea, que era sencillamente formidable – recuerda Daniel—, rápidamente comenzamos a darle forma. Naturalmente, iniciar una tarea de semejante envergadura no era asunto fácil; era preciso medir las posibilidades con la responsabilidad que implicaba. Finalmente, con la convicción plena de que la tarea a realizar respondía a las oraciones de muchos hermanos, y puesta nuestra confianza en Dios, aceptamos el desafío. No teníamos profesores titulados, ni aulas que reuniesen las más elementales condiciones pedagógicas. Un salón de unos 14 metros de largo por 6 de ancho, subdividido con tabiques plegables, era toda la existencia en edificación. Tampoco hubo material didáctico de ninguna naturaleza, ni la experiencia, pero con el espíritu bien templado iniciamos la terea aceptando el desafío”.

Con él nació el Instituto Juan Bautista Alberdi (IJBA) de la Asociación/Misión del Norte (actual Instituto Superior Adventista de Misiones). El aporte de don Daniel en esa gestión fue vital, de un tremendo impacto en todo el territorio de la Unión Austral. “La noticia de que se iniciarían los estudios secundarios correspondientes al primer año del Ciclo Básico cundió como un reguero de pólvora por todos los ámbitos de la Misión del Norte. De diferentes localidades de Misiones y aún de otras provincias comenzaron a venir jóvenes para completar la escuela primaria, con miras de seguir luego la secundaria. El vecindario, muy gentil y hospitalario, recogió a estos jóvenes en sus hogares –unos quince, aproximadamente– para que desde allí pudiesen asistir a la escuela”.

Pero la voluntad del Señor era hacer del IJBA una ciudad de refugio para nuestros hijos. Era necesario un internado para tanta demanda. “La necesidad del internado donde alojar a los jóvenes que solicitaban lugar se hizo sentir cada vez más. A esto había que sumar luego las múltiples necesidades que vendrían aparejadas como consecuencia lógica, pero estábamos seguros que la tarea ya iniciada respondía a la voluntad de Dios; de modo que me puse en campaña para ver si de alguna manera y sin un peso en caja se pondría otra etapa en el proyecto del futuro instituto: tener un internado donde alojar a una docena de jóvenes varones y otro tanto de señoritas, una cocina y un comedor. Por supuesto que esto significó muchas conversaciones, significó sacarle punta al lápiz varias veces, significó muchos cálculos, y sobre todo fe”.

Y don Daniel, que siempre se caracterizó por ser muy sociable, con mucho sentido del humor, luchador y perseverante, encontró el hombre que buscaba: “Felizmente el hombre se encontró, y después de muchas conversaciones, planteos y replanteos, se llegó a un convenio de construir las edificaciones mencionadas por la suma de $6.000 moneda nacional en total, llave en mano, y devolver como las circunstancias lo permitiesen, y sin intereses. ¿Quién no edificaría así? Don Carlos Rescke fue el hombre de quien nos hicimos acreedores de su confianza. […] Para el mes de mayo de 1944, los internados estuvieron terminados: tres piezas para varones y tres piezas para las niñas, más la cocina y el comedor”.

La Misión de Norte, con su director de Educación, Jorge F. Sittner, apoyó decididamente estos planes, y consiguió por medio de él el apoyo moral y económico hasta donde las posibilidades de la Misión lo permitieran.

Con tres docentes –Irma Hardy, Celia Dávalos y Daniel Leichner (que enseñó Matemáticas, Inglés e Historia)– atendieron a los alumnos inscriptos en primer año del secundario: Guillermo Bordt, Arturo Gnass, Pablo Radke, Adolfo Otto, Arnoldo Otto, Guillermina Osorio, Rut Bordt, María Arndt, y Luisa Rabe. El sueño se había hecho realidad.

