LAS BENDICIONES DE DIOS PARA SUS HIJOS

BENDICIONES DE DIOS

18 enero, 2019

En esta nueva sección descubriremos los formidables consejos que emanan de las Sagradas Escrituras en relación con la salud.

“Bendice, alma mía, a Jehová,

Y bendiga todo mi ser su santo nombre.

Bendice, alma mía, a Jehová,

Y no olvides ninguno de sus beneficios.

Él es quien perdona todas tus iniquidades,

El que sana todas tus dolencias;

El que rescata del hoyo tu vida,

El que te corona de favores y misericordias;

El que sacia de bien tu boca

De modo que te rejuvenezcas como el águila”

(Sal. 103:1-5).

La palabra “bendecir” significa engrandecer, elogiar, ensalzar y enaltecer. Proviene de dos palabras: “bien” y decir”. Bendecir a Jehová es aceptar lo que él nos da, agradecer por eso y alabarlo. Es reconocer todo lo bueno que recibimos de él. Nuestra salud depende de nuestro “bien decir” acerca de Jehová.

¿Cómo definimos “salud”? La palabra “salud” cambia dependiendo del cristal con que se la vea. Para un deportista de elite, una tendinitis puede ser sinónimo de fracaso y dolor. En cambio, un anciano con artrosis en las rodillas, varias cirugías en su historial y en tratamiento farmacológico crónico, se puede sentir saludable y feliz porque puede disfrutar de llevar a sus nietos al parque.

Así como hay una frase que dice: “No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita”, también encontramos que no es más sano el que menos enfermedades tiene sino el que en su percepción se siente bien. Esto depende de las expectativas que tengamos sobre nuestro cuerpo. El deportista de elite tiene expectativas altísimas. Su “felicidad” depende de que todo su cuerpo funcione en armonía. El anciano disfruta de poder cumplir sus expectativas, y eso lo hace sentirse feliz y pleno. Irónicamente, es más probable que el anciano que se siente más sano fallezca antes que el deportista “enfermo”. Pero eso no es un problema para el que tiene la esperanza de la resurrección.

En un análisis sobre una población, se estudió quiénes tienen mayor felicidad, y se observó que las personas mayores de 25 años son más felices que los más jóvenes. Esto coincide con las tasas de suicidio, el límite de la infelicidad, que ocurren mayoritariamente en este último grupo etario. Al mismo tiempo, se demostró que las personas más felices se sentían más saludables.1 La madurez, que proviene de la experiencia, ayuda a no depender tanto de expectativas previas, y esto ayuda a los adultos a ser más felices que los jóvenes.

¿Es posible que obtengamos buenos y saludables frutos observando los resultados del pecado?

Nuestras expectativas también cambian al observar a Dios; cambiamos nuestro foco de atención de nosotros mismos a la Fuente del amor. Nuestros sueños dejan de ser egoístas, pasando a ser altruistas.

“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. Bendecir a Jehová significa también detenerse en un momento del día para analizar cuántas cosas recibimos de parte de Dios. El salmista rememora algunas: Dios perdona, sana, rescata, corona, sacia y rejuvenece. ¿Cómo no vamos a alabarlo y bendecirlo por tantos beneficios que recibimos de su parte? Con el transcurso de los años, no puedo encontrar en mi cuerpo signos de rejuvenecimiento. Pero es nuestra actitud la que rejuvenece nuestro espíritu, y esa actitud depende de cómo estamos alimentando nuestros pensamientos.

Puede ser que estemos mucho tiempo absortos en observar por los medios de comunicación los cambios políticos, la corrupción a nivel mundial y la degeneración de la raza humana. ¿Es posible que obtengamos buenos y saludables frutos observando los resultados del pecado? (Mat. 7:16).

Alabar a Dios agradeciéndole por todos los beneficios que recibimos a diario dirige nuestros pensamientos a la felicidad y el bienestar.

En la versión de la Biblia Reina Valera del año 1909 dice: “Bendice, alma mía a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre”. La invitación es clara: la alabanza a Dios debe ser desde lo más profundo de nuestra esencia. Con todo nuestro ser. Y la respuesta de Cristo es: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Aprovechemos este remedio de poder ilimitado para nuestra sanación y salvación. RA


Referencia:

1 E. Moyano Díaz, N. Ramos Alvarado, “Bienestar subjetivo: midiendo satisfacción vital, felicidad y salud en población chilena de la Región Maule”, Revista Universum, t. 22, N° 2 (2007), pp. 177-193.

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