Don Daniel recordaba: “Al principio nos daba la impresión que todo marchaba bien, pero al cabo de un tiempo vimos que marchaba mejor que bien”. Sin embargo, no quedó con los brazos cruzados; se propuso construir un nuevo edificio. En 1946, nuestro colegio se vistió de gala al inaugurarse el nuevo edificio de aulas. “El edificio nace con poco más de 100 m², y con el paso del tiempo va creciendo, producto de ampliaciones del sector”. Pero faltaba algo más, el edificio más importante. Don Daniel lo resume con estas palabras: “Las actividades religiosas se realizaban en el mismo edificio (6 × 14 m) que durante la semana se utilizaba como aulas de clases; este salón muy pronto pudo ser reemplazado. […] En el mes de septiembre de 1943, en ocasión del congreso de jóvenes de la Misión del Norte, el templo quedó inaugurado con la presencia del presidente de dicho campo, el pastor Niels Wensell; en ese entonces el director del departamento de Educación y Jóvenes era el pastor Jorge Sittner”.

Recordar estos años nos emociona al pensar en el enorme esfuerzo que significó poner en marcha el nivel secundario y habilitar una estructura mínima para el internado. El inspector técnico-pedagógico, don Vicente Luciani de la Superintendencia Nacional de la Enseñanza Privada (SNEP), con sede en Buenos Aires, en su visita del 24 de octubre de 1945, dejó escrito: “Me complazco en dejar constancia de que la escuela ha realizado progresos evidentes, siendo encomiable el aporte cultural que esta institución ha traído a esta zona”.

En 1975, don Daniel Leichner visitó a su querido instituto y lo vio muy cambiado: ¡más grande, hogares nuevos y confortables, más aulas repletas de alumnos, más hermoso y vital! Y entonces, retrocediendo en el tiempo, reflexionó: “Todo principio es difícil, pero tuvimos la inmensa satisfacción de ver que al cabo de dos años el instituto estaba afirmándose en todos los aspectos y en cada renglón. Todo esto parece un sueño hoy, una novela. […] No puedo menos que alabar a Dios, que ha permitido que hombres de capacidad intelectual y de visión hayan sido mis sucesores en esta institución tan querida”.

A fines de 1949, la Iglesia Adventista realizó un congreso en el IJBA, que tomó la decisión de llamar a don Daniel como director del departamento de Jóvenes y Educación de la Misión del Norte, con sede en Corrientes. Daniel aceptó el desafío, y desempeñó el cargo desde el 7 de marzo de 1950 hasta marzo de 1952. Por razones familiares, en agosto de 1950 se radicó en Oasis, Misiones.

En 1952 pasó a desempeñarse como el tercer director de la escuela “Domingo Faustino Sarmiento”, allí en Oasis. Helena, su fiel compañera, lo acompañó como una docente más. Rápidamente se integró a esta localidad que nació con pioneros adventistas. Selva, chacras, maderas, y frutales hicieron de Oasis una comunidad pujante, que conformó una de las comunidades adventistas más numerosa de la Misión. Con Gastón Fayard nació la escuela adventista de Oasis, y Daniel fue su director hasta marzo de 1965.

Pero todavía quedaba una tarea por hacer, y la Misión del Norte necesitaba un hombre con experiencia. Don Daniel fue convocado nuevamente para desempeñar el cargo de inspector de escuelas primarias adventistas y representante legal. Con paciencia, ordenó la planta funcional de cada escuela. Puso al día toda la documentación oficial y gestionó con eficiencia la subvención estatal que por largo tiempo las escuelas venían solicitando. Alentó y orientó a las iglesias interesadas en abrir su escuela. Muchas habían nacido en espacios muy limitados, “al fondo” de las iglesias, lo que hacía muy difícil su desarrollo.  Muchas escuelas agradecieron su gestión: Bello Horizonte, El Alcázar, El Soberbio, La Loma, Alta Gracia (todas en la provincia de Misiones), El Colorado (Formosa), Sáenz Peña (Chaco), y otras que seguramente gestionó. Esa gestión la desarrolló hasta 1977, y permitió el desahogo económico institucional y un funcionamiento con mejores recursos.

La Iglesia Adventista también tuvo un crecimiento sostenido. Surgieron nuevas congregaciones. Se crearon nuevos distritos y la administración evolucionó al ritmo del desarrollo tecnológico. Para estar más cerca y apoyar el servicio de los tesoreros, la Junta Directiva de la Asociación nombró a Daniel auditor interno, tarea que también lo tuvo ocupado con viajes permanentes por todo el territorio.

Daniel Leichner forma parte de la galería de pioneros de la educación adventista. Impulsó con entusiasmo los principios de la educación adventista. Estaba convencido de la bendición de poder educar en su propia escuela a los hijos de la iglesia. Animó a los hermanos a apoyar la escuela con la conformación de juntas escolares. Seguramente, fue una etapa de esfuerzos, de aprendizaje, de avanzar con aciertos y errores. La educación adventista en Misiones floreció maravillosamente. El ente oficial nacional, la SNEP, lo conoció por el compromiso con las escuelas adventistas, le abrió las puertas y lo animó a levantar escuelas en todo el territorio, pero sobre todo en Misiones. Leichner se jubiló en mayo de 1970, pero continuó sirviendo.

Líder en la iglesia

Daniel amó la Iglesia y se capacitó para servir. Siempre fue muy activo.  Guardó los certificados de especialidades de los Misioneros Voluntarios (hoy llamados Conquistadores) en Agricultura, Mamíferos, Flores y Helechos, Reptiles, Industria Lechera, Insectos, Electricidad, Carpintería, Teneduría de Libros y Arte Culinario. En 1950 completó Maderas, Sericicultura, Dactilografía, Estudio de Idiomas, Enseñanza y Ciclismo. Fue fiel asistente a la Escuela Sabática. Recibió a lo largo de todo su ministerio las cintas en reconocimiento de un registro perfecto en asistencia, puntualidad y estudio diario de la lección. La primera cinta la recibió en Picada Almafuerte el 30 de septiembre de 1942. Estas cintas lo desafiaban con la cita:

“El estudio de la Biblia, profundo y con oración,
ilumina y pone el alma con Jesús en comunión.

El asistir puntualmente a la casa del Señor,
cada sábado recuerda las obras del Creador,

¿Cómo perder el derecho que se tiene de gozar
de estas ricas bendiciones que al Cielo le place dar?”

Cuando llegaba la “campaña de recolección”, don Daniel hizo un hábito la visita a empresarios y comerciantes, desde la localidad de Santo Pipó hasta Puerto Iguazú, sobre la Ruta Nacional 12. En su visita anual, visitaba a sus amigos, les hablaba de la iglesia y alentaba a que mandasen sus hijos a estudiar a nuestros colegios. Muchos aceptaron su consejo.

Después de su jubilación, Daniel y Helena vivieron en Oasis hasta diciembre de 1997. Aunque su objetivo era “vivir 120 años, con opción a 30 más”, el Señor lo llamó al descanso el 20 de enero de 1998. Helena falleció el 10 de agosto de 1999. Ambos fueron sepultados en Las Toscas, Santa Fe. Las promesas del Señor son seguras y verdaderas. Aguardamos con esperanza la mañana gloriosa de la resurrección, donde los redimidos de todos los tiempos se levantarán para recibirán la bienvenida a la patria celestial del amado Maestro y Salvador Jesús.


Raúl R. Álvarez es profesor de Historia y fue gestor educacional de instituciones adventistas por muchos años. Ahora jubilado, reside en Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina.


Referencias:

[1] Carlos Brotzman et al, Historia de Tres Aldeas: San Antonio – San Juan – Santa Celia (Concordia, Entre Ríos, Argentina: Casa Fornés, 1988), pp. 26, 93.

[2] Rolando Bernhardt Hetze, Crespo Campo, iglesia madre (Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina: Latinográfica, 2019), p. 33.

[3] Eugenio Di Dionisio, “Iglesia de Aldea San Antonio”. Documento no publicado.

[4] Esta cita y todas las que siguen en este artículo provienen de Raúl Roberto Álvarez, IJBA, Hogar de mis recuerdos: Orígenes y presente, 1.ª ed. (Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista del Plata, 2018), pp. 68-71, 76, 82-83.

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